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“Donald Trump no sabemos qué será, si Berlusconi o Mussolini”

Javi López, durante la entrevista en un café barcelonés

Tomeu Ferrer

Javi López (31 años) es eurodiputado socialista. Es uno de los cuadros emergentes del socialismo catalán. Fue Profesor Asistente de Derecho Comunitario en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Dentro del PSC es el responsable de la política para la Unión Europea. En el Parlamento europeo está adscrito al ámbito social, de empleo y exteriores.

¿Parece que el Parlamento Europeo le ha hecho un encargo importante vinculado con un informe sobre la desigualdad, puede dar detalles?

El encargo es ejercer de ponente este año del informe que debe aprobar el Parlamento europeo. El trabajo se titula “El combate contra las desigualdades como palanca para el crecimiento económico”.

¿Quien propuso el informe?

Fui yo mismo, porque creo que es un trabajo idóneo para los debates de este momento, no sólo en la academia sino en la política global.

¿Por qué hacer este trabajo en 2017?

Porque hoy la vida de algunos europeos se parece más a capítulos concretos de la novela Las uvas de la ira, de John Steinbeck: gente expropiada, abocada al trabajo precario, como ocurría en California, que lo que imaginábamos que había ser Europa.

¿Cómo está Europa desde el punto de vista de la igualdad?

Hoy tenemos en Europa 119 millones de pobres en peligro de exclusión social. Una de las reflexiones que se han de hacer en estos años es que la igualdad no debe plantearse sólo desde el punto de vista ético o moral sino que tiene un impacto directo sobre otros ámbitos.

¿Como cuáles?

Tiene un impacto fuerte sobre la democracia, porque recursos y capital son fuente de poder y asimetrías de recursos provocan asimetrías de poder. Pero no sólo eso. Hemos visto que las desigualdades tienen un gran impacto sobre el crecimiento económico. Porque distorsionan mucho la demanda interna en Europa.

No se puede olvidar que en Europa hay una relación entre equidad y crecimiento económico. A finales del siglo XX se decía que la desigualdad era un precio a pagar por la eficiencia del mercado. Ahora, estudios como los de la OCDE y el FMI dicen lo contrario. Yo creo que un cierto grado de igualdad se convierte en cemento para las instituciones: la clase media es la que fundamenta con solidez una democracia.

¿Y eso lo decís por las últimas noticias electorales?

El último año hemos visto un ciclo electoral con dos señales muy importantes: el referéndum de Gran Bretaña y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Entre otras cosas los resultados electorales se explican por las desigualdades en sus sociedades. Podríamos decir que las elecciones han dado como resultado aberraciones electorales.

Si le parece bien, volvamos a su estudio. ¿Por qué analizar las desigualdades?

En este sentido el libro que tuvo más impacto el año pasado fue el de Branco Milanovic, Global iniquality, donde explica que el primer mundo las clases medias y trabajadoras han sido las más perjudicadas por la globalización. Pero no en otras zonas del mundo, como en Asia o en China. Con la voluntad de compensar todo este impacto negativo es que comienzo a trabajar en el informe.

Tal como está la Unión Europea, quien deberá decidir si su informe se transforma en medidas concretas serán los ejecutivos nacionales. ¿Lo veis posible?

Estoy convencido de que el trabajo del Parlamento Europeo después tiene un impacto, aunque sea a medio plazo sobre el resto de la dinámica institucional. Es más, una parte de los avances integración o la perspectiva social son fruto de iniciativas del Parlamento. Y no sólo para el Consejo, sino a la Comisión Europea.

La perspectiva social de la UE ha quedado muy dañada por sus políticas. Sin embargo, hay dos hojas de ruta a explotar: los objetivos de la Cumbre de Lisboa y la estrategia 2020. En ambos casos no han funcionado porque no había herramientas para cumplirlos.

¿Además, la política general de la Unión va hoy en una dirección diferente?

La política macro que se diseñó desde el ECOFIN, el Eurogrupo y el Semestre Europeo, basada en las políticas de austeridad, iba en otra dirección. En dirección contraria a los objetivos que se había marcado Europa en materia social. De otro modo, nosotros, con el informe, quisiéramos impactar en dos cosas. La primera en el denominado pilar social europeo, que es hoy uno de los proyectos que hay sobre la mesa. Es quizás el único objetivo europeo que no es refractario. Porque la política europea ha sido básicamente refractaria: negociaciones con Grecia, crisis de refugiados, Brexit...

Aprovechando el pilar social hemos de intentar acabar con la visión antipática de la política Europea. Por tanto, hemos de construir un baluarte de derechos sociales europeos, especialmente en el ámbito laboral que nos debe servir de paraguas para dar contenido a políticas públicas de progreso.

¿Qué propondríais?

Pues, una prestación de desempleo basada en una caja europea, tablas de salario mínimo interprofesional a escala europea o una Renta Garantizada de Inserción también en el ámbito continental.

Otra idea es enviar un mensaje en el sentido de que la lucha contra la desigualdad es también un mecanismo, una palanca que puede conseguir más crecimiento. Luchar contra la desigualdad es positivo en sí mismo, ¡este es el cambio de paradigma que proponemos!

Sin embargo, ¿no le parece que las propuestas que plantee, el pilar social o la política 2020 son sólo parches en un mar de políticas liberales que dominan Europa?

En Europa faltan líderes importantes como lo era Jacques Delors, que dibujaba objetivos estratégicos ambiciosos. Creo que la Unión Europea, si no cambia el rumbo actual, está en un posible proceso de deconstrucción. Y diría que este puede venir más de la mano de las urnas que de la mano de los mercados. El proyecto de integración se resiente del hecho de que las respuestas económicas en Europa estén construidas desde una perspectiva alemana, de capitalismo renano, con su obsesión en las exportaciones, en el control de la inflación y la moderación salarial. Todo esto puede acabar estrangulando el sur de Europa donde puede desarrollarse una posición refractaria hacia la UE.

¿Y esto quizás se acentúa después de la victoria de Trump?

Efectivamente, tras la elección de Trump y de la salida de Gran Bretaña de la UE. Dicho esto esperamos que Trump sea una señal que haga reaccionar a Europa, porque hemos visto como últimamente la dirección social desmenuzaba y ahora lo que está en peligro es la dimensión liberal del proyecto ilustrado.

Trump no sabemos hacia dónde irá, si será Berlusconi o Mussolini. El personaje se parece más a Berlusconi, pero lo que dice se parece más a lo que decía Mussolini.

La gran pregunta es que, en el gran tablero mundial la respuesta de tolerancia y respeto, de valores ilustrados, de redistribución, la defenderá la Unión Europea o no la defenderá nadie.

¿Que le parece la decisión de Trump de impedir la entrada en Estados-Unidos de personas de siete países musulmanes?

Me parece que los primeros días de la Administración Trump demuestran que era exactamente lo que parecía. Ya sabemos algunas cosas. En el ámbito político la suya será una administración nacionalista, populista y xenófoba. Y en sus políticas parece que primará el proteccionismo y discriminación especialmente en el ámbito migratorio. Esto se vio con la decisión del pasado fin de semana en relación con los derechos humanos. La suya es una agresividad en cuanto a las relaciones internacionales, que no habíamos visto antes.

¿Que ataques son los que considera más graves?

Trump ha mostrado hostil a Europa, rompiendo el puente histórico del bloque atlántico. Se ha mostrado aliado con Rusia y ha iniciado una escalada de tensión con China en el Pacífico. Por último con México no se puede descontar la posibilidad de una guerra comercial. Todo ello desde los gobiernos de los Estados y desde la Unión Europea no se puede tolerar. Las medidas que adopta el presidente estadounidense le sitúan el sendero del autoritarismo.

Aquí los gobiernos nacionales, el de España y la Unión Europea han de levantar la voz en contra de lo que está haciendo Trump. La única administración que ha enviado un mensaje en defensa del legado democrático ha sido la alemana.

En esta tesitura qué papel se puede hacer desde el Parlamento Europeo. ¿La opinión pública parece tener una pobre idea de su efectividad?

En primer lugar debemos combatir es el muro que hay entre la opinión pública y el debate europeo. El Parlamento no permite construir una mayoría para construir un gobierno, es cierto. Pero se dan pasos adelante. El presidente de la Comisión procede del Parlamento.

Otro problema es que desde sus inicios el Parlamento Europeo funcionaba a partir del consenso y de la unanimidad de los Estados. Esto ahora no vale, porque se debate el corazón de la soberanía: el euro, Schengen, la libertad de movimientos... Y estos asuntos precisan, para avanzar, del contraste entre fuerzas políticas. En caso contrario, aparecen nuevos actores, como la extrema derecha, que sitúan el conflicto entre el proceso de integración y ellos.

A los ciudadanos las decisiones procedentes de Europa que últimamente más les han afectado proceden del ámbito judicial, del Tribunal de Justicia Europeo. ¿Cómo se explica eso?

Esta visión puede ser cierta pero un poco sesgada. De Europa llegaron sentencias como las de las cláusulas suelo, que afectan muchísimo a los ciudadanos, o también algunas decisiones sobre la reforma laboral que han cambiado sus aspectos más nocivos. Hay que recordar que estas sentencias llegan porque jueces españoles han pedido aclaraciones a Europa, lo que ha facilitado las sentencias. Y yo quiero diferenciar entre los jueces españoles y las instituciones de gobierno del poder judicial español.

¿No cree que los socialistas deberían hacer autocrítica por qué son corresponsables de la elección de los componentes de los altos organismos judiciales españoles?

Si. Una de las reformas institucionales que necesita el país es la del poder judicial, y cómo se gobierna el poder judicial. Ahora bien, insisto, los jueces son uno de los estamentos que más han hecho para corregir políticas muy nocivas como la reforma laboral.

¿Cree que facilita su tarea en Europa el hecho de que el PSC gobierne en Barcelona con Colau, en Tarragona con el PP y en Lleida con Ciudadanos?

Una cosa que ha perjudicado al PSC es que muchos ciudadanos han visto desdibujado su proyecto. Ahora bien, en la última etapa, con Miquel Iceta, creo que se ha retomado el hilo. En relación con la gobernabilidad soy favorable a políticas de alianzas con las izquierdas. La realidad catalana nos lleva a eso. Aquí tenemos uno de los mapas políticos más fragmentados. Tenemos 3 o 4 organizaciones sólo en la izquierda, lo que prueba que el sistema político catalán ha implosionado.

¿Y a escala española?

El peligro es que en España se configure en un sistema de casi partido único, con un PP que agrupa toda la derecha, con un 40% de los votos, y dos fuerzas de izquierdas con el 20% cada una, lo que dibuja las diversas Españas posibles tanto desde el punto de vista territorial como generacional y dificulta la alternativa, también desde la socialdemocracia.

Aceptáis que la socialdemocracia se ha desdibujado. Yo recuerdo episodios como la declaración de Rodríguez Zapatero cuando decía que bajar impuestos era de izquierda.

Y es un error, obviamente. Si volviéramos atrás debería hacerse de otra manera. Los errores de la socialdemocracia tienen que ver con la deriva del capitalismo en los años 80 que consistió en des-regulación y con un sistema financiero atrofiado, que llevaron a la desigualdad. No vimos que el mercado laboral cambiaba y no fuimos capaces de combatir esta tendencia de fondo.

Ara el problema no sólo tiene que ver con el capitalismo global sino con la democracia como tal. Y el resto de la izquierda tiene las mismas limitaciones.

En Europa, donde la desregulación también es una tendencia dominante, la socialdemocracia ha gobernado durante mucho tiempo...

La deriva comenzó con Schröder y Blair los años 90. Fue un error vinculado a la tendencia global de la economía y el efecto espejismo que tuvo la caída del Muro de Berlín, con lo que se dijo del 'fin de la historia'.

A pesar de todo, Europa es aún el modelo social más equilibrado y equitativo del mundo. Concentra la mitad del gasto social del planeta, lo cual es una medida del papel que ha tenido la socialdemocracia en la construcción de la Unión

¿Qué se ha de hecho para cambiar la situación?

El problema que tenemos es la hoja de ruta, fruto del diseño del Estado de Bienestar inspirado por la experiencia de Gran Bretaña. Después de la segunda Guerra Mundial se dibujó una política que implicaba educación y sanidad gratuitas e inversiones keynesianas. Ahora con esto no es suficiente. En la zona euro no se puede hacer keynesianismo en un solo país. Lo que hay que hacer es construir mayorías en Europa a favor del keynesianismo desde una óptica progresista.

Frente a las nuevas políticas laborales que han supuesto la precariedad, o la robotización, no basta con sanidad y educación. Necesitamos más mecanismos para redistribuir. Y aquí entran políticas de transferencia de renta incluso entre la gente, con ideas como la renta básica.

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