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Me han diagnosticado glaucoma: ¿cuál es el riesgo de ceguera?

Glaucoma

Marta Chavarrías

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El glaucoma produce atrofia en el nervio óptico, es decir, una pérdida progresiva de la visión. Afecta a más de un 3% de la población, sobre todo a mayores de 40 años y a aquellas personas con antecedentes familiares de glaucoma. Junto con la diabetes, es la principal causa evitable de ceguera en España, según la Sociedad Española de Glaucoma (SEG).

Glaucoma, el ladrón silencioso de la vista

El glaucoma es una enfermedad ocular crónica y progresiva causada por el daño al nervio óptico, que conduce a la pérdida del campo visual. Una anomalía en el sistema de drenaje del ojo puede hacer que se acumule líquido, lo que provoca una presión excesiva que daña el nervio óptico, que conecta la retina con el cerebro. 

Uno de los datos que más sorprenden cuando hablamos de glaucoma es que se trata de una enfermedad que no provoca síntomas en el inicio, lo que se traduce en el hecho de que la mitad de las personas que la sufren no lo sabe.

Esto provoca que suela evolucionar de manera asintomática, y hasta las fases más avanzadas no suelen aparecer los primeros signos. De ahí que se conozca con el nombre de “ceguera silenciosa” o el ladrón silencioso de la vista.

Esto dificulta el proceso de curación, lo que explica que el glaucoma se sitúe como la segunda causa de ceguera en todo el mundo y la primera de ceguera irreversible. Lo que sorprende aún más es que hasta un 90% de la ceguera provocada por el glaucoma podría haberse evitado con un diagnóstico precoz.

Señales que nos alertan de glaucoma

Pueden pasar meses, o incluso años después de que se produzca el daño en los nervios, antes de que puedan notarse los síntomas, es decir, hasta que las personas afectadas comienzan a perder la vista.

Conforme el glaucoma daña las fibras del nervio óptico, pueden empezar a desarrollarse pequeños puntos ciegos. Son manchas que suelen aparecer en el lado o en la visión periférica, que se notan cuando ya se ha producido un daño importante en el nervio óptico.

La ceguera aparece cuando este se destruye por completo. Por tanto, para algunos tipos de glaucoma no hay ningún síntoma de alerta temprana y los cambios en la visión pueden ocurrir de forma gradual, por lo que es fácil que se pasen por alto.

Solo en el caso del glaucoma de ángulo cerrado podemos hablar de síntomas que suelen aparecer repentinamente.

Debe prestarse especial atención a señales como:

  • Dolor o presión en los ojos
  • Dolor de cabeza
  • Halos con los colores del arcoíris alrededor de las luces
  • Baja visión, visión borrosa y estrecha o puntos ciegos
  • Náuseas y vómitos
  • Ojos rojos

Debido a esta particularidad del glaucoma, es importante hacerse revisiones oculares de rutina que detecten la enfermedad en sus etapas iniciales ya que el daño es irreversible, por lo que necesita detección y tratamiento tempranos.

Para ello, las pruebas más usadas son el examen de los ojos dilatadas para ver el nervio óptico, una prueba de presión ocular, una prueba de campo visual para detectar cambios en la visión periférica o una prueba de agudeza visual para verificar la pérdida de visión. 

Quién tiene más riesgo de sufrir glaucoma

Si bien cualquier persona puede sufrir glaucoma, existen ciertos factores que pueden predisponer a padecerla, según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI):

  • Cualquier persona mayor de 50 años.
  • Factores raciales: en una investigación de 2022 publicada en Translational Vision Science and Technology, los expertos concluyeron que las personas negras tienen un riesgo mucho mayor de pérdida avanzada de la visión después de un diagnóstico de glaucoma primario de ángulo abierto en comparación con las personas blancas.
  • Antecedentes familiares: en muchos casos el glaucoma es una enfermedad hereditaria que se transmite entre familiares de primer grado. Una persona con un antecedente familiar directo de glaucoma tiene diez veces más probabilidades de sufrirlo. Por tanto, conocer la historia de la familia es importante.
  • Tener hipermetropía
  • Presión arterial alta (hipertensión) o muy baja (hipotensión)
  • Uso a largo plazo de medicamentos corticosteroides, que pueden aumentar la presión intraocular.
  • Lesión o cirugía en el ojo

El glaucoma, ¿tiene tratamiento?

Una vez diagnosticado el glaucoma es importante tener en cuenta que el tratamiento, que debe empezarse de inmediato, no reparará ningún daño en la visión, pero sí puede evitar que empeore, prevenir o retrasar una mayor pérdida de visión.

El tratamiento se centra en la disminución de la presión intraocular y que tendrá distintos enfoques en función del grado de avance de la enfermedad.

Suelen usarse distintos tipos de tratamiento:

  • Medicamentos: las gotas son el tratamiento más común para disminuir la presión en el ojo y evitar daños en el nervio óptico. 
  • Tratamiento láser: ayuda a que el líquido se drene del ojo y baje la presión. 
  • Cirugía: cuando los dos anteriores no han funcionado, puede ser necesaria la cirugía para ayudar a drenar el líquido del ojo. Ayuda a retrasar la pérdida de la visión  pero no puede restaurar la visión perdida ni curar el glaucoma.

Si no se recibe tratamiento, el nervio óptico puede dañarse de forma progresiva y provocar la pérdida de visión, que ya será irreversible.

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