Ocho grandes restaurantes clásicos donde empezar el otoño elegantemente

Restaurante Lhardy

Elisabeth G. Iborra

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En las calles de todas las ciudades de España van cambiando los letreros de los bares y restaurantes con una frecuencia que resulta inalcanzable para cualquier estómago humano, hasta el punto de que una ya no sabe por qué criterio fiarse para elegir, porque la variedad va al servicio de las tendencias.

Frente a ese frenesí, los propietarios de estos restaurantes, ya sean nuevas generaciones o incluso grupos hosteleros, han optado por conservar la tradición a todos los niveles.

Desde la decoración, acometiendo increíbles restauraciones para dejarla como nueva, pasando por sus recetas ancestrales y hasta la calidad de su servicio, con maneras señoriales que hace tiempo que anhelamos en muchos establecimientos.

Por eso, hemos intentado traerte aquí una selección de los que hemos tenido oportunidad de conocer, aunque, si conoces otros en tu localidad que, lamentablemente, se nos han podido escapar, no dudes en compartirlo en comentarios e intentaremos reseñarlos en otra ocasión. 

En Barcelona

En 1771, se abrieron los fogones de Fonda Europa, donde continúan con el mismo lema: preservar los sabores tradicionales de la gastronomía catalana con énfasis en los sofritos, arroces, casquería, picadas, etc., en un ambiente exclusivo por sus salones decorados con antiguos cuadros e imponentes lámparas. Sito dentro del hotel Fonda Europa, en Calle d'Agustí Viñamata, 2, 08402 Granollers, Barcelona.

Mesón Hispania: en 1952, Joaquim Rexach y su mujer, Rosario Suró, compraron el garaje Hispania y lo convirtieron en esta maravilla con salones clásicos, uno de los cuales se conserva todavía tal cual, con fotos de todos los personajes ilustres que por allí han pasado, incluido Robert de Niro.

La madre, cocinera de toda la vida, enseñó a sus hijas Paquita y Lolita Rexach, a elaborar el producto en su máximo esplendor. Y por eso continúan triunfando con recetas catalanas como la ensalada de judías del “ganxet” con tomate y cebolla, el pie de cerdo guisado con rellenos de col o el fricandó con berenjenas. Camí Ral 54, Arenys de Mar, Barcelona.

En Madrid

Tres siglos han pasado bajo las lámparas de etiqueta, los refinados manteles y las elegantes paredes del Lhardy. Este hito madrileño ha sabido conservar el ambiente cortesano y aristocrático del Madrid del siglo XIX en su reciente restauración, donde han conservado hasta el telefonillo de los amantes.

Su exquisito servicio te trae a la mesa con sublime atención las mejores fórmulas de la cocina clásica como sus almejas, los chipironcitos, los míticos callos o el tierno solomillo Wellington y, para terminar, imprescindible el carro de quesos o el soufflé. Calle Carrera de San Jerónimo, 8.

“Lo verdaderamente moderno, nunca pasa de moda, y es así como nacen los clásicos”. Así se define Mazarino que, tras su última remodelación de arriba abajo, respeta el estilo de los años 70, incluida la calidad del servicio, que hasta te revuelve los huevos fritos con carabineros y patatas de su menú, uno de los de mejor calidad precio de Madrid.

Comparte sus croquetas, sus gambas blancas o el tomate con albahaca. Y no dejes de pedir el solomillo o el escalope Mazarino, su tarta de queso o su tocinillo de cielo, ya te sientes en su barra, en su salón principal, en su terraza o en su preservada planta superior. Paseo de Eduardo Dato, 13.

En Sevilla

Taberna Picacho fue su nombre de origen en 1968, aunque 20 años después todos empezaron a conocerlo con el actual: Becerrita. Dos generaciones de padre e hijo aprendieron a pie de barra el arte de la hostelería entre diversos comedores en tonos neutros donde se apuesta por la cultura y el arte hispalense. Su ensaladilla rusa, sus sabrosas tapas e incluso rutas gastronómicas como la del toro de lidia hacen de este restaurante un clásico de Sevilla. Calle Recaredo, 9

En Zaragoza

Entrando por su puerta como si de un hogar se tratara, El Chalet dejó de serlo para convertirse en un oasis gastronómico con varios salones y sofisticada terraza, de la mano del chef Ángel Conde. 

No puedes perderte su menú degustación con entrantes como los raviolis de centollo y marisco, pasta fresca y crema de cigalas. Como segundo, elegir el steak tartar es un acierto.

Si no, puedes escoger entre pescados como la dorada o el bonito y carnes como el ternasco y el abanico ibérico. Y para finalizar una comida que no puede darse sin alguno de sus 400 vinos y licores, postres como la tarta de queso y sorbete de frutos rojos o los buñuelos de chocolate caliente. Calle Santa Teresa de Jesús, 25.

En Mallorca

Villa Luisa: sito en una finca familiar de 1923, ha recuperado la esencia del bello inmueble con vistas al mar rescatando desde las paredes de piedra hasta el suelo hidráulico y las vigas de madera para avistar el puerto de Sóller desde su salón superior. La terraza es ideal para tomar cócteles, pero lo impresionante es su cocina, de la mano del chef Lluis Got. 

Para compartir, ensaladilla con patata asada, anguila y alga frita, diferente por su sabor ahumado; seguida de bacoreta con higos, pan de croissant y ajoblanco de ajo asado, el mismo que protagoniza su alioli, que pega genial con sus melosas croquetas de bacalao o encima de sus bravas en milhojas.

Deliciosos el salmón marinado con ensalada trempó o la lubina en salsa de beurre blanc con vermú y, sobre todo, el pollo campero relleno con su farsa con setas y verduritas, ibérico, salsa de Oporto y hasta sobrasada. Si te pierdes los vinos de Mallorca y la tarta de queso, te arrepentirás toda la vida. Passeig Es Traves, 20, Puerto Soller

En Vizcaya

Aspaldiko: en mayo de 1988, abrió este restaurante restaurando después de cuatro siglos de trabajosa existencia como caserío, por eso está reconocido como “bien cultural calificado en categoría de monumento” representativo de tradicional arquitectura vasca, tanto por dentro como por fuera. A nivel gastronómico, tienen varios menús a escoger, además de los degustación de Aspaldiko y Baserri. Zabaloetxe Etorbidea, 14, Loiu.

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