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Agapito Marazuela, el músico segoviano cuyo futuro truncó la Guerra Civil y que vivió décadas casi en la indigencia

A la izquierda, un anciano Agapito Marazuela toca la dulzaina.

Alba Camazón

Valladolid —

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“Agapito Marazuela dejó un legado personal al margen del folclorista: de saber estar, elegancia, honestidad, de respeto y sensibilidad a la tradición y lo antiguo, pero también era consecuente con sus ideas”. Así le define el investigador folclorista de la Fundación Joaquín Díaz y etnógrafo Carlos Porro. Agapito Marazuela fue guitarrista, educador, con una gran conciencia de clase, dulzainero, genio y maestro. Fue un sueño truncado por la Guerra Civil, que decidió quedarse en Madrid y mantuvo su ideario político durante la dictadura, aunque de manera menos activa que durante la segunda república. Marazuela fue uno de esos artistas que la dictadura quiso aplastar, aunque al final de su vida sí vivió el cariño y reconocimiento de su tierra, Segovia. “Muchas canciones que hoy conocemos como nuestras se hubieran perdido de no ser por él”, explica Alfredo Ramos, dulzainero segoviano que, junto a sus hermanos, organiza un homenaje a Agapito Marazuela por varios pueblos de Castilla. 

Marazuela nació en 1891 en el pueblo segoviano de Valverde del Majano. Fruto de una meningitis que sufrió de pequeño, perdió un ojo y tenía una visión muy reducida en el otro. Se mudó a Valladolid para aprender a tocar la dulzaina de la mano de Ángel Velasco —que hoy solo conserva una calle a su nombre—. A los 14 años ya acompañaba en procesiones y fiestas populares con la dulzaina y el tamboril, y también muy joven empezó a tocar la guitarra. En la década de los años 20 se instaló en Madrid, donde perfeccionó su habilidad con la guitarra.

En los años treinta empezó su implicación política. Su simpatía por el comunismo y su papel en la Guerra Civil le llevaron a prisión, a arresto domiciliario y al ostracismo. En 1932 ingresó en el Partido Comunista de España, del que mantuvo el carnet hasta su muerte. Estuvo entre los fundadores de los Amigos de la Unión Soviética y participó en las Misiones Pedagógicas que organizó la República en dos pueblos de Segovia. En esos años empieza a recoger el folclore castellano —que se iba perdiendo con el éxodo rural—, que agrupa en el Cancionero de Castilla la Vieja, con un trabajo de más de 300 canciones que es reconocido con el Premio Nacional de Música en 1933. Pero con la guerra, todo esto se trunca.

Uno de los fundadores de las Milicias Segovianas Antifascistas

En agosto de 1936 funda, junto a otros segovianos, las Milicias Segovianas Antifascistas, integrada por segovianos residentes en Madrid y por aquellos que habían conseguido huir de Segovia cuando estalló el golpe de estado, que en 1937 se integró en la 42ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República. Agapito Marazuela no podía participar en el combate por su discapacidad, pero sí se encargó durante esos meses de la logística de las Milicias y participó en actos culturales en varios espacios como con los soldados o en hospitales con heridos de guerra. De hecho, Agapito Marazuela actuó en la Expo de París de 1937, en el pabellón que Francia dejó a España, en el que también se expusieron el Gernika de Picasso, películas de Buñuel y se recitaron versos de Federico García Lorca.

Precisamente sobre su papel en las Milicias Segovianas Antifascistas hay una exposición en Segovia hasta el 5 de enero, en el patio del centro de la UNED. La muestra enseña varias imágenes inéditas de Agapito Marazuela con las tropas de las Milicias Segovianas Antifascistas. “De su etapa más oscura apenas hay información y documentación. Con estas fotografías tenemos la oportunidad de recomponer el hilo central de su papel en la Guerra Civil”, explica a este diario Aku Estebaranz, comisario de la exposición e investigador de fotografía histórica.

Estebaranz destaca el “compromiso” de Marazuela con la sociedad. “Participó también en la Liga Nacional Laica y en el Socorro Rojo Internacional. Tuvo un fuerte compromiso con la justicia social y la modernización de España”, defiende este investigador, que ha encontrado estas imágenes en el Centro Documental de Memoria Histórica de Salamanca. “A veces iba al fuerte de Carabanchel y cenaba con las tropas. Sacaba la dulzaina e improvisaba conciertos. Amenizaba las noches en el frente”, asegura.

Tras la contienda, llegó la cárcel. Agapito Marazuela estuvo encarcelado en Madrid, Burgos, Ocaña y Vitoria, y después estuvo varios años en arresto domiciliario en un molino en Ávila. Cuando terminó la Guerra Civil, el Bando Nacional pidió a todos los afiliados a partidos republicanos que se presentaran en la comisaría más cercana. “Se presentó con su carnet del PCE y no figuraba en ningún sitio. Le mandaron a casa y le pidieron que no saliera de Madrid. Y luego ya le detuvieron y metieron en la cárcel”, explica Alfredo Ramos.

El etnógrafo Carlos Porro destaca también la “fuerza en su interpretación” y su “genialidad de estilo” como cantante y guitarrista, una faceta que podría haber desarrollado de no ser por la Guerra Civil y la dictadura. “Seguramente le hubiera gustado más desarrollar como guitarrista clásico que como folclorista”, cree Porro.

Después, la cárcel y el arresto domiciliario

Marazuela fue condenado a doce años de cárcel por crear las Milicias Segovianas Antifascistas, aunque salió de prisión en 1941. En prisión le permitieron conservar su guitarra y en ocasiones tocó antes de que algún otro preso fuera ejecutado. Los siguientes cinco años estuvo en arresto domiciliario en Ávila, y fue detenido de nuevo en 1946 en una redada contra los intentos de reorganización del Partido Comunista. Y de nuevo, volvió a la cárcel durante otros cuatro años. Al ser puesto en libertad, tuvo que ganarse la vida dando clases de música. “Pasó de ser un guitarrista reconocido a nivel nacional, algunos decían que si era mejor que Andrés Segovia, a no poder tocar en ningún sitio. El éxito en la Expo de París fue terrorífico. Y todo eso se truncó”, explica Ramos.

Carlos Porro recuerda que Marazuela pudo escapar al estallar la guerra, pero decidió quedarse en Madrid. Pero al salir de la cárcel, salió “muy maleado” y en una situación “casi de acogida social”. “Trabajó como pudo en el servicio de limpieza, alguna clase de guitarra y con los años fue recuperándose un poco su figura”, explica Porro, autor del libro Marazuela Grabaciones Inéditas, editado por la Fundación Joaquín Díaz. El dulzainero Alfredo Ramos cree que Agapito Marazuela podría haber tenido el reconocimiento de Andrés Segovia o Pau Casals si se hubiera marchado de España en 1936 y hubiera podido desarrollar mucho más su faceta como guitarrista.

Su cancionero se publica 30 años después del Premio Nacional de Música

A finales de los años 50, con un Agapito Marazuela ya sexagenario, algunos intelectuales y artistas intentan reivindicarlo. En 1964 consiguió publicar su Cancionero, premiado treinta años antes. En sus últimos años de vida, creó la Cátedra de Folclore Segoviano, donde dio clase de dulzaina. En 1978 fue nombrado académico de mérito de la Academia de Historia y Arte de San Quirce. Agapito Marazuela falleció en 1983 a los 92 años. Tras su muerte, el Ayuntamiento de Segovia acordó —a petición de un edil del PCE— construir un monumento en su recuerdo, que se colocó en 19 años después. Un colegio público y unos premios nacionales de folclore —que arrancaron en 1995— llevan su nombre. Este diario se ha puesto en contacto con Ronda Segoviana, que organiza estos premios, pero no han contestado a este diario.

“Agapito Marazuela murió casi en la indigencia y se le ha valorado más una vez muerto”, explica Cris 'Zagaleja', panderetera de Valladolid. Ramos ahonda en cómo Marazuela decidió quedarse en España. “Agapito Marazuela se quedó en su tierra y se le trató muy mal. Nos ha dejado un legado impresionante, pero el ostracismo que vivió durante casi 40 años tiene sus consecuencias: nos hemos olvidado de personajes como él”, indica. El profesor de dulzaina cree que la sociedad ha sido “un poco tacaña” teniendo en cuenta la “generosidad” que él tenía. “En su última etapa prácticamente vivía de la limosna. Aunque a partir de los años 70 hubo algún homenaje y reconocimiento, su figura no terminó de cuajar”, considera.

De hecho, en 1977 el Gobierno Civil de Madrid prohibió el recital-homenaje a Agapito Marazuela que habían organizado artistas como Labordeta y Elisa Serna, entre otros, por “posible alteración del orden público”. Lo recuerda Santiago Vega, profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid y que ha investigado la represión franquista en Segovia. “Fue una persona marginada en Segovia, salvo por algunas familias concretas que le ayudaron a sobrevivir”, afirma.

“Ese reconocimiento siempre va llegando tarde, aunque en Segovia los últimos 30, 40 años como una persona de reconocimiento e importante. En Segovia todo el mundo lo reconoce y a nivel nacional igual”, apunta Carlos Porro. “¿Pudo haber sido peor? Sí, como fue con Miguel Hernández. Pero con él vieron la necesidad de no fusilarle y permitirle publicar su obra en los años 60. Era una persona muy querida y valorada”, explica Luis Ángel Fernández, dulzainero de Valladolid, que destaca la “memoria prodigiosa” de Agapito Marazuela, un artista que define como “muy prolífico”. “También recopiló formas de tocar y su cancionero es la biblia de dulzainero”, expone.

Carlos Porro aboga por no “recrearse” en sus “miserias” personales y sí destacar su figura “humana, social, musical, erudita, como intérprete e investigador”. “Igual no es necesario ni volver a él [su pasado en la cárcel] ni volverlo a remarcar más que como significación de una lucha diaria por la vida. Ahora mismo no tiene ya sentido ahondar en esa tristeza. Sabemos todos que fue a la cárcel, que lo pasó mal y que luego se pudo recuperar gracias a una serie de personas en Segovia y gracias a eso nos ha llegado su trabajo”, opina.

Un legado que pervive 40 años después

Muchos artistas todavía se nutren del cancionero de Agapito Marazuela e interpretan sus canciones. Miguel Fraile ha publicado un disco en el que quiere destacar la figura de Marazuela como guitarrista. “Hace poco se rescataron unas partituras de guitarra pero no hay grabaciones. Me acerqué a ellas y luego adapté composiciones de dulzaina a la guitarra. Qué mejor forma de ensanchar su faceta de guitarrista”, explica Fraile.

Santi Sierra, DJ de Delameseta, hace mezclas con la voz de Agapito Marazuela, sus canciones y otros géneros musicales. Está trabajando en un recopilatorio y espera publicar un EP el próximo año. En sus conciertos reparte pegatinas con una foto de Agapito Marazuela con la dulzaina. “Hay gente que lo entiende y otros que no, pero el que no sepa y le interese va a profundizar sobre él. Es uno de los referentes de la cultura castellana. Es importante que se reivindique su figura, algo que cada vez se hace más”, explica.

Jesús Enrique Cuadrado, guitarrista de folk del grupo Vallarna, subraya el “patrimonio inmaterial” que Agapito Marazuela y otros supieron ver y conservar. “Los músicos de folk les debemos mucho y yo me dedico a la música en parte gracias a ellos”, explica. Cuadrado cree que Agapito Marazuela es un personaje muy conocido para la “inmensa minoría” de personas que están en el gremio de la música tradicional y folklórica, pero lamenta que no sea una figura “muy reconocida por el público en general”.

La Zagaleja subraya la importancia que Agapito Marazuela le dio a la pandereta en la música tradicional. “La pandereta ha sido un instrumento denostado históricamente porque la tocaban las mujeres y no solía haber actuaciones remuneradas. Muchos etnógrafos no han reflejado el uso de la pandereta de manera minuciosa como sí han hecho con otros instrumentos. Pero Agapito Marazuela sí lo hizo”, subraya. Cris 'Zagaleja' continúa: “Son patrones muy sencillos, pero plasmó lo que los intérpretes hacían. Aprendió la magnitud de lo popular, donde los intérpretes tenían unas formas exquisitas. Él supo verlo, valorarlo y ponerlo en práctica”.

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