El autor del triple crimen de Valladolid estaba en un módulo de conflictivos y vigilado y ya había sido condenado por homicidio

Laura Cornejo

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Aazid El-Yazid entró en el Centro Penitenciario de Valladolid el pasado martes, parecía tranquilo. No era, ni mucho menos, su primera vez en la cárcel. Desde 2003, con una primera condena por homicidio, y las siguientes entradas y salidas por otro homicidio, tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas, la prisión no era un lugar desconocido para él. Pasó por otras tres cárceles, la de Topas, en Salamanca, la de la Moraleja, en Dueñas (Palencia) y la de León, en Mansilla de las Mulas. Pero este enésimo ingreso acabó en apenas 48 horas, lo que tardó en ahorcarse con las sábanas en su celda.

Rapó 'al cero' a su mujer

El pasado sábado, por razones que aún se desconocen, El-Yazid, de 43 años, mató a su compañero de piso en los últimos tiempos, Juan Carlos Palomino, de 72. Una llamada al 112 alertando de un incendio en la vivienda, en el barrio de Rondilla, hizo que se descubriese el cadáver. Poco después, los servicios de emergencias recibían otra llamada desde una vivienda cercana a la primera. Una mujer explicaba que a su hija le ocurría “algo”. Cuando la policía acudió al piso, estaba en llamas y había dos cadáveres dentro, con heridas de arma blanca, el de Eva María Asensio, de 54 años y la madre de esta, María del Carmen González, de 78. La primera era la mujer de El-Yazid y le había denunciado por violencia de género. Fuentes del caso aseguran a eldiario.es que “llegó a raparle el pelo al cero”.

Mientras la Policía establecía el nexo con las víctimas y rastreaba la zona en su busca, se recibieron más llamadas: un hombre con el aspecto del sospechoso del triple crimen había intentado acceder a dos pisos del barrio y había agredido a sus moradores, ancianos. En uno de los casos, intentó meterse en el piso de un policía jubilado que le hizo frente. Lo que sospecha la Policía es que se equivocó de casa, y que en realidad pretendía entrar en el domicilio de un conocido para acabar también con él. Le detuvieron en la calle esa misma noche. Una vez que se decretó su entrada en prisión, pasó al Módulo 7, con unos 50 presos “conflictivos” sobre los que hay una especial vigilancia. Era un habitual que conocía muy bien las rutinas de un centro penitenciario y no era la primera vez que ingresaba por homicidio, así que nada hacía pensar en un suicidio. Aún así se le aplicó el artículo 75.1 del Reglamento Penitenciario, que establece litaciones regimentales para “el aseguramiento de su persona y por la seguridad y el buen orden del centro”. El-Yazid salía a otro patio, o a horas distintas que la mayoría de los internos, porque sí se llegaron a producir amenazas e insultos en su primer paseo por el patio común. El miércoles por la mañana le visitaron educadores y psicólogos de la prisión, y hubo una comunicación permanente con él a través de un intercomunicador que hay en las celdas. Esa mañana se le llevó a hacer una llamada, pero no le cogieron el teléfono. Los funcionarios le indicaron que podía intentarlo de nuevo por la tarde. A las 17,30, por el intercomunicador le dijeron que le iban a recoger para que hiciese la llamada. No contestó. Se había ahorcado hacía una media hora.

Hasta el momento no se ha podido contactar con ninguno de sus 17 hermanos con los que no tenía relación. De hecho, en el centro penitenciario, por sus anteriores ingresos, solo figuraban como contactos su mujer y su suegra. A partir de ahora será el Consulado de Marruecos el que prosiga con las gestiones para ver quién se hace cargo del cadáver.