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Mi Hoa Lee pone fin a la huelga de hambre por Gaza tras 15 días: “Ahora les toca a los políticos”

El día 1 de agosto, la cineasta Mi Hoa Lee se planto en la Plaça Catalunya, en el corazón de Barcelona, e instaló una gran tienda de campaña, flanqueada por banderas de Palestina. También tomó una pizarra y con tizas de colores escribió: “Hunger Strike x Gaza. Day 1”. El contador de los días que pasaba en huelga de hambre para protestar contra el “terrible genocidio” llegó a escalar hasta el 15.

Dos semanas sin comer, en plena ola de calor, monitorizada por médicos (todos ellos palestinos) y rodeada de gente que se acercó a verla, a darle ánimos o a debatir con ella. Dos semanas en las que Lee se sentó, mirando al corazón de Barcelona e interpelando a la gente.

“Uau, es impresionante lo que haces. Esta ciudad es impresionante. He visto más acciones contra el genocidio aquí en dos semanas que en dos años en Berna”. Estas palabras las pronuncia un turista iraní que ahora reside en Suiza, y que se paró a hablar con Lee. “Bueno, igual entonces deberías empezar esas acciones tú. Coge una cacerola y sal a la calle. Verás como la gente se une”, le espetó la cineasta. “No estoy aquí para complacer a nadie, a veces hace falta incomodar un poco”, se excusa.

Durante estas dos semanas, se ha dedicado a interpelar a la ciudadanía, pero también a la clase política. Y consiguió convocar una asamblea el pasado viernes a la que asistieron todas las fuerzas de izquierda catalanas: el diputado Ferran Pedret, del PSC; el concejal Jordi Coronas, de ERC; el eurodiputado Jaume Asens y el diputado Gerardo Pisarello; y Albert Morrall y Sara Serrano, representantes de la CUP y Podemos, respectivamente.

“Sorprendentemente, pudimos hablar. Tuvimos una asamblea, sentados en el suelo, y discutimos amablemente, poniendo sobre la mesa los recursos políticos”, explica Lee a elDiario.es. Diversas personas tomaron el micrófono esa tarde: ciudadanos, activistas y miembros de la comunidad palestina. Y los políticos escucharon.

“Hemos hecho mucho ruido para poder llegar a las fuerzas políticas, para que escucharan lo que la gente tiene que decir. Estamos haciendo lo que podemos y más, pero ahora les toca a los políticos, a quienes tienen el poder”, resume Lee. “Que hagan leyes nuevas, que lleguen a Europa para parar este genocidio”, añade.

La cineasta explica que los representantes políticos hicieron autocrítica y reconocieron que no han tenido esta causa como prioridad absoluta, cosa que, según le afirmaron, cambiará a partir de ahora. “¿Hay algo que pueda ser más importante que un genocidio en curso?”, se pregunta la cineasta.

Ella se da por satisfecha con la respuesta que obtuvo. “He cumplido, entre comillas, mis demandas desde este humilde rincón del mundo”, considera. Por eso, cuando acabó la asamblea, se levantó, tomó el micrófono, y anunció que ponía fin a su huelga de hambre.

Después de 15 días, Mi Hoa Lee, rompió el ayuno. “Ha sido guay volver a comer”, reconoce con voz alegre, pero cansada. Durante estos días no ha faltado quien le ha dicho que desistiera, ya fuera desde el rechazo a su acción o desde una sincera preocupación. “Eres un ser humano, hace mucho calor y llevas muchos días. Si comes algo o bebes un poco de zumo, seguirás en huelga de hambre. Te agradecemos mucho lo que haces, pero lo más importante es tu salud”, le decía un compañero de militancia durante el día 13.

Son muchas las personas que se han acercado estos días a ver cómo estaba, a preocuparse por ella. Pero Lee siempre quitaba hierro al asunto. “No os preocupéis por mí, a mí no me caen bombas encima y si me desmayo, tengo decenas de personas que me atenderán. En Gaza no”, apuntaba, lacónica.

De hecho, su acción estuvo inspirada por el Empty Stomach Movement [Movimiento de los Estómagos Vacíos], una huelga de hambre que iniciaron a finales de julio tres periodistas y un sanitario en Gaza. Dijeron que tendrían el estómago vacío hasta que el último niño de Gaza lo tuviera lleno. “Escuché su grito y lo replico. Es un llamado desesperado a la comunidad internacional”, asegura la cineasta.

“Desde Gaza nos piden que escalemos”, asegura. Explica que estas acciones son necesarias porque, precisamente porque son extremas, son las únicas capaces de despertar a la población y acabar con la “inmunidad al dolor” después de más de casi dos años de conflicto. “Se han parado miles de personas y la expectativa está superada”, asegura.

Durante estas dos semanas, el campamento que montó Lee se convirtió en un punto de encuentro de la comunidad palestina en Barcelona, de los movimientos y activistas, pero también de la ciudadanía concienciada. En este enclave del centro de la ciudad se han celebrado asambleas y ha sido punto de partida y final de las manifestaciones que cada miércoles se hacen en Plaça Sant Jaume, frente al Ayuntamiento y la Generalitat. Pero también ha dado cobijo a ciudadanos que se han parado a hablar con Lee, a criaturas que se han puesto a dibujar banderas palestinas rodeadas de mensajes de paz y hasta algún club de lectura.

“En estas dos semanas he tenido una posición privilegiada para observar a la gente y lo que he visto ha sido más amor que odio. Hay más cosas que nos unen que las que nos separan”, asevera Lee, una optimista de manual que cree firmemente que siempre, todavía, hay esperanza.