Desierto de cultura
“¿Qui ens aclarí aquests ulls
de tantes capes de cultura estèrils
i els mostrà, nets, els horitzons
d’una primera aurora de la vida?“
Miquel Dolç. Palma de Mallorca, 1973
A menudo se escuchan lamentos por la baja calidad del turismo en el País Valenciano y más certeramente en la ciudad de València. Comparada con Barcelona, Madrid, Bilbao o Málaga. Allí hay caldo de cultivo, dedicación y amparo. Prosperan, crecen y cubren etapas de un plan premeditado. Durante la pandemia en Barcelona se abrieron más de cien librerías. En València siguen cerrando en los barrios y la oferta se concentra en los grandes almacenes y en las cadenas de distribución supraterritorial. Que no participan en la 56 Fira del llibre de València en Viveros. Ni música ni letras. Hay una razón de peso: en las instituciones valencianas no se cree en la fecundidad cultural ni se invierte en su lento y costoso proceso de creación. El arte ha sido abandonado a su suerte. En la Fundación Bancaixa se ofrece una valiosa exposición de un potente artista valenciano: el gran desconocido Joan Cardells (1948-2019). Dibujo, grabados en bronce, escultura, composición y testimonio. A caballo entre el canon clasicista y el fulgurante surrealismo. Miembro del Equipo Realidad hasta 1976. No todo es inversión. También y sobre todo, hace falta instrucción. No se ama ni se aprecia aquello que se desconoce. Ahí las instituciones públicas tienen la mayor responsabilidad. Por cuanto ocurre en el tiempo presente y sobre todo por el irrecuperable surco que marca la dejadez y la insensibilidad. En el desierto cultural.
Encrucijadas
Tres Ferias del Libro aplazadas (Barcelona, Madrid y València). Un encuentro itinerante-Liber-- de editores, entre la capital de España y la de Catalunya. Un año en un sitio y al siguiente en otro. València siempre estuvo fuera del turno. Con razón. Formaban con el extinto curso- concilio de la edición de la Universidad Menéndez Pelayo—Palacio de la Magdalena-- en Santander, el triángulo ineludible para quien formaba parte del selecto elenco editorial hispano en el mundo del libro. Mucho más que un curso, un cónclave. Ante un panorama de claroscuros la cita editorial de Liber ha convocado en 2021 a 300 participantes en su sede madrileña. La pandemia ha salido cara a editores y libreros. Les ha servido de revulsivo ante un inusitado repunte en la venta y el apuntalamiento de la lectura. El libro, a pesar de las infinitas amenazas, no muere ni en papel ni en su acoplamiento digital. La lectura, por encima de todo, constituye el poso de esperanza para la reconstrucción de la humanidad. En València, el mundo del libro prosigue en situación de ingravidez. La Feria del Libro de fines de semana—Gremi de Llibrers- que se celebra en octubre ha reunido a unas 55 librerías—incluidas las institucionales-- y una carpa conjunta de los editores que se asoman así al evento. El mundo editorial valenciano navega errático por el inquieto mar de las grandes firmas. Que no dejan de captar negocio y absorber. Las que concentran cada día más la actividad en la producción del libro hispano. La proyección internacional se orienta hacia Latinoamérica y al ascendente mercado estadounidense, donde crece el número de hispanohablantes.
Liber
La élite española de la edición se reparte entre Barcelona y Madrid. València, salvo alguna excepción admirable—PreTextos, Bromera o Rubio y Edelvivess para el libro de texto—carece de relevancia y reconocimiento a pesar de la encomiable labor del Gremi de Editors del País Valencià. Del mismo modo que las farmacias no son solo tiendas, las librerías son el primer motor de la cultura escrita y estampada en papel. Encuadernada con primor y servida al lector para su ilustración. ¿Qué hacen el Consell Valencià de Cultura o la Acadèmia Valenciana de la Llengua? La lengua valenciana está en peligro. Contra todo pronóstico quien aprende valenciano tiene más fácil dominar el inglés. Mucho más grave e insondable es el abismo del erial cultural en que se ha convertido la autonómica Comunidad Valenciana de hoy. Si no se tiene conciencia de su trascendental importancia, no se traspasará nunca el precipicio. El territorio que les podremos ofrecer a las nuevas generaciones será un país de camareros, tenderos de tres al cuarto (en regresión) y hacedores de camas en las plazas hoteleras infravaloradas. Patrici Tixis, que preside la Federación de Editores de España (FGEE) ha propuesto a los dirigentes políticos, públicos y privados, lo que él llama, “un gran pacto social por la lectura”. Señaló en la inauguración de Liber—Madrid, 13-15 de octubre—que la tercera parte de los españoles pasan del libro y la lectura. No saben de qué van ni les interesa. Ni compran ni leen. Los ciudadanos de la piel de toro tienen uno de los índices más bajos de comprensión lectora. No sabemos leer más allá del abecedario entrelazado. Entre las autonomías que más leen y las que menos lo hacen, existe una lejana distancia de diez puntos. Más o menos la que separa a los valencianos de vascos, catalanes y madrileños. ¿Vamos a seguir así? ¿No se va a hacer nada por remediarlo? En promoción cultural, cuando se permanece parado es inevitable retroceder. La realidad del País Valenciano hoy. Arrastramos décadas de desatención y abandono. Tampoco hemos llegado a la edad adulta de la razón como sociedad.
No siempre fue así
Existe relación directa entre el libro, literatura, periodismo, prensa, imprenta, el papel, lo nuevo, la novela, los antiguos despachos de noticias con clientes selectos, el progreso y la libertad. El libro proviene del latín “liber”, porque necesita ser libre para existir. Como el aire para respirar. La palabra novela deriva del italiano “novella”, la nueva, lo nuevo, lo novedoso y lo que abre al lector la novedad creada. Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell o la lírica de Ausiàs March. El libro nunca es estático porque tiene vida propia. En el último año se ha mantenido en el top de las listas de libros más vendidos un ensayo, erudito y documentado, sobre las excelencias del fenómeno de la edición gráfica impresa en papel: “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo. El interés por el libro, lejos de extinguirse, marca su terreno en la era de las teclas. El libro no muere porque no puede morir. Está en el origen de nuestra existencia y del proceso de aculturación de los pueblos. Por esa razón los valencianos acusamos el desasosiego al permanecer en la cola de España y de Europa en un menester que, de ninguna manera, nos resulta extraño ni superfluo. La tierra que vio fabricar los primeros papeles de la península (Xàtiva, 1056) que ya se exportaban al resto de Europa en 1150. Fue pionera en las artes gráficas (“Obres o Trobes en Llahors de la Verge Maria”, 1474 -Lambert Palmart, maestro impresor). El País Valenciano padece sequía en el seguimiento y producción del fenómeno de las letras. ¿Qué ha pasado? Solar donde nace con buena salud el primer periódico con intención comercial: el ‘Diario de València’ (1790-1835) de José de la Croix y Pascual Marín, donde cuya cabecera, insuperable, no ha logrado sobrevivir en nuestros días por la dejadez y la sinrazón. Nos falta una cabecera de diario “El Sureste” para completar el trio de la afrenta. El comercio y los negocios abren el progreso. Son la razón de ser de la prensa, que requiere inteligencia y libertad. Como el libro.
Eso no pasa
Primero es escribir. ¿Dónde está la levadura intelectual que induce a las nuevas generaciones a leer y escribir? ¿Dónde están los talleres literarios? No hay mejor escuela que la tradición gremial que ejercita el conocimiento desde el banco del trabajo cotidiano. Paso a paso. Hace tiempo que detrás de una actividad se necesita ideas, voluntad política—que no sea partidista ni de legislatura--, vocación, la fuerza de un sector empresarial en marcha, la voluntad de negocio y el empeño en sobrevivir. En el caso de la comunicación y la escritura es imprescindible el paso del testigo: de padres a hijos, de maestro a alumnos, de Universidad a comunidad discente. Sin renuncia y sin esfuerzo no hay cosecha ni en el campo ni en la cultura. Eso nos pasa.
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