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Paco Gómez, el fotógrafo sin atributos

Tranvía en el paseo de Extremadura, Madrid, 1959 Gelatina de plata, copia posterior © Archivo Paco Gómez / Fundación Foto Colectania

J.M. Costa

Cuando se repasa la segunda etapa del franquismo, años 50 y 60, y a pesar de una enorme cantidad de horrores en edificios y de fotografías hagiográficas del régimen, acaba surgiendo la idea de que, incluso en aquellas nada favorables circunstancias, hubo dos profesiones muy volcadas al púbico que tuvieron practicantes y momentos casi gloriosos. A saber, la arquitectura y la fotografía. 

En los últimos lustros se han ido recuperando fotógrafos de mediados del siglo XX, en algunas ocasiones tras peripecias  de lo más rocambolesco, como en el caso de Agustí Centelles (1909-1985); en otras fruto de legados post-mortem. Y es que los fotógrafos son muy dados a la conservación. En el estupendo documental de TVE  2 sobre la fotógrafa Juana Biarnés, se ve cómo esta había comprado una trituradora para destruir las copias de sus fotografías, que ocupaban mucho espacio. Es raro esto, porque igual de fácil habría sido tirarlos a la basura o quemarlos, pero el punto es que los negativos sí que los seguía guardando.

La última de estas recuperaciones tiene un nombre de lo más corriente, Paco Gómez. Un hombre que no estuvo plenamente en los círculos de la fotografía artística, pero tampoco en la información periodística. Es cierto que sus comienzos publicados, ya en los segundos años 50 fueron más bien de creación, pero su trabajo más continuo y al final más brillante, fue la fotografía de arquitecturas y de paisajes urbanos. Una especialidad que, cuando Paco Gómez empezó a disparar su cámara, aún no existía en nuestro país.

La exposición del Depósito del Canal (c/ Santa Engracia, hasta el 24 de Julio) viene del archivo completo de la obra de Paco Gómez muerto en 1998. Unos 24.000 negativos y casi 1.000 copias. Este legado se vuelca en un buen montaje, aporta un catálogo casi exhaustivo y tiene ventajas e inconvenientes. Bastante más de las primeras que de los segundos, peo todo ha de contarse. Subtitulada El instante poético y la imagen arquitectónica y resume bastante bien lo que hay.

Paco Gómez fue bautizado como Francisco en Pamplona, año 1918. Pero en realidad su familia se traslada a Madrid a los tres meses de su nacimiento. Comenzó a fotografiar en 1940, ya con veintidós años y gracias a una cámara que le regaló su madre. Debió ser un flechazo, pero lo cierto es que aún tardaría en publicar/exponer hasta la segunda mitad de los años 50. Todo ello con un espíritu aficionado y autodidacta, aunque con una entrega casi absoluta. Lo cual lleva a preguntarse si estudió algo, si trabajaba, de qué vivía. Una curiosidad que le dibujaría como diletante absoluto o como trabajador con un hobby, por ejemplo. Y ayudaría a entenderle mejor. En realidad, su biografía, la de un hombre nada oculto, no parece constar en ninguna parte, tampoco en el catálogo. Un poco raro, la verdad.

El hecho es que su historia comienza en 1956, cuando ya con 38 años ingresó en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid y un año más tarde en el grupo AFAL de Almería, que ahora mismo tiene una exposición en el Reina Sofía que se comentará al final. El mismo Gómez, junto a colegas como Gabriel Cualladó, Gerardo Vielba o Ramón Masats, formó el grupo La Palangana, que también tiene un espacio en esta exposición y viene a preceder a la llamada Escuela de Madrid. Era una época muy de escuelas que en realidad eran más lugares de encuentro para las diferentes profesiones liberales más o menos artísticas, sin eco ni en unas academias ni en una universidad plenamente anuladas y cerradas a cualquier innovación formal, no digamos ya a un arte menor, como la fotografía.

Lo primero que vemos de Paco Gómez es una fotografía artística diferente a la que dominaba entonces en los salones, toda almibarada. Aquí no hay elegantes montajes en el estudio, sino yuxtaposiones de objetos encontrados fuera del estudio. Están bien, alguna incluso muy bien, pero tampoco es algo que rompa más moldes que los de la España más casposa y petulante. En una visión general de lo más loable, pero no tremendamente significativa.

Aunque ya tenía querencia, da la impresión de que un viaje a París hacia 1962 le hizo ver la ciudad y lo edificado como protagonistas absolutos. Ya antes, en 1959 había sido contratado por la revista Arquitectura, pero a partir de ese viaje su foco se centra mucho más y es de donde surgen unas fotografías verdaderamente espectaculares. Por un lado, su tratamiento de la foto arquitectónica de edificios singulares alcanza grados de composición e iluminación verdaderamente impresionantes y, esta vez sí, originales.

Es más que posible que esta relación con la arquitectura transformara su concepción de la fotografía artística, que en el futuro tendría como protagonista muros, paredes, tapias y medianeras.

Pero lo que sí es seguro es que marcaron su otra gran vertiente, los que pueden llamarse paisajes urbanos de la creciente periferia de Madrid.  Muchas de estas fotos directamente impresionan. Hay figuras humanas, pero nunca protagonistas sino como hitos de humanidad en esos paisajes desolados donde se levantan nuevos y enormes barrios y edificios como La Guindalera, Barrio de la Concepción o San Blas. Trayectos por los que circulan tranvías entre la nada y los matojos. Solo esto ya merecería una visita, aunque lo demás aguante el tirón.

El voluminoso catálogo contiene textos interesantes y buenas fotografías, pero los primeros no acaban de centrar al personaje y las segundas adolecen de una ordenación que tiene su razones pero que en cierta medida mezcla churras con merinas y crea discontinuidades sin demasiado sentido. Son criterios, pero el trabajo de Paco Gómez se concentra en unos cuantos temas que podrían haberse agrupado, al menos en el catálogo.

Al comienzo se mencionaba la exposición en el Reina Sofía del grupo almeriense AFAL, al cual perteneció Paco Gómez. La exposición, bajo el espectacular nombre Humanismo y subjetividad en la fotografía española de los años 50 y 60. El caso Afal, no es muy extensa, unas 70 fotografías de tamaño medio, como las de Gómez, por otra parte. Sus fundadores José María Artero García (Almería, 1928-1991) y Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930), publicaron entre 1956 y 1963 una revista de fotografía y cine que bajo el signo del neo-realismo, cierto surrealismo y un pensamiento puramente fotográfico, contribuyó de manera decisiva a la consolidación de una nueva fotografía en España.

Esta es una época siempre interesante y la visión arquitectónica y urbana de Paco Gómez fueron un hito mantenido en el tiempo. La ausencia de biografías le hace aún más peculiar, rodeado de un misterio personal casi incomprensible

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