Cocooning: qué es y qué riesgos implica volvernos cada vez más ermitaños

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Cristian Vázquez

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En España la vida se hace cada vez más desde casa. Por supuesto, la pandemia de COVID-19 llevó esta afirmación a otro nivel, pues el confinamiento hizo que quedarse fuera obligatorio en un primer momento y deseable después. Pero la tendencia a “quedarse en casa” había comenzado antes de los tiempos del coronavirus.

Existen datos que así lo demuestran. Uno de los más evidentes es el constante crecimiento del comercio electrónico, desde mucho antes de que el año pasado sus ventas aumentaran en un 36% en relación con 2019. España ocupa el tercer lugar en el ranking de países con mayor crecimiento del “e-commerce” en todo el mundo.

Según el informe 2020 del Observatorio Cetelem, un 59% de la población “ya efectuaba por internet la mayor parte de sus compras” antes de la pandemia, mientras que otro 23% “acudía siempre o casi siempre a las tiendas físicas, pero ahora comprará más a través de la web”. En total, un 82% de españoles volcados a los consumos “online”.

Compras, entretenimiento y citas, todo desde casa

Otro dato revelador se desprende del último informe “Tendencias del Consumidor”, publicado por la consultora Nielsen Iberia en 2020. Señala el hábito cada vez más frecuente a comprar en restaurantes o en el supermercado platos elaborados pero para consumirlos en casa. Estas compras ya representan el 10% del total de las comidas.

Y también las aplicaciones de citas ofrecen un número significativo. Nuestro país es el tercero con mayor porcentaje de usuarios de estos servicios: un 12,83% de los españoles están registrados en apps como Tinder o Badoo. Solo en Estados Unidos y Brasil esa cifra es superior, por lo que España está a la cabeza en Europa.

Es decir: cada vez más gente hace las compras -de diversa índole, incluidas las de ropa, artículos tecnológicos y comidas de restaurante- y busca relaciones de pareja a distancia, desde casa, a través de internet. Y también el entretenimiento se obtiene de esa forma, desde luego, por medio de videojuegos y plataformas de “streaming”.

En la presentación del citado informe de Nielsen, Celia Rodríguez, ejecutiva de la consultora, destacó una tendencia cada vez mayor a “salir menos y hacer de nuestra casa nuestra fortaleza”. Algo de lo que se habla mucho en los últimos tiempos y que se conoce con una palabra en inglés: “cocooning”.

El placer de quedarse en casa

“Cocoon” significa capullo, y por eso el verbo “cocooning” alude a la acción de “esconderse” o “guardarse”. Quedarse en casa y sentirse bien allí. Preferir el sofá, mantita y Netflix antes que salir a la calle, a un bar o a cualquier otro sitio donde hay otras personas.

La expresión fue acuñada por la estadounidense Faith Popcorn, una especialista en marketing, buscadora de tendencias y, de algún modo, una visionaria: habló del placer de quedarse en casa ya a finales de la década de 1980, en un mundo muy anterior a la expansión de internet y de las tecnologías digitales que multiplicaron las posibilidades de trabajo y entretenimiento en el hogar.

Ese placer era el resultado de aislarse para escapar del ritmo vertiginoso del mundo exterior, que podía representar situaciones difíciles, conflictivas y atemorizantes. Ante el estrés y la ansiedad que genera ese “fuera”, la respuesta es quedarse “dentro”, en una especie de refugio donde están dadas las garantías para sentirse bien.

Por eso, esta práctica también se conoce con otro término en inglés: ‘nesting’, que significa anidar. Hacer de la propia casa el “nido” donde nada falte para asegurar el bienestar.

Debido a todos estos factores, desde hace tiempo, muchos expertos recomiendan estas conductas sobre todo a personas que tienen vidas muy agitadas, que incluyen numerosas actividades, un ritmo frenético y pocas oportunidades para parar y relajarse.

Por supuesto, el “cocooning” no tiene por qué reducirse a actividades relacionadas con pantallas o con internet. También leer, cocinar, tejer, dedicarse a la jardinería o a cualquier otra actividad manual son opciones para disfrutar en casa y alejarse del consumo continuo que a menudo parece proponer el mundo en que vivimos.

No recomendable para todos

Ahora bien, ¿son estas prácticas adecuadas para todo el mundo? La respuesta es: no, depende del contexto. “El ‘nesting’ es beneficioso cuando estamos desbordados y saturados”, explica la psicóloga Ciara Molina en un artículo. Es un recurso útil para quienes “no saben estarse quietos y necesitan tener su agenda repleta de planes”.

A esas personas, explica la psicóloga, les puede venir muy bien “parar, descansar y tomar un respiro en casa para reflexionar acerca de esa necesidad tan grande por hacer cosas y no dar espacio a la soledad adaptativa” (es decir, la capacidad de estar solas y no sentirse mal por ello).

Pero, en otros casos, el “nesting” o “cocooning” no es lo recomendable. Sobre todo para quienes vienen de pasar algún tiempo “encerrados” (como les pasó a muchas personas durante el confinamiento o como les sucede a quienes superan un duelo) o se sienten solos.

En los países desarrollados, la soledad no deseada (definida en términos científicos como la “experiencia desagradable que tiene lugar cuando la red de relaciones sociales de un individuo es significativamente insuficiente en cantidad o calidad”) afecta a un tercio de la población y una de cada doce personas la sufre de forma grave.

Los riesgos de la soledad

Así lo explican investigadores de la Universidad de Chicago dedicados a estudiar este tema. Añaden que ese sentimiento de soledad puede ser causa de irritabilidad y depresión e incrementar hasta en un 26% el riesgo de muerte prematura. Por ello, no dudan en calificar a la soledad como un problema de salud pública.

Si se tienen en cuenta estos datos, es fácil advertir que el “cocooning” puede entrañar riesgos. Aunque puede ser beneficioso para algunas personas, para otras puede ser contraproducente.

Esa sensación de “estoy bien solo en casa” (o “estamos bien”, pues esto es aplicable también para parejas o familias) podría conducirlas a encerrarse demasiado en su propia intimidad y, con el paso del tiempo, generar una sensación de soledad con consecuencias perjudiciales para la salud.

En esos casos, apunta la psicóloga Molina, “lo más sano será salir de casa, buscar planes y abrirnos al mundo, venciendo barreras mentales y emocionales que nos están aprisionando”.

Porque en definitiva no se trata de volvernos ermitaños y ya no salir nunca de casa, sino de encontrar un equilibrio entre la calidez de la vida hogareña y el disfrute de las salidas, los espacios públicos y el contacto con amigos, colegas y otras personas.

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