Los tabacaleros de Ávila, a punto de desaparecer: “La gente ya no fuma Ducados”

Ángel Villascusa

0

En los años sesenta, el Ayuntamiento de Candeleda, en Ávila, se decidía entre instalar una plaza de toros o un centro de procesamiento para el tabaco. Los vecinos, prácticamente sin debate, eligieron el tabaco. El cultivo de esta planta era básico para el municipio y para toda la zona del Valle del Tiétar desde hacía más de un siglo. Para muchos suponía un dinero extra. Era muy habitual que tuvieran otro trabajo y cultivasen la planta, en una tarea en la que participaba toda la familia. Incluso era muy usual negociar con el banco directamente el cobro de las cartas de pago para sufragar las letras de los préstamos.

“Se había cultivado desde hacía más de un siglo, pero en los setenta fue cuando se llegó al pico. En esos años llegamos a ser unos 600 agricultores”, señala Félix Plaza, presidente de la Asociación de Cultivadores de Tabaco de Ávila. Ahora solo quedan 25 y la cifra baja de año en año. Plaza, que tiene 69, se ha jubilado este 2021, y asume que muchos otros le seguirán. “En cinco años habremos desaparecido todos”, señala.

Los tabacaleros abulenses son pocos y producen poco. Alrededor del 0,64% de todo el tabaco de España, según datos del Ministerio de Agricultura del año 2013. Ahora, los tabacaleros estiman que las cifras son mucho menores: envían a procesar unos 120.000 kilos de tabaco rubio (o virginia) y 100.000 de negro (o burley). Hace cuarenta años cultivaban diez veces más: 1.200.000 kilos entre el municipio de Candeleda y otros pueblos del Valle del Tiétar. “Es una tierra buenísima y las condiciones ambientales son extraordinarias. Aquí se puede cultivar de todo. Hasta cosas ilegales si se quisiera”, ríe Plaza.

Los años setenta fueron buenos para la industria tabacalera española, y por tanto, para los tabacaleros de Ávila. En aquellos años se podía fumar en la consulta del médico, en los trenes y en los aviones. El presidente Adolfo Suárez se ventilaba dos cajetillas diarias de Ducados y los informes que relacionaban el tabaco con el cáncer de pulmón, o las enfermedades coronarias, aunque ya existían, recibían poca atención.

En aquellos años se fumaba sobre todo tabaco negro. En 1981, el 70% del tabaco que se consumía en España era negro, y el 30%, rubio. Desde entonces, la tendencia se ha invertido. “Ahora la gente ya no fuma Ducados”, resume Félix Plaza. En Ávila el cultivo predominante fue negro, aunque convivieron siempre las dos variedades.

Hoy sigue sucediendo, porque todo el tabaco que se vende, hasta el rubio, lleva algo de mezcla. “El burley da esponjosidad y permite que arda. Yo me he hecho cigarros de mi tabaco virginia, que tiene un aroma extraordinario, pero tengo que estar dándole fuego todo el rato”, comenta cómplice Nazario Morcuende, uno de los productores con más hectáreas de toda Candeleda. Morcuende es un enamorado del tabaco. Aunque es consciente de que es malo para la salud, tiene un vínculo especial con el cultivo: su padre y su abuelo vivieron también de él. “Es mejor no fumar”, comenta sincero. Este año, por segunda vez en su vida, ha diversificado y ha apostado por el pimiento para hacer pimentón. Cree que es posible que acabe dejando el cultivo familiar si la situación no cambia.

Según datos de los propios agricultores, se les está pagando a 1,6 euros el kilo de tabaco negro y a 2,3 euros el de rubio. Denuncian que cada vez la administración les pone más problemas. Su cultivo está muy controlado en cuanto a residuos y restos fitosanitarios. Mucho más que el de otras plantaciones para consumo humano, según critican. A esto se suma el poco apoyo de la Junta de Castilla y León. “Yo no voy a pedirle a Carnero [consejero de Agricultura de Castilla y León] que fomente el consumo de tabaco, pero sí se pueden hacer cosas como está haciendo la Junta de Extremadura”, explica Morcuende, que también es miembro de la organización agraria UCCL. Todo lo que se cultiva en Ávila se procesa en la comunidad vecina, Extremadura, en la fábrica que la empresa semipública Cetarsa tiene en Talayuela (Cáceres).

Falta de apoyo de la Junta de Castilla y León

Aunque Castilla y León reparte ayudas agroambientales a la remolacha azucarera, los tabacaleros no tienen esa suerte. Mediante este mecanismo europeo, la Junta concede ayudas económicas directas por hectáreas a la producción ecológica a explotaciones agrícolas o ganaderas. Pero el tabaco está excluido. “A nosotros no nos dan nada. No entramos, así que estamos completamente marginados respecto a otras plantaciones”, señala Morcuende. A apenas 3 kilómetros de Candeleda, ya en la otra comunidad, la Junta de Extremadura sí concede entre 700 y 800 euros por hectárea en concepto de ayudas agroambientales, cifras similares a las que Castilla y León sí da a los remolacheros.

La reforma de la PAC, la Política Agraria Comunitaria de la Unión Europea, en la que se está trabajando en los últimos años, podría ser el salvavidas de los pocos tabacaleros que quedan en Ávila. A pesar de su cercanía con Extremadura, Candeleda quedó fuera de la región tabaquera extremeña para la UE. “Es lo contrario a lo que pasa con el pimentón de la Vera, que se puede cultivar aquí porque lindamos con ellos. Con el tabaco, no. Han pintado una línea imaginaria en una región natural y eso nos afecta mucho”, explican los tabacaleros. Para poder sobrevivir con su cultivo, reclaman que, cuando se actualice la región tabaquera en la PAC, Candeleda entre en ella. Para eso, la voluntad política es clave.

“Yo sé que somos un producto maldito. Cada vez lo limitan más, pero mientras no se prohíba su consumo, la producción nacional permite que haya familias que vivan de ello. Si no, cada vez habrá más tabaco de contrabando”, sentencia Plaza, presidente de los cultivadores de tabaco abulenses. Según cálculos de la patronal, el 10,3% del mercado de cigarrillos español es de contrabando. Este mismo año en Valladolid se desmanteló una fábrica ilegal de cigarrillos, con capacidad para producir 180.000 cajetillas al día.

Corrección: En una primera versión del artículo se interpretaba que los productores estaban conformes con el precio que reciben por el tabaco, cuando es lo contrario.