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Borea, el gladiador leonés más célebre del Imperio Romano

Un relieve de gladiadores del siglo I d.C.

Jesús M. López de Uribe / ileon.com

11 de junio de 2022 10:40 h

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Su nombre, Borea. Y de él se sabe su grandeza por una tésera absolutamente excepcional: la única encontrada en bronce de las 107 que se conservan desde tiempos de los romanos. Este objeto se usaba en la antigüedad como contraseña o distinción honorífica o prenda de un pacto, sello de amistad, para mostrar derechos reconocidos o prestaciones, permisos de paso, pastoreo, o contratos.

La tesérea de Borea demuestra que tenía un sitio especialmente reservado en las gradas del anfiteatro de Ilipula (Niebla, en Huelva), aunque la Mansio Bedunia de donde provenía no es exactamente La Bañeza, sino que era una ciudad que estaba en lo que hoy es el término municipal de Cebrones del Río. Ese lugar preeminente en el anfiteatro indicaba su enorme importancia y éxito en su carrera.

El experto en gladiatura Fernando Barriales es uno de los grandes divulgadores de la figura de Borea, del que se sabe que era un astur beduniense (lo que hoy es La Bañeza) y provocator, uno de los primeros combatientes de estos espectáculos que se llamaban Ludi (juegos, en latín). “Su tésera es absolutamente excepcional por ser la única que hay en bronce y muestra la importancia que llegó a tener Borea porque es el material más noble posible para hacerla”, indica.

Lo explica el Museo de Arqueología Nacional (el MAN). La pieza de bronce tiene un texto que, traducido es “Celer, hijo de Erbutio, natural de la ciudad de los Limicos, dio esta tessera gladiatoria a Borea, hijo de Cantio, natural de Bedunia, el año del consulado de Marco Licinio”. Es decir que el tal Celer nació en Ginzio de Limia (Orense) y era un lanista –los que organizaban este tipo de juegos– e hizo entrega de esta tésera para honrar al gladiador Borea, natural de Baedunia, posiblemente en el año 64 de nuestra era.

Téseras hay más, ya que los gladiadores serían, salvando las distancias, como las grandes estrellas de fútbol de hoy en día. Pero las que se conservan son o de hueso o de madera. “Contrariamente a lo que se piensa, los gladiadores casi nunca combatían a muerte, ya que entrenarlos costaba muchísimo dinero y no vas a jugártela con el Cristiano Ronaldo de la época”, apunta Fernando Barriales.

Esta placa se les concedía por su fama y tras haber recibido el gladiador la spectant (que en latín es algo así como “todo el mundo lo mira”), es decir, su retiro glorioso. Era una distinción a un gladiador liberado por su excepcional carrera, en la que había observado y superado todas las enseñanzas de su maestro y por la que tenía acceso libre al anfiteatro y un lugar de honor.

“Borea era el más famoso de la época junto con Spiculus, el favorito de Nerón, del que se conservan tres citas literarias y dos epigráficas, pero el que tiene la tésera de bronce, del material más noble, es el beduniense; con lo que mientras no se encuentre otra igual de la época podemos asegurar que era el que más prestigio tenía entonces”, manifiesta el experto astorgano que estos días de celebración del Natalicio realiza unos talleres de la vida y artesanía romana en el Centro de Interpretación romano de Puerta Castillo y que es el poseedor de una gran cantidad de armas y armaduras gladiatorias, cuya exposición estuvo durante un par de años allí y que también se presentó en La Bañeza en 2016.

Los gladiadores fueron muy importantes en el mundo romano. Eran verdaderas las estrellas de la época. Incluso llegaron a influir en el poder, como ocurrió con el asesino de Cómodo –el polémico emperador hijo de Marco Aurelio que escandalizó a toda Roma porque él mismo bajó a la arena obsesionado con ser gladiador 120 años después de Borea–, Narciso; que era un liberto que le entrenaba y que terminó estrangulándolo tras no hacerle efecto el intento de envenenamiento de su concubina Marcia y su prefecto pretoriano Leto el 31 de diciembre del 192 después de Cristo.

¿Quién era realmente Borea?

Lo que se sabe de este gladiador astur beduniense es poca cosa, pero se pueden extraer varias conclusiones de su forma de combatir y del apodo que le pusieron. Un provocator es uno de los primeros combatientes del espectáculo. Su nombre en latín significa 'provocador' en español. Abrían la tarde de un espectáculo que tuvo mil años de historia y fue, precisamente en esta época, el siglo I, cuando fue su momento más importante hasta pasado el siglo II aboliéndose en el siglo V con las prohibiciones de Teodosio y Honorio.

Los romanos planteaban el juego de gladiadores, también llamada Munera Gladiatoria (aquí un PDF que la explica a fondo), siempre de forma que ninguno de los dos combatientes tuviera ventaja sobre otro. Si uno tenía mucha protección en la armadura o el casco, tenía un arma pequeña o difícil de manejar; aparte de cansarse más si duraba el combate con lo que se perdían reflejos. Si no tenía armadura, le daban un arma más larga o arrojadiza, y además podías ser más rápido. Esto se hacía para que la gente apostara. Pero al final, como los gladiadores costaban muchísimo dinero a los lanistas, la inmensa mayoría de los combates eran prácticamente coreografías al estilo (perdonando el presentismo) del Pressing Catch de lucha libre de televisión. Aunque, eso sí, si el que pagaba quería un combate a muerte sólo tenía que pagar muchísimo más.

El provocator era un tipo de gladiador que se parecía, además, muchísimo a los legionarios romanos. Pero con diferencias, sobre todo para el artisteo que era esto de los Ludi. El casco tenía dos viseras y no tenía ala, para evitar ser enganchado en las redes de los retiarius –los gladiadores sin armadura conocidos por llevar un tridente y una red–, con los que frecuentemente luchaban, como así se atestigua en diferentes representaciones. Los juegos de gladiadores se refinaron tanto que comenzaron a tener tradiciones como que dos tipos de luchadores solían combatir juntos y, así, se les dotaba de armas para igualar la lucha. Y así, mantener la apariencia de incertidumbre... y estimular las apuestas.

Los provocator tenían un protector en el pecho, como los primeros legionarios y llevaban un escudo rectangular alargado, similar al del legionario romano un poco más pequeño, un protector de brazo de cuero llamado manica (que incorporaron los legionarios romanos, pero de metal, en la Guerras Dacias que ganó Trajano, que en su juventud fue legado de la Legio VII Gemina y de la cual se ha encontrado un resto en la muralla romana de Legio que se puede ver en el Museo de León) y una espada corta. También tenían a modo de protección un amplio cinturón metálico y las piernas las protegían con polainas llamadas fasciae. Por la espalda solían llevar cintas de cuero cruzadas en un punto central que se sujetaba con un anillo de hierro para sujetar la placa que les protegía el pecho.

Borea debía ser muy rápido y ágil. Sólo hay que pensar en su sobrenombre que recuerda fuertemente al viento boreal. De hecho, es que proviene de ahí. Bóreas era como se llamaba al “viento del norte”. Aunque también en asturleonés Boria significa “niebla” y Boriada, “golpe de tormenta, tormenta repentina”, con lo cual se podría deducir que, uniendo las palabras astures y la romana, se le apodó así por ser “el que surge entre la niebla y golpea de repente”, como se explica en el blog El Combate de Neville; que también aporta otras hipótesis del alias de este gladiador del Órbigo.

Si recibió la tésera sobre el 64 después de Cristo es factible pensar que su carrera pudo comenzar durante el mandato de Tiberio, que murió 25 años antes, y transcurrió en los de Calígula, Claudio y Nerón. Lo que no sabemos es si llegó a ver a Galba, el golpista fundador de la Legio VII Gemina que celebra estos días su cumpleaños, como emperador porque el beduniense ya estaría retirado y podría haber muerto por vejez o enfermedad.

“Los gladiadores recibían premios de todo tipo por sus actuaciones”, comenta Fernando Barriales. “La menos importante era la palma, luego una corona de laurel, que vendría a ser como en los toros ahora una o dos orejas. Recibir una tésera era como si le pusieran una estatua. Y que fuera de bronce es como si a Curro Romero se la pusieran en Sevilla, porque es lo máximo de lo máximo. Borea es el único gladiador conocido con este reconocimiento con ese material noble, y hasta que no se encuentre otro podemos asegurar que el más famoso de todos los tiempos fue él. Borea fue, sin duda para mí, el gladiador más excepcional de Roma”, termina Fernando Barriales.

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