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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Bergen, el campamento base de los fiordos

Una ruta en barco por un fiordo.

Víctor Saura

Si tiene usted Noruega en la lista de países pendientes y está pensando en ponerle remedio, comience por Bergen, la segunda ciudad en población. No es que Olso, la capital, no sea una ciudad atractiva y digna de visita, que lo es, sino que Noruega es, por encima de todo, naturaleza y paisaje, y la costa atlántica es donde la imponente belleza de este país nórdico explosiona con más espectacularidad. Dice la propaganda oficial que Bergen es la puerta de entrada a los fiordos noruegos, y por una vez la propaganda oficial no miente ni exagera, ya que Bergen es sin duda el campamento base de cualquier incursión a los fiordos, uno de esos maravillosos caprichos de la geografía que hay que saborear lentamente.

Después del Mediterráneo, el Mar del Norte es el segundo destino de cruceros de Europa, y esto no es porque sí. Aquí tenemos el clima y tenemos la historia, la cultura y el arte. El Mediterráneo atrae porque es la cuna de la civilización occidental. Allí, en cambio, tienen el paisaje, sereno y majestuoso, que conforman los miles de kilómetros de costa escarpada por el efecto de la glaciación. La prestigiosa revista National Geographic situó los fiordos en el primer lugar del ranking mundial de destinos turísticos naturales mejor conservados. Y Bergen es, efectivamente, su puerta de entrada, como Barcelona lo es de la mayor parte de rutas mediterráneas.

Excursiones para todos los gustos

Las salidas desde el puerto de Bergen incluyen múltiples opciones, desde cruceros de doce días que llegan hasta Tromsø y Kirkenes, en el círculo polar ártico, hasta excursiones de ida y vuelta en un día que penetran los fiordos más cercanos. Los dos más buscados, por su condición de patrimonio de la Humanidad, son el Geirangerfjord y el Nærøyfjord, y se encuentran a una distancia asumible desde Bergen, aunque sería conveniente más de un día en cada caso para disfrutarlos al máximo. Sea como sea, la mejor elección debería incluir siempre alguna ruta a pie o en coche hasta las cimas, porque si los fiordos son extraordinarios vistos desde el mar lo son cinco veces más vistos en tierra desde el punto más alto posible.

Partiendo de Bergen, la mayor parte de rutas tiran hacia el norte, lo cual tiene toda la lógica, pero para meterse en la postal más conocida de Noruega hay que ir hacia el sur, en concreto hacia Stavanger. Allí se encuentra “el púlpito” (Preikestolen), un colosal acantilado no apto para personas con vértigo, situado 600 metros por encima del Lysefjord (el fiordo de la luz). Sólo se llega a pie, después de una excursión que dura unas dos horas. Por esta atalaya de roca, plana y pelada, pasan cada año miles de turistas, pero no tiene ninguna valla ni medida de seguridad, y desde que en octubre del año pasado un estudiante español cayó al vacío (nunca antes había ocurrido) se ha abierto un debate sobre la conveniencia de poner algún tipo de barandilla.

Bryggen, el barrio hanseático

Pero antes de planificar ninguna excursión hay que hacer un buen paseo por la ciudad. En la Edad Media, Bergen era la localidad más importante de estas latitudes. Formó parte de la Liga Hanseática, la potente confederación de ciudades más dinámicas del norte de Europa, nodos de una red comercial marítima que se extendía desde el canal de la Mancha hasta el Báltico. La prosperidad de estos territorios es en buena parte heredera del empuje económico y el pacto de mutua defensa de los mercaderes de la Hansa. En Bergen, el barrio portuario, llamado Bryggen, evoca aquellos tiempos de pujanza menestral, nada que ver con el estereotipo del vikingo sanguinario, si bien en realidad los encantadores edificios de madera son bastante posteriores, del siglo XVII, fruto de la reconstrucción tras de un gran incendio que arrasó el barrio original. Bryggen también está catalogado como patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Junto al Bryggen, también en la zona portuaria el mercado de pescado es de visita obligada, en temporada alta puede parecer una turistada algo agobiante por el alto porcentaje de turistas que se reúnen, pero de hecho es un mercado donde compran los locales y donde el producto es caro porque es fresco y porque en Noruega nada parece barato. La otra actividad imprescindible consiste en coger el funicular que sube a uno de los cerros que rodea la ciudad, para disfrutar de sus sensacionales vistas.

El tren de Flam

Otra excursión muy típica desde Bergen es hacia el interior, hasta una localidad llamada Flam, donde se toma un antiguo tren de montaña, hoy tren turístico, que en los 20 km de recorrido supera un desnivel de casi 900 metros, pasando por espectaculares cascadas hasta llegar a un valle desde donde se puede contemplar uno de los ramales del fiordo más grande del país, el Sognefjord (de hecho, el de Nærøyfjord es también un ramal de este gran fiordo). Naturaleza en estado puro.

A pesar de las bajas temperaturas, en invierno también está abierto el tren de Flam y operan igualmente muchas líneas de ferrys y cruceros, sólo hay que tener la prevención de madrugar porque a partir de las cuatro de la tarde empieza a oscurecer. Los noruegos recomiendan la primavera y el otoño como los mejores momentos del año para visitar los fiordos, pero evidentemente la principal avalancha de turistas les llega durante los meses de verano.

Un último apunte: los fiordos se pueden recorrer en coche, porque, a pesar de la complicada orografía las rutas están llenas de puentes, túneles y ferrys con una buena frecuencia de paso (mejor informarse antes) que permiten recorrer la accidentada costa atlántica con cierta comodidad. Para un ingeniero de caminos, Noruega debe ser un éxtasis constante. Con todo, desde Bergen es poco aconsejable hacer un salto a Oslo en coche. En Noruega prácticamente no hay autopistas y los límites de velocidad son severamente controlados, o sea que los poco más de 500 kilómetros que separan las dos grandes ciudades se transforman en un trayecto interminable por una carretera que aquí tendría más de comarcal que de nacional. Mejor dejen Oslo para otra ocasión, que también se lo vale.

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