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La física cuántica, la ciencia desconocida convertida en arte

Imagen del Gran Colisionador de Hadrones del Laboratorio Europeo de Física de Partículas

Edgar Sapiña

Cuando usamos el GPS estamos recurriendo a la física cuántica. Cuando vamos al médico para hacernos una resonancia magnética lo hacemos gracias a la física cuántica. Cuando utilizamos un DVD -o cuando lo hacíamos, mejor dicho-, la tecnología láser del reproductor lee lo que hay en el interior del disco. Eso también es física cuántica.

Cuántica es el nombre de la nueva exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), que desde el 10 de abril hasta el 24 de septiembre muestra a los visitantes las claves para entender los principios de esta disciplina. La muestra se compone de trabajos propios del campo de la ciencia mezclados con piezas artísticas. Varios de los proyectos muestran de hecho la influencia de la cuántica en el mundo del arte.

“Al unir estos dos itinerarios, el artístico y el científico, se configura un panorama poliédrico que plantea nuevas preguntas y conexiones que contribuyen a la comprensión de una realidad aparentemente invisible y el impacto que esta tiene en nuestras vidas”, aseguran desde el CCCB. “La física cuántica es, probablemente, una de las disciplinas más complejas, porque sus principios contradicen nuestra experiencia de la realidad a escala humana”, sostiene la directora del centro, Judith Carrera.

En la misma línea se expresa José Ignacio Latorre, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Barcelona, que asegura que en el mundo microscópico “la gravitación es irrelevante, no pinta nada”, mientras que para los humanos las leyes de la gravedad son fundamentales.

Esta ciencia estudia aquello que los seres humanos no ven a simple vista. La cuántica analiza las partículas más elementales y pequeñas de la materia, más diminutas incluso que los átomos, como es el caso de los electrones, los fotones o el Bosón de Higgs, una partícula descubierta en 2012 por Peter Higgs y François Englert y por la que fueron galardonados con el Premio Nobel de Física en 2013.

Juan Cortés es uno de los artistas que participa en la exposición. La tecnología es su medio para crear arte. Su obra, Supralunar, se basa en dos máquinas que simulan un reloj y en las que se observa el papel de la materia oscura a la hora de formar galaxias, como el propio artista cuenta a eldiario.es. Cortés tiene por objetivo transmitir más preguntas que respuestas.

Este artista, de origen colombiano, quiere que los visitantes piensen en el papel de las máquinas como mediadoras entre los humanos y la realidad. A su vez, Cortés quiere poner sobre la mesa el vínculo existente entre la ciencia y el arte, un enlace que se crea a partir de las preguntas, las dudas y las incertidumbres sobre lo que es la realidad.

La cuántica, entre la ciencia y la filosofía

La cuántica conecta con muchas de las preguntas que se formula la filosofía. Albert Solé, filósofo y físico, asegura que son disciplinas complementarias. “Como filósofo de la física no me ocupo de entrar en un laboratorio y hacer experimentos, pero sí me preocupa cómo hay que interpretar esa teoría o si se puede interpretar de uno o más modos”. Por este mismo motivo, Solé asegura que la cuántica busca responder las preguntas que se han hecho siempre los filósofos, como qué es el espacio, qué es el tiempo, qué es la materia o qué es la naturaleza.

Para Latorre, la cuántica se configura a partir de esta dualidad. Gracias a ella se han creado múltiples tecnologías, como los relojes atómicos, los rayos X o los transistores. Del mismo modo, tiene una carga filosófica, ya que esta ciencia trata de resolver interrogantes como el saber o la realidad, preguntas que los filósofos llevan cavilando durante milenios.

A pesar del desconocimiento, esta ciencia es usada cada día por millones de personas. “La física cuántica es un alumno bueno castigado mirando a la pared, que nadie lo ve”, señala Latorre. Sin embargo, este físico asegura que hay estudios que demuestran que en un país desarrollado más del 50% del PIB se basa en conocimientos que tienen origen en la cuántica, como es el caso de las comunicaciones.

Los GPS funcionan gracias a la interacción de una multitud de elementos que van más allá de la Tierra. En el caso de los teléfonos móviles, para saber dónde se encuentra una persona, el smartphone recibe la señal de cuatro satélites que orbitan alrededor del planeta y que en ese momento establecen contacto con el teléfono. En cada uno de estos satélites hay un reloj atómico, que se caracteriza por su enorme precisión, y, dentro de este, hay un electrón que salta de un nivel de energía a otro y crea un fotón, una partícula de luz. Con todo, la persona que está tratando de localizar su posición recibe la señal de estos cuatro satélites, que indican su posición exacta.

La cuántica nació hace 100 años después de buscar respuesta a las preguntas más elementales de la historia. En 1900 el físico alemán Max Planck descubrió lo que él denominaría constante de Planck, una teoría que servía para calcular la energía de un fotón. Su hallazgo sería recompensado con el Premio Nobel de Física de 1918. Poco más tarde otros científicos, como Albert Einstein o Niels Bohr, seguirían generando conocimiento sobre la física cuántica, el primero con la ley del efecto fotoeléctrico y el segundo con sus trabajos sobre la estructura atómica y la radiación.

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