Las precauciones que debes tener en cuenta si usas lentillas para evitar infecciones y bacterias

Cómo debo usar las lentes de contacto para evitar infecciones y bacterias.

Marta Chavarrías

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Las lentes de contacto, esa fina y delgada capa que se apoya en la superficie del ojo, nos ayudan a ver con mayor claridad e, igual que las gafas, corrigen los errores de refracción, que son los que hacen que la visión sea borrosa.

En los últimos años su uso ha ido ganando muchos adeptos, como confirman los datos que aporta la Federación Española de Asociaciones del Sector Óptico (FEDAO), según la cual casi el 5% de la población de entre 15 y 64 años usa lentillas o lo que es lo mismo, hay más de 1,5 millones de usuarios de lentes de contactos. 

Pero debemos tener presente que un mal uso de las lentes, un mal cuidado o una incorrecta limpieza puede provocar problemas como una infección en los ojos. Así lo advierte un informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), según el cual el uso inadecuado de lentes de contacto y una incorrecta manipulación pueden aumentar el riesgo de una persona de sufrir infecciones oculares, sobre todo las corneales (queratitis), una infección de la cúpula transparente que cubre la pupila y el iris que, aunque es poco común, es más susceptible de padecerse cuando se hace un mal uso de las lentillas.

En concreto, y según otro informe de los CDC, el 85% de los adultos jóvenes que usan lentes de contacto tienen al menos un hábito que aumenta el riesgo de infección ocular. Los más comunes son dormir con ellas, no cambiarlas cuando toca, no cuidar de los estuches donde las guardan y bañarse con ellas.

¿Significa esto que tenemos que renunciar a ellas a favor de las monturas? No, si sabemos cómo usarlas.

Consejos y pautas básicas de higiene al usar lentes de contacto

Para que las lentes realicen con garantías su función es importante tener presentes una serie de reglas básicas sobre su uso, manejo y mantenimiento, para no poner en riesgo la salud visual y proteger los ojos de infecciones. El primer paso, antes de manipular nada, es lavarnos siempre las manos (aquí te explicamos la mejor manera de hacerlo) y tener en cuenta tres pautas básicas:

Limpiar bien el portalentes y cambiarlo por uno nuevo una vez al mes

Según un estudio publicado en Optometry and Vision Science, las malas prácticas de higiene están relacionadas sobre todo con un mayor riesgo de contaminación del estuche de las lentes. Los expertos descubrieron que las personas que no limpiaban ni secaban sus estuches tenían un mayor recuento de microorganismos.

Por tanto, es importante que cada compartimento del estuche contenga un líquido limpiador que cubra por completo la superficie de la lente para que pueda realizarse el proceso de desinfección de cada lente y se eliminen gérmenes y bacterias. 

Después de cada uso, el líquido debe desecharse y volver a cambiarse para la próxima vez; no debemos mezclar nunca una solución antigua o que ya hemos usado con una nueva. Al sacar las lentes, lo haremos con la yema de los dedos y las enjuagaremos bien con un producto específico.

Limpiar siempre las lentes con una solución que haya recomendado la optometrista

No todas las soluciones ni productos de limpieza están indicados para los distintos tipos de lentes de contacto, que pueden tener distinta composición. Como advierte el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO), “aunque parezca que todas las soluciones son iguales están compuestas por productos químicos bactericidas, neutralizantes y conservantes distintos que actúan de forma concreta frente al material de las lentes y el metabolismo del ojo”.

No bañarnos ni dormir con las lentes puestas

Si, de manera accidental, nos quedamos dormidos con ellas, utilizaremos lágrimas artificiales o una solución estéril para humedecer el ojo antes de intentar quitarlas, porque la córnea se ve privada de oxígeno al estar cubierta de una lente de contacto. Al carecer de aire, empieza a desarrollar nuevos vasos sanguíneos para compensar la falta de oxígeno.

Debemos tener en cuenta también que el agua y las lentes de contacto son una mala combinación, incluso si se trata solo de una ducha: exponer las lentes al contacto con agua puede hacer que cambien de forma, se hinchen y se peguen al ojo, lo que puede llegar a rayar la córnea y, por tanto, se facilita que los gérmenes entren al ojo y causen infecciones. 

Otros errores habituales con el uso de lentes de contacto

Otro gran error a la hora de manipular las lentes de contacto es lavarlas con el agua del grifo. Esta acción aparentemente inocente constituye un gran error porque el agua puede contener patógenos que podrían causar una infección ocular.

Es muy importante quitarnos las lentes de contacto si notamos irritación, enrojecimiento, dolor, malestar, cambios en la visión, sensibilidad a la luz, lagrimeo excesivo o secreción ocular extraña. Si la molestia o enrojecimiento está provocada por una lente sucia, polvorienta o dañada, o porque está al revés, lo más probable es que los síntomas mejoren cuando nos quitemos la lente. Si no cesan, es mejor que acudamos a un profesional.

Además de estas pautas de manipulación, cabe tener en cuenta que solo debemos adquirir las lentes bajo la supervisión de un óptico optometrista. La superficie del ojo tiene propiedades únicas por lo que es clave que el profesional adapte las lentes de contacto a nuestras necesidades tras un examen visual y nos asesore sobre cómo tenemos que colocarlas, limpiar y mantener.

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