Barcelona reconoce el periodismo comprometido de Huertas Claveria
El periodista Marc Andreu ha pronunciado un discurso muy reivindicativo, muy en la línea de lo que hubiera hecho su amigo y compañero Huertas Claveria, en el acto de inauguración de la plaza que desde hoy lleva el nombre del periodista e historiador de los barrios de Barcelona. La plaza está situada al lado del Centro Cívico de Can Felipa, en el Poblenou, el barrio en el que vivía. Además de Marc Andreu, que ha hablado en representación de la comisión ciudadana que impulsa los actos en recuerdo del periodista cuando se cumplen seis años de su muerte, han intervenido el alcalde Xavier Trias y la viuda del periodista, Araceli Aiguaviva.
“En nombre de la Comisión Ciudadana que la FAVB, la revista Carrer, la AV Poblenou, el Archivo Histórico y varios amigos y compañeros de Josep M. Huertas Claveria creamos hace un año y medio, quiero expresar la satisfacción al Ayuntamiento de Barcelona y al alcalde Xavier Trias por ver finalmente hecho realidad el compromiso de su predecesor, Jordi Hereu, de incluir a Huertas en el nomenclátor de la ciudad . Porque quien murió en marzo de 2007 siendo decano del Colegio de Periodistas de Cataluña, después de publicar (solo o en compañía) un centenar de libros y más de 6.000 artículos en multitud de periódicos y revistas, y quien recogió y eplicó la historia de los barrios de Barcelona y de sus clases populares, contribuyendo incluso de forma decisiva a la delimitación del mapa de barrios y distritos de la ciudad tal y como lo conocemos hoy; decía que quien ha hecho todo esto por Barcelona merecía , sin duda, este reconocimiento.
Quiero felicitar a todos por el hecho de que esto ocurra precisamente en el Poblenou. Huertas nació en el Eixample y de joven creció como periodista y militante cristiano y vecinal en el Guinardó. Allí es donde conoció a su amigo Jaume Fabre, compañero de periodismo, de libros y de tantas cosas, que hacían un triángulo mágico con otro buen amigo y buen periodista, José Martí Gómez. Pero Poblenou es el barrio donde Huertas vivía -porque lo llevó Araceli cuando se casaron- y donde se implicó en múltiples entidades y actividades. Desde la clandestina comisión de distrito de 1970 hasta las clases para inmigrantes de Apropem-nos, a vecinos como estos que tenemos resistiendo y viviendo como pueden en naves como la de la calle Puigcerdà. Y pasando, lógicamente, por la parroquia de Santa María y la ACO, donde militaba, y por la revista Quatre Cantons, de la que hemos editado en facsímil un número inédito dedicado a él y destruido en 1975, por temor a represalias , cuando estuvo en prisión. No puedo dejar de mencionar, por supuesto, la Asociación de Vecinos, el Ateneo Popular La Flor de Maig y el Archivo Histórico, las tres entidades que él contribuyó a fundar. Quiero recordar que la primera reivindicación de la Asociación de Vecinos fue para reclamar escuelas y un instituto; qué vueltas da la vida: ahora el barrio ha crecido y mejorado mucho pero seguimos movilizados por la educación pública y no aceptamos que los dos nuevos institutos que se nos reconoce que hacen falta dentro de tres años se nos nieguen o se nos prometan ya de entrada sólo en barracones.
También quiero recordar que por esta plaza que ahora lleva su nombre, Huertas pasaba los sábados por la mañana para ir a la reunión del Archivo y con el carro de la compra, que hacía personalmente en el mercado y en tiendas de barrio. Y también quisiera hacer una mención especial por Gigantes que hoy nos acompañan, con el Dragón, porque no sólo formó parte de la colla su hijo Guillermo, sino que el mismo Josep María, haciendo de abuelo, disfrutaba yendo de pasacalle con sus nietas, Ona y Martina. Gracias, pues, a las colles de Gigantes y del Dragón, como a todas las vecinas y vecinos que lo recordamos con afecto, por hacer esta fiesta más popular con su participación.
Ni medallas ni placas
Ahora bien, y a pesar de todo lo que nos ha costado conseguir la placa (reuniones en el Ayuntamiento, trámites burocráticos, encontrar el mejor lugar posible ...), dejadme que os confiese que quizás Huertas no era un hombre de placas. Me hizo pensar hace pocos días el presidente de la FAVB, cuando presentaba la antología de reportajes de Huertas en el Colegio de Periodistas. Lluís Rabell hizo una analogía entre Huertas y un sindicalista bretón y combatiente de la Resistencia francesa, André Calvo, que tituló sus memorias Sin botas ni medallas. Huertas, una persona sencilla, generosa y luchadora -hasta el punto que tituló sus memorias Cada mesa, un Vietnam-, quizá tampoco quería medallas ni placas. Botas sí, porque siempre se quejaba del dolor de pies y gastaba y ensuciaba muchos zapatos, de tanto como caminaba por los barrios, haciendo un periodismo a pie de calle que ahora cuesta mucho de encontrar.
Traté de buscar, en francés, este libro: Sin botas ni medallas. Y en internet encontré una auto-reedición on-line del autor, pero con el título cambiado. En el prólogo explica que esto de Sin botas ni medallas lo impuso el editor porque era más comercial. Pero dice que él prefería otro título, que es lo que puso a la reedición: J'ai essayé de comprender, que más o menos, traducido, quiere decir Yo he probado de entender. Y mira por donde, esto es precisamente, intentar entender y explicar la sociedad, la ciudad, lo que trató de hacer siempre Huertas. Como periodista y como historiador.
Así que creo que procede, en un día como hoy, entender y explicar el porqué de esta placa; su historia periodística. ¡Que la tiene! Y con suficiente entidad como para que se hiciera eco algún periódico o medio de comunicación con titulares más grandes que los que se dedicarán, en su momento, a un personaje al que el Ayuntamiento también busca calle o plaza. Y de quien Huertas, poco antes de morir, dio por publicar en la revista Carrer un artículo biográfico que nadie más le quería publicar y que le había censurado una importante editorial. Me refiero a Juan Antonio Samaranch, de quien Huertas documentaba, con rigor histórico y periodístico, que había sido un fascista que en 1938, movilizado como soldado de leva republicano en el frente del Segre, una noche se pasó a las trincheras franquistas. Explicaba muchas cosas de la fulgurante carrera política de Samaranch durante la dictadura y de sus negocios especulativos en el barrio de Ciutat Meridiana y el Delta del Llobregat, allí donde por suerte no vendrá Eurovegas. Y acababa recordando, sin olvidar la meta olímpica, que Samaranch era presidente de honor de La Caixa y tenía la medalla de oro de la ciudad.
Ya lo veis, un tocacojones, este Huertas. Sin botas ni medallas pero con plaza y placa antes que Samaranch. No está mal. Placa, de hecho, ya tiene una, en el suelo, a pie de calle, en la rotonda del Casino, junto a todas las demás que él y el Archivo Histórico pensaron que era una buena manera de homenajear vecinos que han hecho historia en el barrio. Y que, por suerte, señor concejal, hemos salvado de esta desastroso asfaltado y reforma de la Rambla que, también por suerte, ahora discutimos con un proceso participativo. Cuña reivindicativa al margen, recalco que este tipo de placa en el suelo, que se puede pisar con los zapatos -como la cronología histórica de barrio que recorre el pavimento de la Rambla Guipúzcoa- seguro que sí le gusta a Huertas, allí donde se encuentre. En cambio, la placa que hoy estrenamos, y que ha quedado preciosa, quizá no la necesita tanto Huertas como nosotros, los vecinos y vecinas, para rendirle homenaje.
Constancia postal
Sí, ya sé, y lo comentamos entre la gente del barrio: será difícil que arraigue esto de plaza Huertas. Quizás todos seguiremos diciéndole la plaza de Can Felipa. No importa. A Huertas mismo quizás ya le estaría bien, él que reivindicó con nosotros aquello de “Catex para el barrio”, que es el nombre de la última fábrica textil que hubo en Can Felipa. Este centro cívico existe también en parte gracias al Huertas. Que ahora seguro que hubiera apoyado el mantenimiento de la sala de exposiciones y que reivindicaría con la Asociación de Vecinos que una nueva piscina se haga en el solar de Espronceda con Antic de Valencia, porque ésta ha quedado pequeña y quizá se podría repensar el centro cívico con más usos sociales para el barrio y menos oficinas municipales. En todo caso, y si el nombre popular de la plaza costará cambiar, como mínimo esperamos que quedará constancia postal en la dirección del centro cívico, que ya no estará en el número 277 de la calle Pallars sino en el número 1 de la plaza Huertas.
Ahora bien, lo que seguro que queda es la historia de cómo hemos llegado hasta aquí. Este essayé de comprender, tratar de entender, que tan propio era de Huertas y de su curiosidad periodística. Cuando la Comisión Ciudadana buscábamos calle o plaza para él, primero pensamos en un pasaje. “El del marqués de Santa Isabel”, dijimos en seguida, porque el mismo Huertas había escrito que el propietario de Can Ricart no se merecía un nombre de calle después del desprecio que demostraba, junto a algunos miembros del Ayuntamiento , por el patrimonio industrial. La idea de buscar un pasaje la reforzaba el hecho de que Huertas tenía especial debilidad por un pasaje, de aquí mismo del Poblenou, junto a la calle Pujades, entre Espronceda y Lope de Vega. Se llama Pasaje de los Ciudadanos, y el nombre lo usó como título de una de las últimas secciones que tuvo en un diario, en La Vanguardia.
Lo que le gustaba al Huertas de este pasaje no era la placa, sino la historia de su nombre. Descubrió y eplicó que Otilio Alba, un inmigrante que había llegado de Cuenca en 1916 y que trabajaba de herrero en la avenida Icària, se hizo una casita hacia los años 20 o principios de los 30 en lo que entonces era un descampado. Y fue al Ayuntamiento a reclamar un nombre para la calle, para el pasaje que se había ido configurando allí, porque como no tenía nombre no recibía ninguna carta. El funcionario de turno (fijaos cómo eran antes, de fáciles, algunas cosas) le dijo que propusiera él mismo un nombre provisional. Y como Otilio Alba era republicano escogió el nombre de pasaje de los Ciudadanos. Explicaba Huertas que la provisionalidad se convirtió en definitiva y que ni el franquismo, que tantos nombres cambió, tocó el pasaje de los Ciudadanos. Pero la historia tiene final trágico, porque en aquella dirección, en 1940, la policía franquista detuvo el hijo de Otilio Alba y lo fusiló en el Campo de la Bota, el 18 de marzo de 1941, acusado de ser el secretario del PSUC en el interior.
La pequeña historia
Sin un final trágico como éste, pero con algún elemento de denuncia social, la historia de la plaza Huertas también se podrá contar para la pequeña historia, valga la redundancia, de los barrios de Barcelona. Antes de proponer Can Felipa, la comisión ciudadana estudiamos también la plaza de Can Saladrigues, junto a la biblioteca que lleva el nombre del amigo de Huertas y también historiador de barrio Manuel Arranz. Nadie lo sabe, y no lo sabíamos nosotros, principalmente porque no hay placa, pero la plaza de Can Saladrigues tiene oficialmente un nombre: se llama plaza Rosa Perolet. Era una mujer de la Perona que trabajaba en la Fabra i Coats y que durante los primeros años del franquismo organizó una huelga porque la dictadura no quería que las mujeres casadas trabajaran. Pensamos en proponer un traslado del nombre de Rosa Perolet a Sant Andreu, que es donde le tocaría estar, pero ni eso es tan fácil ni nos pareció bien cuando descubrimos que resulta que el nombre lo había sugerido precisamente Huertas.
Y así es como, finalmente, acabamos proponiendo a la ponencia de Nomenclátor el nombre de Huertas para la plaza de Can Felipa. Un nombre que, en el rincón de aquí a la derecha, donde se reúne la Asamblea Social del Poblenou nacida del 15-M, Huertas seguro que no tendría inconveniente en compartir con la denominación informal de plaza de los Indignados. Él también era un indignado. De él, que durante la transición tuvo carné del PSC, alguien dijo que era un caso inviable: socialista de partido, comunista de sindicato y anarquista de corazón. En todo caso, defendió siempre que un periodista honesto y riguroso puede militar social o políticamente con tanta o más independencia profesional que algunos compañeros que no tienen carnet o que, por ejemplo, hacen periodismo deportivo y son socios del Barça. Y Huertas nunca se escondería de las protestas ciudadanas, como marca el protocolo municipal de este acto, porque él precisamente explicaba las protestas ciudadanas, las trataba de entender y, a menudo, se sentía cómplice o participaba directamente. Como cuando en 2005 cortó la Gran Vía con cientos de vecinos y leyó en la sede del Distrito el manifiesto Defendamos Poblenou, Salvemos Can Ricart... (Que ahora está que se cae, por cierto, señor alcalde)“.
Carteles perseguidos
En todo caso, lo que a buen seguro Huertas hubiera sacado una buena historia de denuncia periodística, y hubiera interpelado al alcalde, es lo que ocurrió el lunes aquí, en Poblenou. Mientras miembros de la Asociación de Vecinos pegaba carteles convocando el barrio a este acto, apareció una dotación de Barcelona Neta que se dedicó a sacarlos todos. Las operarias nos explicaron que sus superiores, imaginemos que a instancias de la Guardia Urbana, las habían hecho venir urgentemente desde el paseo Maragall, donde estaban trabajando, para sacar expresamente estos carteles (que luego la Asociación, terca, volvió a pegar). Y para hacerles fotos, suponemos que para justificar la multa que el Ayuntamiento ya ha intentado poner otras veces a la Asociación de Vecinos, a la Coordinadora de Entidades o al Ateneo Octubre. Alguna ordenanza cívica prohíbe pegar carteles de actos sociales como, por ejemplo, éste o el de otro homenaje a Huertas, el pasado septiembre, cuando la Guardia Urbana ya indagó qué entidad firmaba los carteles que lo convocaban. Unas ordenanzas, Alcalde, que deben decir que no se pueden pegar con esparadrapo carteles fotocopiados convocando a un acto de barrio pero que, en cambio, sí permiten ponerle una camiseta del Barça a la estatua de Colón y unas gigantescas gafas Ray-Ban encima de los esgrafiados de Picasso en la sede del Colegio de Arquitectos, frente a la Catedral. Y supongo que también permiten, estas ordenanzas, que el Ayuntamiento ponga grandes lonas de color en las calles del barrio anunciando la feria de comerciantes de este fin de semana en el Poblenou igual que permiten que algunos bares privaticen el espacio público o cierren el paso de peatones por la Rambla con jardineras que incluso fijan al suelo con máquina de hacer agujeros. Quizás lo que deberá hacer la Asociación de Vecinos la próxima vez es enganchar los carteles con publicidad de la Nike y, en lugar de usar celo o esparadrapo (ya no digo cubo de cola, como se ha hecho toda la vida), clavarlos con tacos del 6.
Huertas no podrá escribir un artículo explicando todo esto. Pero sugiero que lo haga una huertamara como María Eugenia Ibáñez, o Martí Gómez, que como son reconocidos pericos, seguro que le sabrán sacar punta a la comparación de los carteles vecinales perseguidos (y esperemos que finalmente no multados) de este acto por un Ayuntamiento que, en cambio, se vende a Colón para vestirlo del Barça.
Comprometerse con la gente
Vecinas y vecinos, alcalde y concejales: es esta toda la historia que hay que saber de la placa. Una placa y una plaza que agradecemos sinceramente al Ayuntamiento, por haber satisfecho las demandas de la comisión ciudadana en recuerdo de Huertas. El Ayuntamiento nos ha editado también uno de los dos libros que hemos publicado. Para terminar, nos atreveríamos a pedir también ayuda para hacer un gigante con la figura de Huertas, como el que ya tiene en la Zona Franca quien fue buen amigo suyo: Paco Candel. ¿Hay dinero municipal para el circuito de Montmeló y no para hacer un gigantón de Huertas? Ya nos lo dirá usted, alcalde. Y a pesar de meter el dedo en el ojo como hizo Huertas con todos los alcaldes, desde Porcioles a Hereu, tampoco queremos hacer demagogia. Sabemos que la crisis y los recortes son reales. Lo explicaba aquí Fredy el jueves por la mañana, después de que los operarios municipales pusieran la placa. ¿Quién es Fredy? Pues el trabajador boliviano que repintó de blanco esta fachada porque hoy luciera bonita. Decía que estaba subcontratado por una empresa que hace chapuzas para el Ayuntamiento pero se quejaba de que antes no paraba de pintar centros, escuelas y centros cívicos y que ahora con los recortes, casi no le sale trabajo. Decía Fredy que ya sólo lo subcontratan, de vez en cuando, los distritos de Nou Barris y Sant Andreu y directamente del área de Alcaldía (que es en este caso quien debe haber pagado la pintura, entiendo). Explicaba también Fredy que él vive en el barrio del Gorg, en Badalona, y que no sabía quién era el personaje de la placa. Casualidades de la vida, Fredy explicó que llegó aquí desde Bolivia precisamente el mismo año que murió Huertas. Podemos pensar que seguro que él estaría muy contento de haberle dado trabajo. Sin botas ni medallas, pero con zapatos para hacer periodismo de calle y para comprometerse con la gente, sólo por eso ya merece la pena esta placa, Josep Maria.