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'Síndrome de abundancia': la campaña de un instituto de Ciudad Real para evitar el desperdicio alimentario

Las cinco preguntas del desperdicio alimentario

Teresa Sánchez Garzón

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“Fomentar la conciencia medioambiental y la empatía hacia los que no tienen”. Este es el principal objetivo de ‘Síndrome de abundancia’, un proyecto puesto en marcha por los alumnos del Instituto de Educación Secundaria Antonio Calvín de Almagro, en la provincia de Ciudad Real, que básicamente lo que persigue es concienciar sobre la necesidad de evitar el desperdicio alimentario por diferentes razones, tanto éticas, económicas como medioambientales.

“Cuando se habla de reciclaje, de objetivos de desarrollo sostenible o de medio ambiente, se piensa en plásticos o carburantes pero no se piensa en algo tan normal como la comida y sin embargo es una de las cosas que más desperdiciamos porque lo tenemos automatizado y me pareció interesante trabajar por ahí”, explica la profesora de Plástica y responsable del proyecto, Inmaculada Contreras.

Para conseguir el objetivo de este proyecto hace dos años se puso en marcha una campaña para crear conciencia sobre la necesidad de evitar el desperdicio alimentario. “En clase, iniciamos el trabajo en torno a ese tema por consenso. Investigamos sobre implicaciones y consecuencias del desperdicio alimentario, y, cuando conocimos la problemática comenzamos a diseñar imágenes y vídeos para iniciar una campaña en redes sociales”, explica la responsable del proyecto.

Lo que comenzó siendo un proyecto planteado para una clase, en concreto para los alumnos del grupo de Imagen y Sonido, se extendió a varios niveles de la ESO y a dos centros más de la localidad y poco a poco fue evolucionado y se ha ido desarrollado en distintos centros educativos de España, gracias a las redes sociales. Además al usar un medio tan habitual para los jóvenes como son las redes sociales, consiguieron conectar con entidades como ‘Yo no desperdicio’, ‘We Save Eat’ o ‘I’m perfect food’, iniciativas de carácter privado y público que luchan por la misma causa.

Al tornarse un proyecto colaborativo de concienciación sobre la necesidad de evitar el desperdicio alimentario desde la perspectiva del ámbito educativo, alumnos y profesora gestionan de forma conjunta el blog y las redes. Todas las actividades que van realizando, y los aportes de otros docentes con sus alumnos se recogen en un blog colaborativo, y se comparte, para propiciar el contagio.

“Los alumnos estaban tan concienciados y tan exultantes, que contagiaron al grupo de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente, y la profesora de Biología, Francisca Madrid, se nos unió con aportes que hicieron los chavales. Tras eso, yo misma me entusiasmé, y empecé a trabajar el tema en la asignatura de Educación Plástica y Visual. Y otro profesor de mi centro, Lorenzo Sobrino, también decidió colaborar desde el área de Lengua y Literatura”, asegura Inmaculada.

Básicamente lo que hacen en el Instituto es adecuar la asignatura a esta campaña. “Por ejemplo si los estudiantes de Imagen y Sonido tienen que editar vídeos los hacen sobre ese tema, o si tienen que trabajar imágenes y sonidos lo hacen al servicio de la campaña. Los de Plástica tenemos que trabajar también técnicas o imágenes y todo va enfocado hacia lo mismo”.

“Los chicos que han participado al final toman conciencia. Lo bueno que tiene es que cuando te das cuenta del desperdicio lo minimizas aunque no quiere decir que seamos santos pero sí que los chicos se dan cuenta de que no es algo ajeno a ellos, sino que es algo más normal”, explica la responsable del proyecto.

Virginia, es una estudiante de Segundo de Bachillerato que participa desde el comienzo del curso en esta iniciativa a través de la clase de Imagen y Sonido. “Nos plantean diferentes proyectos, en los que trabajamos diferentes métodos de imágenes y sonidos basados en esta campaña. Por ejemplo hacemos memes para concienciar, infografías o incluso entrevistas”.

“Nunca me había planteado la cantidad de alimentos que desperdiciamos y mucho menos el impacto que tiene”, asegura la joven quien ha cambiado su percepción sobre los alimentos. “Intento comerme más que nunca todo lo que me ponen en el plato y también estoy intentando concienciar a mi familia. Por ejemplo mi madre solía comprar mucha más comida y ahora parece que estoy intentando que compre menos”, concluye.

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