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Un mar de incertidumbre: el trabajo de los observadores ambientales en Malvinas durante la pandemia

Un observador ambiental durante su trabajo en un buque pesquero en el Atlántico Sur.

Laura Martínez

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El 19 de febrero, cuando el mundo miraba el coronavirus como una rareza surgida en la provincia china de Hubei, un grupo de españoles cogía un avión que les llevaría a las islas Malvinas (Falklands Islands, en su denominación inglesa). Tras una escala en Londres, donde se reunieron con sus compañeros portugueses, italianos y croatas, la expedición de observadores ambientales llegaba el día 23 a ese archipiélago del Atlántico Sur. El virus seguía siendo una enfermedad que afectaba principalmente al gigante asiático, aunque tardaría poco en confirmarse su expansión. El mundo seguía girando.

Las noticias sobre la transmisión del SARS-CoV-2 y su paso de epidemia a pandemia cogieron a los observadores ambientales en medio del océano, trabajando. Al poco de llegar a Malvinas se embarcaron en los distintos buques para comenzar un nuevo trabajo en los caladeros del archipiélago, acompañando a los pesqueros de calamar durante un par de meses. Según explican en una carta publicada en este periódico, son profesionales que embarcan en buques de toda índole para el control de las actividades pesqueras, la toma de datos científicos de las especies o la certificación de buenas prácticas a bordo llevadas a cabo por la tripulación para conseguir objetivos comunes de pesca sostenible y conservación del medio ambiente. “A medida que iban pasando las primeras semanas a bordo, la preocupación por las noticias que iban llegando al barco cada vez era mayor. Todo parece indicar que seguiremos atentos a las cifras oficiales que nos llegan cada día hasta nuestro regreso a casa”, explican.

A través de WhatsApp, los observadores trasladan a eldiario.es cuál es su situación, con una calma que cuesta de encontrar desde el origen de la pandemia. “La situación que vivimos aquí ahora es de cierta incertidumbre. Seguimos a diario con atención las noticias que se van desarrollando en España y en el resto del mundo con respecto al número de contagios y muertes producidas por el coronavirus”, explica Javier Vivó, interlocutor del grupo con este periódico.

“Estamos conectados al mundo pero aislados al mismo tiempo, algo que también nos ofrece seguridad con respecto a la pandemia actual. Permanecemos muy atentos también desde aquí a la famosa curva de contagios, esperando que se ralentice cada día que pasa. Las comunicaciones fluidas vía internet están siendo de gran ayuda para sobrellevar mejor esta situación, y podemos saber en cada momento la situación real que se atraviesa”, añade este joven, natural de Paterna (Valencia).

La conexión a Internet supone un alivio diario para el tiempo libre y una forma de mantenerse en contacto con sus familias. Aunque la jornada laboral es dura y les mantiene ocupados, llenan el tiempo de ocio con ejercicio físico, ficción audiovisual y contacto con las familias. Las rutinas, explican, ayudan mucho. “Seguimos una rutina diaria desde el primer día que embarcamos hasta el último. La vida a bordo de los barcos y las tareas de nuestra profesión (muestreos, avistamientos, estimaciones de captura) nos mantienen ocupados durante prácticamente todo el día. Los horarios de trabajo suelen ser fijos durante la campaña aunque diferentes eventualidades suelen suceder -la ‘marea’, en argot marinero-”.

Su regreso todavía es incierto, dado el funcionamiento anómalo de los aeropuertos y transportes en general, aunque lo comentan sin alarmismo. “Seguimos la evolución de los acontecimientos con mucha atención porque cada semana la situación cambia por completo”, explican.

Los barcos van dotados de víveres y medicamentos para el tiempo de la expedición por normativa y los pesqueros pueden disponer de las capturas diarias para su dieta. La normativa internacional contempla que a bordo haya un amplio botiquín y que los oficiales estén en posesión de la titulación y conocimientos necesarios para la asistencia sanitaria a la tripulación.

En esta situación, su principal punto de apoyo, además de sus familias, son los propios compañeros. “Nuestros compañeros observadores comprenden bien la situación en la que nos encontramos y juntos intentamos servirnos de apoyo emocional cuando alguno de nosotros lo necesita”, señala. Así se vive una pandemia en la mar.

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