El negocio de maltratar la gestión pública

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Pasear por el pueblo de Puçol se ha convertido en una experiencia no muy grata, debido a las múltiples fallas que nos encontramos a lo largo de su recorrido: aceras levantadas; señales torcidas y oxidadas; agujeros abiertos en medio de la calzada; y que decir de sus jardines, escasamente cuidados, como se refleja en la hierba amarilla que habita en sus suelos y la pérdida de belleza de sus árboles.

¿Todo esto nos indicaría que la gestión pública está abocada al fracaso?, y por lo tanto como señalan los ideólogos del liberalismo conservador, la única gestión eficiente es la privada. Podemos responder rotundamente que no, al mismo tiempo que establecer dos posibles hipótesis de este desastre: la gestión pública fracasa cuando no hay un interés real en cuidarla, es más rentable para determinados bolsillos que los servicios sean gestionados por empresas privadas; o la escasa profesionalidad e incompetencia de los servidores públicos de los que dependen los servicios a gestionar.

En lo que respecta a nuestro Ayuntamiento de Puçol, cuyo gobierno municipal depende del PP, pueden ser complementarias ambas hipótesis: la inutilidad de sus gestores; y la falta de interés en que la gestión pública sea eficaz y así justificar que los servicios acaben siendo gestionados por manos privadas. Ya vimos esta orientación en la limpieza viaria, lo estamos viendo en la jardinería y lo veremos en cualquier servicio que potencialmente se pueda convertir en un negocio.

Se eliminan los recursos, se limitan los trabajadores y también se ahorran estos señores del PP el tener que dedicar tiempo a pensar en cómo optimizar la gestión del campo público (mejor es dormir la siesta). Piensan que es más recomendable poner su energía en utilizar las redes sociales como aparato propagandístico y vociferar proclamas como: “ven como la gestión pública es un desastre” o, “sin duda, solo es eficaz la gestión privada”. Nosotros podríamos añadir: “y si sacamos algo de dinerillo para nuestros bolsillos no es un problema, comparado con la ruina de tener que gestionar a través de lo público, obsesión de estos rojillos descerebrados”.

Como escribió María Zambrano, “el descuido también es una forma de violencia”. Nuestro pueblo es un ejemplo de este descuido: la violencia de no utilizar de forma adecuada los servicios que gestionan nuestros espacios públicos.