El escote no me incomodaba, eso sí
Dicen que de cada crisis sale una oportunidad. Que deben aprovecharse. Cada vez que lo siento pienso lo mismo: y una mierda. Las oportunidades deben buscarse y se pueden encontrar sin tener que lidiar con un problema. El escote de la portavoz del Govern no ha provocado una crisis pero sí una polémica tan absurda como evitable. No lo he buscado, no le he querido y no he contribuido a ello. Por eso hasta ahora no he dicho nada al respecto. Pero periodistas, y también alguna que no lo es, piden desde entonces mi versión de esta polémica tan retrógrada como, desgraciadamente, demasiado repetida con protagonistas, siempre mujeres, todas involuntarias. Vamos.
La blusa escotada que elegí para ir a una entrevista en televisión no me hacía sentir incómoda. Escribir sobre mis tetas en este artículo, sí. Pero hablemos de ello. Y que esto sirva para que mañana ninguna mujer tenga que dar explicaciones sobre el tamaño de su escote en particular o sobre su estética en general. La blusa que me puse no me hacía sentir incómoda ni antes ni durante mi intervención. Tampoco cuando a media entrevista entraron a recolocarme el escote me sentí censurada. Porque no entendí qué pasaba y porque estaba concentrada en intentar hacer balance del primer año como portavoz, pero sobre todo porque quería anunciar que este verano se pone en marcha un nuevo formato que permitirá a cualquier catalana o catalán preguntar directamente al Govern sobre todos los temas que interesan y afectan a la gente. Y la portavoz, o sea yo, les responderá.
'¿Se me ha visto un pecho?', pregunté mientras profesionales de vestuario me recolocaban la blusa. Nadie me contestó. '¿Se me han visto los pechos?', volví a repetir. Pero estábamos en directo y no había tiempo para las explicaciones que vinieron después y que ya son públicas. Alguien pensó, erróneamente, que no estaba cómoda y con la mejor de las intenciones intentaron arreglarlo. Yo me lo creo. Pero la decisión no fue acertada y de eso ya no hay duda porque si no no estaríamos hablando de ello.
Desde el equipo de comunicación de Govern hace semanas que habíamos decidido que buscaríamos nuevos espacios comunicativos para la portavoz más allá de la sala de prensa del Palau de la Generalitat, para conseguir una comunicación más cercana y tranquila al margen de la inmediatez de los informativos y las ruedas de prensa. Los artículos de opinión son uno de estos espacios y lo aprovecho.
De cada crisis no sale una oportunidad, pero de esa polémica aprendamos que no podemos normalizar la presión estética que sufrimos todavía hoy las mujeres. Que debemos dejar de opinar del escote de la portavoz, y de la que no lo es, si no nos lo han pedido. Los comentarios no deseados sobre nuestros cuerpos, los pechos, el peso, la talla del pantalón, el culo, la barriga, el color de las uñas, el maquillaje demasiado fuerte o inexistente nos avergüenzan, nos incomodan.
Las que hemos tenido que pasar por ello dentro de unos años seremos un saco de males o seremos una roca. Y los momentos de mirar atrás difícilmente nos harán gracia y, casi seguro, nos harán daño. Se acabó el período de gracia: ya no vale justificar que los comentarios son bien intencionados o que no habíamos previsto que pudieran ofender. ¿Saben cuál es la mejor forma de no equivocarse en este tema? No decir nada. Nos vestiremos cómo queremos, sin pedir permiso ni esperar opinión.
En 2008, Angela Merkel llenó muchos más titulares que yo por llevar lo que algunos consideraron un escote inapropiado y provocativo en la inauguración de la nueva ópera de Oslo. Ninguna similitud entre ella y yo, demasiada entre donde estábamos hace catorce años y donde estamos todavía, hoy, cuando algunos ven un escote.