Ser especiales
De pronto no resulta fácil hablarles a los jóvenes. Allí en el aula, sí. Cuando les preguntaba si querían ser “especialistas o especiales”, sí. Pero ahora, en la calle, en el ejercicio de su profesión, veo que les apresamos con el orden establecido, les sujetamos con nuestro mundo “correcto” y apenas les ofrecemos alternativas. Un mundo con mucho desequilibrio, que se retroalimenta de sí mismo y no deja paso a la novedad. Les “educamos” en la domesticación para luego quejarnos de que nada cambie.
La otra tarde, un grupo muy numeroso de nuevos profesionales de la arquitectura compartieron sus sueños en el patio abarrotado del Colegio de Arquitectos de nuestra ciudad; una iniciativa estupenda que es justo agradecer. Hablaban de la cooperativa como una alternativa al ejercicio de una profesión en tránsito que se desdibuja. Y hablaban de las piedras en el camino. Algunos eran exalumnos, y ya se sabe que un exalumno es para toda la vida.
Colegiación, seguros de responsabilidad, normas, contratos leoninos, impuestos complejos, concursos viciados, tarifas..., etc. son componentes que construyen un enjambre difícil de digerir. Todo está pensado para un modelo de profesión inerte que agoniza, y en los impresos oficiales no hay casillas para los sueños. Los grandes estudios, el papel cuché, el becarismo y las empresas, componen un escenario que asfixia cualquier iniciativa que hable de otros parámetros.
Parece una estupidez, pero me parecía que en aquella asamblea esperanzadora, todas las miradas apuntaban a mí, el más viejo del lugar. De alguna manera me interpelaban y me decían, ¿por qué nos preguntabas en el aula si queríamos ser especialistas o especiales si solo se puede ser lo de siempre? Eran miradas que hieren.
Ellas y ellos, jóvenes a rabiar, en aquel acto eran más que en cualquier asamblea oficial del propio Colegio de Arquitectos de esas que tienen orden del día, primera y segunda convocatoria. Eran más en número, pero también en rebeldía, en ilusión, en empuje. Y nuestra respuesta no puede ser el formulario de siempre con las estrechas casillas de siempre y los estereotipos de siempre.
Ejercer la arquitectura (la única de las Bellas Artes donde vive gente dentro) es una actividad imprescindible para nuestra sociedad. Una profesión que necesita (como otras, sin duda) nuevas formas de trabajar ampliadas, revisadas. Y en la asamblea, aquellas voces jóvenes añadían: donde la admiración mutua sustituya a los celos, donde la eficacia y la colaboración arrinconen a la competitividad, donde el éxito tenga que ver con el bienestar colectivo, donde la mezcla y la interdisciplinariedad enriquezcan el resultado. Y todo eso ha de tener cabida sencilla en la estructura profesional. Otra vez tenían razón.
Ellas y ellos, han de construir esa nueva realidad, es su responsabilidad, con la dificultad que significa crear, pero no les pongamos trampas en el camino ni cepos que rompen los tobillos cuando menos se los esperan. Demostremos que, como decíamos en el aula, de verdad pueden ser especiales.
Allí, en el patio del Colegio de Arquitectos de València, en medio de un debate ilusionado, aunque era por la tarde, me pareció que amanecía.
- Rafa Rivera es arquitecto.
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