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Dejar los platos y cacharros sin lavar durante el verano, ¿implica riesgos?

Foto: Shira Gal

Cristian Vázquez

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Llega el final del día, hemos cenado, tenemos ganas de prolongar la sobremesa, de leer un libro o de ver una película o una serie. De casi cualquier cosa que no sea fregar los platos y cacharros. Mucho más si no son solo los de la cena, sino que se han acumulado durante el día.

No es extraño que lavar los platos sea una de las tareas domésticas que más fastidio producen (la más desagradable, de hecho, según un estudio realizado en Estados Unidos en 2018), dado que es la que menos luce y, en consecuencia, la que menos se valora y se agradece.

Debido a todo eso, muchas veces se desobedece al refrán “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” y se dejan los platos y cacharros para fregar al día siguiente. Algo que en principio pareciera no tener mayores consecuencias. Pero, si se piensa en la seguridad y la higiene en la cocina, ¿acaso esta acción implica algún riesgo?

Proliferación de gérmenes

Pues es cierto que dejar la vajilla sucia favorece la reproducción de las bacterias que pudieran quedar entre los restos de comida. Esa mayor cantidad de microorganismos resulta después más difícil de limpiar y, por lo tanto, podrían terminar ocasionando algunos efectos negativos sobre las personas.

Sin embargo, según han explicado expertos en microbiología y seguridad alimentaria, no se trata de un riesgo importante. Sobre todo si, al momento de limpiar los platos y cacharros, se utiliza un lavavajillas, aparato que utiliza agua a una temperatura elevada: entre 60ºC y 80ºC.

En general, el agua y el detergente limpian los platos gracias al efecto de “arrastre” (igual que el jabón cuando nos lavamos las manos): forman una película sobre las superficies que, al enjuagar y aclarar, se lleva consigo las bacterias y gérmenes.

Pero cuando se emplea agua caliente, a ese efecto se suma el hecho de que muchos microorganismos mueren al ser expuestos a esas temperaturas. Es por eso –además de porque ablanda con mayor facilidad los restos de comida que quedan adheridos a platos y cacharros– que se recomienda el uso de agua caliente para el fregado.

Cuando se lavan los platos de forma manual, emplear agua a unas temperaturas tan altas es más complicado, aun si se utilizan guantes. Pero eso no quiere decir que el lavado manual no resulte efectivo.

Una investigación realizada por científicos de la Universidad del Estado de Ohio, en Estados Unidos, comprobó que, en los restaurantes donde la vajilla se lavaba a mano, la cantidad de bacterias se reducía a los niveles aceptados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés).

Y eso sucedía incluso en los locales donde, para el lavado, se utilizaba el agua a una temperatura inferior a la mínima recomendada (43ºC, el equivalente a 110 grados en la escala Fahrenheit).

En definitiva, si bien lo recomendable es lavar los platos y cacharros poco después de haber sido utilizados, para evitar la proliferación de microorganismos, las consecuencias de dejarlos para el día siguiente no son tan graves, sobre todo cuando esto no es una práctica habitual.

Otros riesgos, más graves

Existen, en cambio, otros riesgos mucho mayores relacionados con la higiene en la cocina. Uno de los más importantes está dado por las esponjas. Un estudio de científicos alemanes llegó a la desagradable conclusión de que tales elementos de limpieza pueden hospedar una cantidad de bacterias similar a la de las heces humanas.

Las esponjas tienen la “capacidad de recolectar y diseminar bacterias con un probable potencial patógeno”, señala el texto publicado en 2017. El carácter húmedo, cálido y en contacto habitual con restos de comida hace de las esponjas un caldo de cultivo casi perfecto para los microorganismos.

¿Cuál es la solución? El sentido común indicaría que lavarlas en agua hirviendo o incluso meterlas en el microondas debería servir, dada la acción que las altas temperaturas tienen sobre las bacterias, como se ha mencionado.

Sin embargo, las bacterias más fuertes resisten esos procesos y pueden recolonizar con rapidez las áreas donde otros gérmenes han sido eliminados. Hasta puede darse la paradoja de que, un tiempo después de hervir u “hornear” una esponja, su grado de contaminación sea aún mayor.

Por eso, el consejo de los científicos alemanes es “un reemplazo regular (y fácilmente asequible) de las esponjas de cocina, por ejemplo, cada semana”. De lo contrario, las esponjas estarían quitando los restos de comida visibles pero esparciendo sobre platos y cacharros los gérmenes que en ella viven y se reproducen.

Otra alternativa es emplear cepillos de cocina en lugar de esponjas. Como lo comprobó un trabajo publicado este año por investigadores de Noruega y Portugal, los cepillos se secan más rápido y, en ellos, la supervivencia de las bacterias es menor.

Cuidado con los “excesos” de higiene

Por lo demás, también conviene que la higiene en la cocina no se convierta en una especie de obsesión, pues ciertos “excesos” en este sentido pueden resultar perjudiciales. Por ejemplo, el uso de guantes de látex para la manipulación de los alimentos, lo cual genera una falsa –y peligrosa– sensación de seguridad.

Se ha comprobado que esa sensación tiene como resultado unas tasas de lavado de manos “significativamente más bajas”. Y además los agentes patógenos adheridos a los propios guantes pueden facilitar la contaminación cruzada. En realidad, lo aconsejable es no usar guantes y lavarse las manos tantas veces como sea necesario.

Y también hay que tener en cuenta que una higiene excesiva también puede ser contraproducente. Así lo revela un estudio realizado en Suecia, según el cual los niños de familias que fregaban los platos a mano sufrían la mitad de casos de afecciones alérgicas que los de hogares con lavavajillas.

Lo que ese trabajo sugiere es que “un método de lavado menos eficiente puede inducir más tolerancia, a través de una mayor exposición microbiana”. Esto se relaciona con el hecho de que, en general, cada vez somos más alérgicos, y una de las principales causas es ese “exceso” de higiene.

Por eso, lavar los platos a mano puede resultar pesado pero –en última instancia– más conveniente que dejar la tarea al lavavajillas. Y tampoco es tan grave si elegimos que los platos queden sucios durante la noche. En todo caso, lo desagradable será tener que afrontar esa tarea la mañana siguiente.

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