¿Tu perro apesta? Cinco posibles motivos (y qué hacer para solucionarlo)

Foto: Siusan O'Rourke

Eva San Martín

Les queremos horrores pero, nos guste o no, los perros huelen. Sabemos que eres un humano perruno responsable y bañas a tu amigo de cuatro patas regularmente. Llevas un control de la medicación contra pulgas y garrapatas, le compras un alimento saludable y equilibrado. Y juras que tu mascota no sido diana del fétido estallido de una linda pero olorosa mofeta. Aún así, ¿tu perro apesta? Existen razones que explican por qué.

1. Soy un perro, luego huelo como un perro

Todos los animales, incluidos los humanos, tenemos un olor distintivo. Ni bueno, ni malo, sino característico. Lo extraño sería que un perro no oliera a perro. Hecho el descargo, admitamos otra verdad peluda: a tu mascota le encantan los incidentes que implican oler mal. Hace croquetas en el fango, tiene un imán por los charcos más nauseabundos, cuando no por cosas peores. Y, por regla general, odia que le bañes.

Si tu amigo de cuatro patas se encuentra entre los adictos a los incidentes apestosos y disfruta como un cachorro rebozándose en la hierba y sus rincones más dudosos, no le culpes. Solo está siendo un perro. También es cierto que algunas razas despiden un aroma más fuerte que otras. Si nuestra mascota goza de una piel grasienta y sus orejas tienden a generar cera, como le sucede al cócker y al labrador, tiene todas las papeletas para despedir un hedor intenso.

Solución: Intenta reducir las posibilidades de que tu amigo acabe metido en un lío pestilente. Pero si ya es tarde, espera a que se agote -total, ya está hecho un cromo-, prepara un baño de agua templada, ármate con tu champú perruno y dale un buen repaso de cabeza a rabo.

2. ¿La comida afecta al olor de mi perro?

Del mismo modo que cuando alguien se atiborra de ajo este alimento puede acabar por impregnar su sudor, o si somos adictos al curry nuestra piel nos delatará, lo que come el perro también puede afectar sus fluidos corporales. Aunque tu mascota solo suda a través de las almohadillas de sus patas, por lo que resulta más complicado que lo notes, partículas volátiles de alimentos pueden quedar en la saliva, y las liberará a través del aliento, o en la orina.

Con todo, cuando el alimento es deficiente, le causa una alergia o al estómago de nuestro amigo le cuesta procesarlo, más habitual en perros mayores, la dieta puede causarle problemas digestivos y de piel que acentúen el mal olor.

Solución: puesto que la dieta puede afectar al olor perruno, si te preocupa, consulta con su veterinario para plantearte un cambio.

3. Esas ventosidades perrunas

Todos conocemos a alguien que [¡ejem!] ha culpado a su mascota de una flatulencia inoportuna. Aunque los gases resultan tan naturales en humanos como en perros, si tu perro parece un saco de pedorretas ha llegado el momento de revisar su dieta. Es posible que necesites modificar el origen de las proteínas de su alimento o, directamente, cambiar de marca.

Solución: Habla con el veterinario para ver qué dieta puede necesitar. Y pide cita para una revisión y limpieza de las glándulas anales de tu mascota. Créeme: tú no quieres hacerlo. Deja este asunto peliagudo en manos profesionales.

4. Puede delatar una enfermedad…

Si a pesar de los baños regulares tu mejor amigo apesta, hay que acudir al veterinario. Resulta que existen un montón de problemas de salud que pueden provocar el hedor perruno. Entre ellos, la diabetes, que otorga a la piel un tufillo dulce, o un fallo renal. Incluso una infección de oídos resulta tan dolorosa para tu mascota como olorosa para ti.

También las enfermedades bucales, como daños en un diente o encías inflamadas, son más frecuentes a medida que nuestro amigo cumple años, y pueden terminar con mal aliento perruno. Recuerda cepillar los dientes de tu bola de mimos todos los días. Si aún no lo haces, no es demasiado tarde para empezar.

Solución: acude al veterinario.

5. Arrugas peludas: bonitas pero olorosas

Si vives con perro de piel arrugada, como el shar pei, un pequinés o un bulldog, vigila de cerca esos adorables pliegues. Los animales con este tipo de piel resultan propensos a padecer dermatitis, lo que se traduce en “una piel olorosa”.

Solución: recurre a toallitas o toallas perrunas para limpiar las dobleces de la piel, evitar una infección y acabar con el desagradable tufillo.

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