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Mentiras de la historia: ni El Greco tenía problemas de vista ni Isabel la Católica fue tan austera, “era una 'fashion victim'”

Dos niños observan una obra de El Greco mientras visitan el Museo del Greco, en Toledo.

Carmen Bachiller

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La historia de España deja tras de sí una larga estela de mentiras afianzadas por los ‘cronicones’, los relatos de cronistas pagados por quienes ostentaban el poder en cada época. Fue el caso de Jerónimo Román de la Higuera (1538-1611), el Padre Higuera de Toledo. Este clérigo jesuita calificado de pseudohistoriador, está considerado como un experto en el arte de inventar y mentir.

Es uno de los personajes que aparecen en ‘Mentiras de la Historia de España’ (Espasa, 2022) el último libro de las historiadoras Laura y María Lara (Guadalajara, 1981). “Era toledano y el más mentiroso de España. Se inventaba las fuentes y en su elenco de trolas estuvo, por ejemplo, que los gobernantes de Escocia, Irlanda e Inglaterra procedían de remotos monarcas españoles”, explican las hermanas Lara.

“Escribió que Toledo fue fundada por Hércules o que los griegos huyeron de Troya para afincarse en Galicia, dando origen a varias estirpes ilustres, como la suya propia e incluso que el rey visigodo Leovigildo se convirtió al catolicismo, justo cuando España era uno de los últimos bastiones del arrianismo”, abunda María Lara.

No fue el único en la época, el pedagogo y humanista López de Hoyos, maestro de Cervantes en su juventud, llegó a afirmar que “Madrid había sido fundada por los troyanos con tal de emparejar la historia real con el mito de Troya”.  

El libro es un extenso recorrido desde la Prehistoria hasta nuestros días que pone el acento en determinados momentos históricos y en las falacias más sangrantes que calaron y se dieron por ciertas. “La idea ha sido hacer un libro muy divertido y que sea además un texto de compromiso con la sociedad, en el sentido de que hoy también pueden existir chivos expiatorios o víctimas de calumnias. Es un libro cronológico”, explica María Lara, coautora junto a su hermana Laura.

El Greco tenía la visión perfecta. Durante siglos se ha atribuido a un problema de salud lo que hoy llamamos libertad de expresión y estilo

También se adentran en ciertos enigmas. ¿Es verdad que había un Rey Mago andaluz? ¿O que los italianos que combatieron en la batalla de Guadalajara, en 1937, pensaban que venían a España a grabar una película? ¿Es cierto que hay un fantasma en la Casa de América en Madrid? Y una cuestión todavía más sorprendente: ¿por qué Franco persiguió a los comunistas y masones, pero dio barra libre a la ufología, dando por buena la existencia de ovnis?

El libro tiene su origen en la colaboración televisiva de las historiadoras en el programa ‘Todo es mentira’ que se emite en Cuatro. “Comenzamos en 2020 con la sección ‘Vamos a contar verdades’ y nos encontramos con muchos personajes envueltos en mentiras. Algunos eran inocentes y fueron presentados como culpables. En otros casos la historia se explicó de forma contraria a cómo ocurrió en realidad”.

“Hemos querido contar cómo fue o cómo podemos intuir que fue, partiendo de las fuentes primarias, de los documentos, huyendo de prejuicios y de bulos”, explica María Lara. El libro es un ensayo dirigido a todos los públicos, desde los investigadores pasando por los docentes o los amantes de la novela histórica, entre otros.  

Isabel La Católica era lo que hoy podríamos definir como ‘influencer’. Era una fashion victim. Le encantaba la moda del siglo XV, aunque sus confesores le pidieran austeridad

“Se ha hablado tanto de Cristóbal Colón… De su origen, de su profesión, de su etapa final de vida, y posiblemente sea hoy uno de los personajes de los que menos cosas sabemos con certeza”, ironiza María Lara.

Las historiadoras desmienten muchos de los tópicos o ideas preconcebidas. Resulta que Isabel la Católica era lo que hoy podríamos definir como ‘influencer’. “Era una fashion victim. Le encantaba la moda del siglo XV, aunque sus confesores le pidieran austeridad porque Dios quería que mirase un poco más por la sencillez y no gastase tanto en ropa. Ella les respondía que toda majestad tenía que vestir con la dignidad que merecía”.

Y no solo eso, explican Laura y María Lara en el libro. “Nunca hizo la falsa promesa de que no se cambiaría la camisa hasta que no conquistara Granada. Tampoco vendió sus joyas para pagar el viaje de Colón a América, aunque haya una escultura suya en el Palacio Real con su joyero. Hasta las instituciones también llegaron las mentiras”.

“Las fake news pueden aplicarse en particular al reinado de Felipe II”

Muchas cosas no son como nos las han contado. Aunque, en realidad, eso ya lo sabemos. Hoy conocemos esta práctica como fake news. Las mentiras a lo largo de todas las épocas, incluida la nuestra, han sido utilizadas por quienes han ostentado el poder para su propio beneficio, explican las historiadoras.

“Esas ‘fake news’, Laura y yo las aplicamos especialmente al reinado de Felipe II”. Hasta el punto de que si hubiera vivido en nuestros días hubiera sido una de las ‘víctimas’ de Twitter. “Tuvo que desmentir el rumor de que había muerto de un arcabuzazo, después de divulgarse la noticia por todo Madrid. Puso en marcha toda una maquinaria burocrática para que el rumor no llegase a Europa”. 

Unos le apodaron ‘el rey prudente’ porque “quería tener información de todo” y sus detractores le denominaron ‘el demonio del mediodía’. ¿Con qué versión quedarse? “En torno a este rey creció una leyenda negra de dimensiones inabarcables, que llega a nuestros días. Se suele decir que se cometió genocidio en las Indias. Es una falsa idea. No podemos justificar lo injustificable - es cierto que desarticularon su cultura y no podemos borrar la historia- , pero en aquellos tiempos las guerras en las sociedades prehispánicas y en Europa estaban a la orden del día. Los pueblos con los que se encontraron los españoles también fueron beligerantes”, asegura María Lara.

Apunta al testamento de Isabel La Católica. “El codicilo dictado días antes de morir, en noviembre de 1504, dejó claro que había que tratar bien a los naturales. Hubo un proceso de autocrítica de la conquista, con las Leyes Nuevas en el siglo XVI que buscaban organizar la vida en las Indias como si se tratase de un nuevo Edén y además construyendo colegios, universidades y centros del saber”. María Lara relata cómo los misioneros elaboraron catecismos en lenguas locales. “Evangelizaron, pero no castellanizaron. Cuando a principios del siglo XIX se independizan los países del Cono Sur, el castellano no estaba totalmente extendido. No fue hasta que llegaron las repúblicas americanas cuando ocurrió. Algunas como Argentina incluso se plantearon elegir entre el castellano o el francés”.

“Estamos seguras de que no quisieron cometer genocidio, aunque solo fuera por egoísmo o interés, porque necesitaban mano de obra. Genocidio fue lo que hizo Bélgica en el siglo XIX en el Congo con safaris en los que niños y mayores eran presentados como animales. Era espeluznante”.

La historiadora también apunta otro ejemplo: el de la Commonwealth británica. “Levantaron el imperio sobre la desigualdad y la discriminación. A América, Australia o Nueva Zelanda se enviaba a los elementos heterodoxos. España nunca hizo eso. A través de la Casa de Contratación se vigilaban escrupulosamente los pasajes, hasta el punto de que no se dejó viajar ni a Cervantes ni a Murillo a pesar de no ser sospechosos de nada”.

Para María Lara muchas de las mentiras “cambiaron a corto o medio plazo la narración de la historia”. Ocurrió con el desastre de la ‘Armada Invencible’. “No fue tanto desastre ni un cataclismo como le interesó decir a Inglaterra”. Eso se repitió siglos después, en 1898, tras la explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana. “EEUU lo utilizó para culpar a España aunque poco tiempo después se confirmarse que eran todo mentiras. El desastre del 98 tampoco fue tan grave. Sí, se perdieron las últimas colonias pero entonces eran ya una rémora para un país básicamente agrario”.

Ramón y Cajal, científico español y posterior Premio Nobel, estaba entonces en Cuba como capitán médico. “Quedó desencantado con el fracaso militar. Regresó a España enfermo de malaria, pasó a la docencia universitaria y realizó un análisis certero en un artículo publicado en 'El Liberal' para hablar de la mentira y de los errores en la historia de España. Dijo que no habíamos aprendido nada”, añade Laura Lara.

De hecho, han sido varios los personajes que a lo largo de la historia trataron de denunciarlo. “A Laura y a mí nos impactan mucho las frases de Lope de Vega en ‘La Dragontea’ (1598) que se encolerizaba al ver lo poco reconocida que estaba España entre sus hijos”. María Lara también alude a la obra de Quevedo, ‘España defendida’ (1609) donde el autor “asume la tarea de limpiar el país de las calumnias de noveleros y sediciosos”, al decir que está “cansado de ver el sufrimiento de España con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizá despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados nuestros enemigos lo que perdonamos modestos juzgan que lo concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos”.

El caso de la princesa de Éboli

Las historiadoras relatan también -suelen hacer un guiño a la mujer en sus publicaciones- cómo “las mujeres fueron a menudo víctimas de calumnias”. Fue el caso de Ana de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, la mujer más poderosa de la época junto a las sucesivas reinas. Había nacido en Cifuentes (Guadalajara), en 1540. 

“Fue intrigante. Sí. Pero se valieron de ella durante el reinado de Felipe II, en particular Antonio Pérez, el secretario del rey que, ya desde el destierro, la atacó además vilmente metiéndose por su dificultad con la visión al haber perdido su ojo derecho al referirse a ella como ‘cíclope’ en unas cartas clandestinas que enviaba desde el extranjero”. 

Juan de Escobedo, hombre de confianza de Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, fue asesinado en 1578 tras pasar la tarde en casa de la princesa de Éboli. “Sabemos que Antonio Pérez huyó de la justicia y que Ana de Mendoza fue confinada”. Las afirmaciones -no siempre ciertas- sobre ella continuaron después de su muerte cuando Antonio Pérez publicó la obra ‘Relaciones’ bajo el seudónimo de Rafael Peregrino, con críticas directas al rey.

“Las mentiras que se han dicho sobre las mujeres siempre ha sido más difíciles de desarticular que las vertidas sobre hombres”, afirma María Lara, aunque en algunos casos como El Greco se han mantenido hasta nuestros días. “Tenía la visión perfecta. Siempre se ha dicho que tenía astigmatismo u otra dificultad en la visión. Durante siglos se ha atribuido a un problema de salud lo que hoy llamamos libertad de expresión y estilo”, para explicar las características figuras alargadas en sus obras. 

De estanquero en Tarancón a duque y empresario

El libro de estas historiadoras pasa también por la 'caza de brujas' en las provincias de Ciudad Real o Cuenca. Sobre esta última provincia hay además una amplia referencia a otros hechos históricos relacionados con Tarancón, a cuenta de uno de sus vecinos. Explica cómo unas apropiadas relaciones junto a lo que hoy llamaríamos 'postureo' , y alguna que otra mentira, le permitieron mejorar posición social y fortuna.

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de Isabel II, se casó con un guardia real llamado Fernando Muñoz, natural de esta población conquense. Fue en diciembre de 1833, apenas tres meses después de morir su marido el rey Fernando VII. “Fue un matrimonio morganático porque el nuevo esposo no procedía de la realeza”. ¿Cómo colar a alguien de inferior clase social? “La boda se celebró a las siete de la mañana y en secreto, como solían hacer aquellas parejas a causa de un embarazo fuera del matrimonio”, explica Laura Lara.

La familia de Fernando Muñoz se había hecho con un estanco en Tarancón gracias a que su abuela, Eugenia Funes, fue nodriza de la primogénita de Carlos IV y María Luisa de Parma. “En aquel momento de falta de igualdad de oportunidades, las concesiones estatales, como eran los estancos, tenían que ver normalmente con recomendaciones o favores a los poderosos. Y por eso Fernando Muñoz consiguió ser guardia de corps y frecuentar el palacio donde conoció a la reina”.

Las nupcias impedían a María Cristina de Borbón ser regente del reino. “Es cuando estalló la primera guerra carlista”, recuerda Laura Lara. La regente y su marido optaron por iniciar contactos empresariales y terminaron en el exilio, en Francia. “Ahí empezó el pelotazo para ellos con inversiones en el ferrocarril, entre otras, que les permitió amasar una fortuna. Eso unido a las prebendas y a los títulos que Isabel II concedió a Fernando Muñoz, como el ducado de Riánsares. También se enriquecieron con la trata esclavista y el monopolio de la sal”.

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