Los traumas y las crisis globales, cada vez más aceleradas, aumentan la brecha percibida entre los ciudadanos respecto a las instituciones y quienes las ocupan. Políticos, gestores de lo público, académicos o expertos son percibidos como parte de una élite que se distancia del mundo real. La polarización se extiende como un clima, pero tiene una parte tangible: la brecha entre quienes pueden permitirse una vida digna y quienes se quedan colgados. En este espacio surgen los populismos, las respuestas radicales o las opciones tecnocráticas, que en aras de la ortodoxia económica y el conocimiento académico se alejan del concepto de bien común. El futuro de las democracias se plantea como un espacio para la investigación, reflexión y difusión de procesos y mecanismos de participación ciudadana hasta el análisis de las causas y consecuencias de la fatiga democrática y la respuesta de lo público.
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