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Mil y un objetos de la Bauhaus: el fallido intento del lujo de diseño para masas

Aldo Mas

Berlín —

Es una tetera, pero no una cualquiera. Es una obra de arte expuesta en la Berlinische Galerie, museo berlinés dedicado al arte contemporáneo. Pertenece a la muestra Original Bauhaus, con la que celebra estos días los 100 años del nacimiento de la escuela alemana.

La tetera la firma Marianne Brandt. Es una de las primeras creaciones de la fotógrafa, diseñadora especializada en trabajar con metales. Data de 1924, el mismo año en que Brandt comenzó a estudiar a las órdenes del genio húngaro Lásló Moholy-Nagy en los días en Weimar de la Bauhaus.

De formas redondeadas, en esa tetera se observa la voluntad de Brandt de ser “pionera de la simplicidad”. En la Bauhaus, esa era una de las grandes aspiraciones de todo alumno aplicado. Maestros y estudiantes querían que las formas del diseño cubrieran “todas las necesidades” del ser humano, según los términos del pintor, escultor, coreógrafo y diseñador Oskar Schlemmer, otro de los maestros de la Bauhaus que fundara en 1919 el arquitecto Walter Gropius.

A buen seguro, Marianne Brandt, toda una pionera que supo imponerse en el taller – “al principio no me aceptaron, pensaban: 'no hay sitio para una mujer en un taller de metales”, según explicaría ella misma años después –, aspiraba a que su tetera llegara lejos. A fin de cuentas, mucho de los esfuerzos que se ponían en la Bauhaus iban dirigidos a la manufactura de masas. Sin embargo, de la tetera de Brandt sólo se produjeron ocho unidades. Siete de ellas están expuestas juntas por primera vez estos días en Berlín.

“Sus formas simples y su pulida superficie hacía que pareciera un prototipo ideal para la manufactura industrial, sin embargo, esta pequeña tetera estaba hecha con mucho trabajo manual y nunca alcanzo la producción en masa”, explican los responsables de la muestra de la capital alemana.

Un siglo de diseño

Original Bauhaus constituye una de las grandes citas culturales alemanas de este año, marcado por el centenario del nacimiento de la influyente escuela germana. En una superficie de 1.200 metros cuadrados, esta exposición reúne cerca de 1.000 objetos surgidos de los talleres que dirigieron maestros como Moholy-Nagy, Kandinsky, Paul Klee o Johannes Itten, y donde se formaron talentos como el de Brandt. Su tetera destaca en la muestra como también lo hace la silla Wassily de Marcel Breuer, otro de los ilustres estudiantes salidos de la Bauhaus.

Tres ejemplares de su célebre silla de tubos de metal y lienzo están expuestos en la Berlinische Galerie. De su silla, el propio Breuer diría que ese diseño era “el menos artístico, el menos confortable, el más maquinal”, aunque se ponía en venta en su momento como “ideal para barcos, terrenos de juego, terrazas, casas de verano, cafés y jardines”.

La silla Wassily no fue un éxito de ventas inmediato como tampoco la tetera de Brandt. No fueron los únicos productos de la Bauhaus que acabaron así. De hecho, muchos de los objetos ideados en las aulas y talleres de la célebre escuela “parecía que podían hacerse de modo barato con máquinas pero, en realidad, eran diseños extremadamente caros de realizar”, según explicó en su momento Wilhelm Wagenfeld, otro de los ilustres estudiantes de la escuela germana.

La idea del lujo para las masas era más difícil de materializar de lo que parecía, aunque alumnos y profesores pusieron no pocos esfuerzos en hacer llegar fabulosos productos de diseño a la mayoría.

A los trabajadores se dirigía, por ejemplo, el muy funcional armario sobre ruedas de Josef Pohl con fecha de 1930. Bajo las duras condiciones económicas de la Gran Depresión, en la Bauhaus de Dessau habían dejado entonces de apostar por los tubos de metal.

“Los experimentos se hacían entonces con materiales más baratos, como la madera laminada o madera contrachapada”, se explica en Original Bauhaus a cuenta del armario para ropa de Pohl. Ese trabajo se inscribe en la época del arquitecto Hannes Meyer como director de la Bauhaus. Suyo es lema para la escuela posterior al Crack del 29: “la necesidad de la gente en lugar de necesidades de lujo”.

“Bolcheviques culturales” perseguidos por nazis

En 1930, la Bauhaus ya estaba en el punto de mira de los sectores más radicales de la sociedad germana, incluidos, por su puesto, los nazis, quienes en sus funestos días en el poder persiguieron a los genios de la Bauhaus. Les reprochaban “bolchevismo cultural”.

“Durante la dictadura nazi, los caminos personales y profesionales de los 1.400 Bauhäusler tomaron diferentes direcciones”, cuentan los responsables de la exposición, aludiendo a maestros y estudiantes de la célebre escuela germana. Pero “muchos llevaron sus ideas y conceptos pedagógicos de la Bauhaus con ellos por todo el mundo. Enseñaron y fundaron nuevas escuelas”, abundan.

Solo así puede explicarse la gran exposición berlinesa, que reúne una vasta diversidad de ejemplos artísticos traídos de todo el mundo. Además, la muestra no solamente ofrece obras salidas de los apenas catorce años que la Bauhaus estuvo activa en Alemania, sino también de trabajos inspirados en las ideas de Walter Gropius y compañía.

Así, en la exposición berlinesa dialoga con los varios “fotograma” firmados por Moholy-Nagy en los años 20 una obra del fotógrafo contemporáneo alemán Thomas Ruff. Los “fotogramas” de Moholy-Nagy son imágenes que resultan de exponer a la luz una superficie fotosensible sobre la que reposan objetos elegidos por el artista. Esta técnica del maestro de la Bauhaus sirvió, por ejemplo, para la creación de varios diseños de imágenes promocionales para el fabricante de cámaras Goerz.

Original Bauhaus también reúne foto-montajes –uno de los puntos en común que tuvieron en su día los Bauhäusler y los dadaísta–, alfarería, tapices, bocetos, esculturas y pinturas, entre otras cosas.

Mucha fue la libertad de la que gozaron quienes enseñaron y quienes se formaron allí. Basta para entender esto uno de los planteamientos de Johannes Itten, otro de los ilustres profesores de la Bauhaus: “La naturaleza de mi concepción pedagógica me impide directamente corregir a un estudiante en 90 de cada 100 casos”.

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