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El 'sí-no' crítico y lleno de memoria de la abuela Mercè

Mercè Bel en el momento de rellenar la papeleta. / Enric Català

Jordi Molina

Barcelona —

Sale de casa nerviosa y presumida. Le acaba de llamar la consuegra y le ha dicho: “Mercè, ¡sal con tiempo que hay cola!”. Ella se ha puesto el pin y el adhesivo de la Asociación Catalana de Expresos Políticos, la chapa del Ara Es l’Hora, y ha iniciado el breve recorrido que separa su piso de la calle Diputació hasta su colegio electoral, la Escuela Carlit, en el número 162 de la calle Roger de Flor. Paso lento, pero decidido. Mercè Bel tiene 84 años y en cada cita electoral suele recordar a su marido Antonio, fallecido “demasiado joven” a la edad de 47 años, debido a un infarto.

Encarcelado por el régimen franquista por sus convicciones republicanas y comunistas, la salud de su marido fue empeorando hasta apagarse la tarde del 13 de febrero de 1978. Antes había pasado por la Modelo, por el penal de Burgos, y había conocido la crueldad de los hermanos Creix, policías de la Brigada Político-Social. Antonio, de familia murciana, se fue pero dejó en su lugar el legado de una larga militancia política, estrechamente ligada al republicanismo del PSUC. “Si él viviera hoy votaría Sí a la primera pregunta, eso seguro, pero no sé que haría en la segunda porque era muy murciano”, dice risueña, mientras la saludan vecinos de toda la vida por la calle.

Tampoco Mercè tiene claro cuál será el sentido final de su voto. “No tengo nada en contra de la independencia y me emociona mucho la jornada de hoy, pero esta tierra la han defendido personas de muchos lugares, y soy de las que todavía cree en las izquierdas de todo el Estado, pero las izquierdas de verdad, ¿eh?, las que también lucharon por las libertades nacionales y sociales de Catalunya”. Para ella, lo más importante de la jornada de hoy es salir a la calle y participar: “Tenemos que votar masivamente para reivindicar al Estado lo que ya nos robó durante demasiado tiempo: la libertad”.

Mercè se acerca al colegio que tiene asignado para votar. A las puertas de la escuela Carlit una chica joven –una de las más de 9.400 voluntarias del Barcelonès– la coge de la mano para llevarla a la Sala A, cerca de la mesa 2801Z. Llueve y el suelo resbala, pero no deja de reflexionar en voz alta. Hace mucho tiempo que en la asociación de Ex Presos Políticos no reciben las subvenciones necesarias, y eso la tiene indignada. “Tenemos un Gobierno que dice querer mucho a su país, pero nosotros, los ex presos y sus familiares, no hemos visto nunca demasiada solidaridad por parte de CiU, más bien hipocresía en términos de memoria histórica”. No lo dice por decir, tiene un montón de ejemplos clasificados gracias a una memoria de elefante.

“Ni van al homenaje a los Brigadistas Internacionales en el Carmel, ni tampoco vienen a apoyarnos en los acto de recuerdo de los caídos del Fossar de la Pedrera; en cambio las izquierdas sí vienen, tienen otra sensibilidad, otro concepto de la memoria”. También lamenta que, últimamente y debido a los recortes, la asociación pasa por un momento delicado. “No nos ha quedado otro remedio que hacer nuestro boletín informativo en blanco y negro, como si fueran fotocopias, cuando antes lo hacíamos a todo color”. No sólo eso, Mercè pide al Gobierno de Artur Mas más ayudas porque a los abuelos de la asociación les cuesta cada vez más ir a las escuelas a dar charlas informativas. “Nos llevan los hijos o los nietos, estaría bien que nos ayudaran desde las instituciones”.

Llega el momento final. La hora de marcar las casillas correspondientes. Una respuesta binaria que, según a qué edades, puede parecer una compleja ecuación. Marca el en la primera casilla y, “de momento”, el No en la segunda. “Las cosas tienen que cambiar, no podemos seguir así, y mi voto es un voto de castigo a los dos Gobiernos”. Su mesa electoral, casualidades de la vida, la preside Magda Oranich, la abogada que formó parte del equipo defensor del militante de ETA Jon Paredes Manot Txiki, en el consejo de guerra de 1975. Charlan hasta que se da cuenta de que afuera llueve. El día se ha oscurecido y en el camino de vuelta sigue reflexionando sobre política, la libertad y la justicia social. “Lo más importante es que los jóvenes no pierdan el sentido crítico y esta batalla, de momento, la estamos ganando”.

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