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ERC, Junts y la CUP aspiran a evitar el pinchazo el 23J y ser decisivos mientras acentúan su división

Aragonès, Junqueras, Rufián y Jordà, este viernes en Barcelona.

Oriol Solé Altimira

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“No se arregla en dos semanas lo que lleva mal mucho tiempo”. Así se expresaba este viernes un cuadro independentista a modo de epitafio de campaña electoral. ERC, Junts y la CUP aspiran a que el domingo no se repita el pinchazo soberanista de las municipales y a ser decisivos tras haber agudizado sus diferencias estratégicas y sobre el precio a negociar para la eventual investidura de Pedro Sánchez.

La campaña ha terminado con los tres partidos tirándose los platos a la cabeza. Hace quince días, solo Junts, en su intento por hacerse un hueco en la contienda, atizaba a ERC por sus acuerdos con el PSOE. Los republicanos ignoraron al inicio a los neoconvergentes, pero han terminado por responder. 

“Nunca facilitaremos un Gobierno del PP y Vox, y no todos lo pueden decir”, ha lanzado este viernes el president Pere Aragonès, en alusión a la negativa reiterada de Junts de investir a Pedro Sánchez. “Haber negociado para sacar a demócratas de la cárcel, incluso hasta a los que ahora, haciendo un papelón increíble, nos critican, no nos hace menos independentistas”, ha terciado el candidato republicano, Gabriel Rufián, en otro dardo a Junts.

No ha tardado en responder la cabeza de cartel de Junts, Míriam Nogueras, presentada este viernes por Carles Puigdemont como “la candidata que no irá a Madrid a salvar el cuello de Pedro Sánchez”. “Ya hemos perdido mucho tiempo con mesas de diálogo, chantajes y miedos. Ahora toca Catalunya, ni Sánchez ni Feijóo”, ha afirmado.

También crítica con la estrategia de ERC desde el flanco izquierdo, la candidata de la CUP por Girona, Mireia Vehí, ha arremetido contra la mesa de diálogo: “El pueblo ya no se cree sus palabras y ya no compra el marco del régimen del 78, donde la libertad no cabe”.

Los malos resultados de las municipales, cuando se dejó 300.000 votos, no han movido a ERC del giro estratégico emprendido tras el fracaso del procés. El partido, alejado por completo de la vía unilateral que reclama retóricamente Junts, reivindica que la negociación es la única manera de lograr avances.

Las palabras de Aragonès y Rufián de este viernes hay que enmarcarlas en la tensión ‘in crescendo’ que han protagonizado los antiguos socios de Govern en el final de campaña. Tras varios comicios con una ERC hegemónica en el campo independentista (y que logró la victoria en las generales de 2019), los sondeos pronostican mucha igualdad entre los republicanos y Junts para lograr el segundo puesto.

La esperanza del independentismo es que, aunque coseche un mal resultado, tenga fuerza negociadora y sea decisivo para que PSOE y Sumar puedan de nuevo articular una mayoría en el Congreso.

Las contiendas centradas solo en el proceso soberanista –en especial las generales de 2019, celebradas solo un mes después de la severa condena del Supremo a los líderes del procés y de que las calles de Barcelona ardieran– ya son historia, pese a que la extrema derecha toque la tecla anticatalana para intentar activar a su electorado más nacionalista español. Los momentos de tensión soberanista habían matizado el tradicional voto dual de Catalunya –victorias socialistas en las generales; convergentes en las autonómicas–, pero este domingo el PSC volverá a ganar doce años después.

Además de la abstención entre los sectores independentistas más radicales, ERC, Junts y la CUP han tenido que combatir el denominado ‘voto útil’ a fuerzas estatales. Este comportamiento electoral habitual en Catalunya podría agudizarse si la izquierda logra movilizar a sus bases en la comunidad ante el peligro de un Gobierno de PP y Vox. 

En este sentido, Aragonès se ha dirigido en el cierre de campaña “a los que tienen pánico a un Gobierno de Feijóo y Abascal” y “a los que dudan entre el PSC, Sumar y ERC”, y les ha pedido el voto porque los republicanos, a su juicio, son “la única opción que garantiza frenar a la derecha y la extrema derecha y que defenderá a Catalunya hasta las últimas consecuencias”.

En Catalunya nunca ha ganado el PP y la comunidad ha sido granero de las grandes victorias socialistas. Pero en las pasadas elecciones, coincidiendo con las fechas más complejas del procés, los independentistas habían conseguido un resultado histórico en unas generales: ERC, Junts y la CUP sumaron 23 escaños de los 48 que reparte la comunidad. Lo nunca visto. Ahora ninguna encuesta les sitúa por encima de los 20.

En la batalla por el liderazgo independentista, Nogueras, tras martillear a diario contra la mesa de diálogo “de cero resultados”, buscó arrinconar a Rufián durante el debate de TV3 del martes con la propuesta de no investir a ningún presidente que no transfiera a Catalunya la competencia para celebrar un referéndum de autodeterminación. 

Fue la respuesta de Junts a las llamadas que, al inicio de la campaña, hicieron tanto ERC como la CUP para articular cierto frente común independentista en Madrid tras el 23J. La  propuesta, como era previsible, no ha fructificado en plena pugna partidista. 

Nogueras encontró la respuesta por boca del president un día después. Aragonès fijó el “precio” para que ERC invista a Sánchez, que pasa por tres condiciones: seguir negociando la autodeterminación –que el PSOE rechaza de plano–, el traspaso de Rodalies y acabar con el déficit fiscal.

Buscando a su elector más izquierdista, la CUP arremetió contra la propuesta de Aragonès porque, a juicio de su cabeza de lista Albert Botran, “hace retroceder al país a los tiempos de Convergència i Unió”. Más contundente fue el secretario general de Junts, Jordi Turull: “No me pasé tres años y medio en la cárcel por el traspaso de Rodalies”. El encarcelamiento de los líderes del procés, otrora motivo de unidad antirrepresiva entre los independentistas, ahora ya es una munición electoral más.

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