La dana de 2024 no solo dejó muertes y destrucción, fué un catalizador de nuevas formas de comunicación política en la era digital. La catástrofe convertida en oportunidad discursiva, y el dolor colectivo como combustible para la agitación ideológica. Este texto es fruto de una investigación etnográfica sobre la instrumentalización de la dana en la que se analizaron cuentas de influencers de extrema derecha, medios de comunicación y partidos políticos de extrema derecha a través de redes sociales (X e Instagram).
Uno de los hallazgos más relevantes es la paradoja de la desintermediación. Los medios de comunicación de extrema derecha, los partidos políticos y sus líderes mantienen discursos relativamente moderados en redes sociales para preservar la legitimidad institucional. Mientras tanto, los influencers y los agitadores mantienen narrativas radicales, apoyadas en contenido audiovisual al que tratan de dotar de un halo de veracidad y autenticidad mediante reels y directos grabados desde las zonas afectadas; todo ello a pesar de que la información que difunden ni ha sido contrastada ni verificada.
Las evidencias indican que los contenidos más radicales —los que combinan teorías conspirativas con emotividad— consiguen ratios de viralización que multiplican por diez las de los medios institucionales. Para ser claros, la prelación de la emotividad sobre la reflexión vuelve menos atractivas a la verificación y la indignación racionales.
La etnografía realizada también permitió identificar que los actores estudiados usaron la catástrofe de la dana para la deslegitimación institucional, pero no la del Govern de la Generalitat Valenciana como competente, sino hacia el Gobierno central personificado en la figura de Pedro Sánchez como centro de todas las críticas y principal culpable de todo los sucedido, tanto por omisión como por acción.
Además, son varias las publicaciones que enarbolan las figuras de los empresarios comprometidos a partir de la ayuda privada como Amancio Ortega y Juan Roig para denostar, una vez más, al Estado que se muestra insuficiente e incapaz de poner solución a la catástrofe, lo que evidencia la pretensión de ensalzar la solución privada frente a unas instituciones públicas que abandonan a su pueblo. Precisamente, a partir de esa idea se ha visto en numerosas publicaciones la apropiación del clásico lema: “Solo el pueblo salva al pueblo” para hacer referencia a la ineficacia del Gobierno central que abandona a los valencianos y, en consecuencia, manifiestan que se requiere un cambio de liderazgo que la extrema derecha está dispuesta a protagonizar.
En referencia a los formatos preferidos, destacan los audiovisuales cortos que incluyen testimonios —especialmente de las personas afectadas por la tragedia— y que apelan a las emociones, las imágenes de destrucción acompañadas de mensajes acusatorios y las infografías que simplifican causalidades complejas con la intención de maximizar el impacto emocional en detrimento de la realidad.
Por otro lado, la xenofobia aparece como una constante y sirve como hilo conductor del discurso de odio. La presencia de los inmigrantes voluntarios se reinterpreta como una “sustitución poblacional”; las ayudas dirigidas a colectivos vulnerables se presentan como un “privilegio” que se niega a la “población autóctona”. Esta retórica, presente en el 68% de las publicaciones analizadas de los agitadores digitales, contrasta con su práctica ausencia (12%) en los medios formales de extrema derecha, que mantienen un barniz de respetabilidad.
La extrema derecha digital está organizada, las cuentas de agitadores y anónimos funcionan como nodos amplificadores que (re)producen y comparten narrativas creadas por agitadores profesionales a través de hashstags como #valenciaresiste, #gobiernoasesino o #soloelpueblosalvaelpueblo, etiquetas que aglutinan indignación y que construyen una comunidad emocional a través de la creación de afectividad política radicalizada, donde la rabia y el dolor se canalizan hacia objetivos políticos específicos, como el Presidente del Gobierno.
Otra de las ideas extraídas de nuestra etnografía es que la extrema derecha digital está notoriamente masculinizada, de manera que, de todas las publicaciones analizadas pertenecientes a agitadores, apenas encontramos a una mujer. De forma similar sucede con los perfiles menos virales y desconocidos que también son en su mayoría hombres. Y aunque no se realizó un recuento riguroso de las cuentas en función del género de la persona a la que pertenecen, las observaciones realizadas indican que los hombres no sólo presentan un discurso más polarizado, sino que también tienden a ser menos prudentes al exhibir sus opiniones en las redes.
A modo de conclusión, la investigación pone en evidencia que el ecosistema digital ha creado nuevas formas de movilización política que escapan a los mecanismos tradicionales de regulación y control democrático para crear espacios de construcción de realidad política. Además, también se puede deducir que la catástrofe de la dana se ha empleado como instrumento para polarizar y difundir odio a partir de la deslegitimación de las instituciones públicas y la transmisión de bulos y conspiraciones.