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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Barroca, fiera, férrea y vulnerable: Carme Riera destapa a Carmen Balcells

La agente literaria Carmen Balcells, en 2012

Carmen López

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Nadie rechazaba una llamada de la agente literaria Carmen Balcells a cualquier hora, ni siquiera un presidente de Gobierno. Por eso, cuando el escritor Manuel Vázquez Montalbán murió de un infarto en el aeropuerto de Bangkok en 2003, ella marcó el número de la Moncloa al momento. Así consiguió que el cuerpo fuese repatriado en tiempo récord gracias a su cercanía con el matrimonio Aznar, porque su influencia llegaba hasta ahí y mucho más allá. Esta es solo una de las múltiples anécdotas que la escritora Carme Riera ha recogido en su libro Carmen Balcells, traficante de palabras que Debate acaba de publicar en castellano y Rosa dels Vents en catalán.

Balcells era tan grande en todos los sentidos que la autora ha necesitado más de 500 páginas para retratarla en esta biografía autorizada. Carme Riera, que fue clienta y amiga de la protagonista, tardó cinco años en componer un libro que dista de ser una hagiografía: las luces de Balcells están plasmadas pero también sus sombras, que eran alargadas. La autora visitó su archivo, hizo más de 25 entrevistas y tiró de sus propios recuerdos para explicar a la persona y al personaje, que iban de la mano pero no eran lo mismo.

Aunque fueron amigas cercanas, a Riera no le tembló el pulso a la hora de contar las flaquezas de Balcells. “Ella era genial y extraordinaria y los genios también tienen problemas. Y contar las fisuras de Carmen también me parecía oportuno”, dice a elDiario.es. Por supuesto, se dejó cosas en el tintero porque le parecían demasiado íntimas, pero el libro permite hacerse una idea de cómo era esa mujer que lo mismo cerraba acuerdos económicos tremendos que ponía pisos en Barcelona para sus autores, lloraba desconsolada por una nimiedad, gritaba como una fiera a sus empleados o se reía a carcajadas de un chiste. Férrea y vulnerable a partes iguales.

Por ejemplo, Riera rememora un encuentro entre la agente literaria y José Manuel Lara, el fundador de Planeta, que ilustra la dicotomía de la personalidad de Balcells. “Estaban luchando y ella parecía un tiburón dándole dentelladas a Lara hasta que él le dijo: 'Lo que pasa es que tú no follas' y la hundió en la miseria”. La escritora añade un adjetivo más para definirla: barroca. “Yo conocí a José Fernández Montesinos que era concuñado de Lorca, una persona maravillosa, que decía: 'Los españoles son eminentemente barrocos, entre dos cosas, escogen siempre las tres'. Y Carmen era así”, dice.

Puñales como el que le lanzó el editor en aquella reunión demuestran que Balcells no tenía demasiada razón cuando afirmaba que ella no lo había tenido difícil en el sector por ser mujer, sino más bien por no tener dinero o recursos. “En el momento en el que te conviertes en poderosa da igual que seas hombre o mujer pero creo que si no hubiera sido mujer, Lara no le habría contestado como yo oí”, defiende Riera. “Eso jamás se lo habrían dicho a un hombre aunque hay muchos que no follan, claro”, indica. Pese a todo, inauguró una profesión en España en la que actualmente hay más mujeres conocidas que hombres, algunas de ellas extrabajadoras de la agencia Balcells, como Antonia Kerrigan o Silvia Bastos.

El boom latinoamericano

Es imposible desligar a Balcells de dicho fenómeno literario porque ella fue su artífice allá por 1965. No solo encontró a los autores –sus pocos conocimientos de inglés desviaron su atención al panorama hispanoamericano– sino que se desvivió para que sus condiciones tanto vitales como económicas fuesen las mejores. Convirtió a Barcelona en una ciudad literaria, como antes lo había sido París, la puso en el mapa de la cultura. Trajo a Vargas Llosa, a Nélida Piñón, a Isabel Allende y a Gabriel García Márquez, por supuesto. Fue el responsable de más del 36,2% de la facturación de la agencia y su amigo del alma. Gracias a él se ganó el título de Mamá grande, aunque también tenía otros como Papisa de la literatura o Superagente con licencia para matar como le decía Vázquez Montalbán.

Se esforzó al máximo para que sus clientes estuviesen cómodos (a veces hasta agobiarlos, como se explica en la biografía) y gracias a eso muchos pudieron dedicarse a escribir como único oficio. Puso pisos en Barcelona para que se alojaran, solucionó problemas domésticos y demás aspectos prácticos. Y lo más importante: se encargó de que cobrasen lo que era justo. Riera explica que “Carmen consiguió cambiar los contratos, ponerles límite temporal y geográfico. Gracias a ella ya no vendías para toda la vida los derechos de cine, de televisión sino que vendías el libro”. También menciona la determinante Cláusula Balcells, gracias a la cual los escritores pudieron pagar a Hacienda por ejercicio y no de golpe cuando reciben un anticipo.

Pero su trabajo no solo benefició a los autores. “Los editores también le tienen que agradecer que los autores y los editores ahora tienen buena relación”, declara Riera. A lo largo de su vida, Balcells gestionó más de 50.000 contratos, entre ellos los de seis premios Nobel: Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Miguel Ángel Asturias.

Cartas astrales y altas esferas

Quizá sorprende que una figura pragmática en los negocios crea en la influencia de las posiciones de los planetas en la vida de las personas, pero en el caso de Carmen Balcells era así. Encargaba las cartas astrales de sus representados a su pitonisa Lisa Morpurgo, quien también le enviaba cada semana las predicciones de los astros en relación al trabajo, como descubrió Carme Riera al consultar su archivo. “Ella mandaba que te hicieran la carta y después te la regalaba”, comenta la escritora, que en la boda del hijo de Balcells estuvo sentada al lado de la astróloga. “Era una italiana estupenda y me pareció que la tipa era absolutamente racional, no me pareció nada esotérica”, afirma riendo.

Ese aspecto de la agente literaria venía dado por García Márquez –“Ella era su otra mitad, la otra cara de la moneda”–, que creía en esos temas o hacía pensar a los demás que lo hacía. “A mí se me rompió un espejo y Carmen me hizo llegar una ristra de ajos fenomenal. Yo no creo pero mira, vete a saber. Jamás brindo con alguien que brinde con agua, eso es un horror”, comenta Riera.

García Márquez aparece en muchos de los capítulos de la biografía, es imposible que no. En algunas ocasiones se puede percibir que su personalidad estaba cargada de soberbia, aunque la escritora sostiene que era una actitud impostada. “El García Márquez que conocí era una persona divertida, encantadora, fantástica. Pero decía una cosa en la que tenía razón: ‘si a mí los editores no me ayudan a escribir el libro, yo tampoco tengo que ayudarles a venderlo’. Por lo tanto, no concedía entrevistas ni hacía promoción como todos los demás porque él se lo podía permitir. Pero yo creo que era su personaje. Como Cela, por ejemplo. Yo le conocí como una persona normal, un hombre encantador de los que te quitaba y te ponía la silla a la hora de comer, no era el Cela de las boutades y de las burradas. Una cosa es el personaje y otra la persona”, dice.

A través de estos sus autores Balcells llegó a altas esferas que incluso eran antagónicas. Por ejemplo, gracias al escritor colombiano frecuentó a Fidel Castro y gracias al gallego, o más bien a su mujer Marina Castaño, a la familia Aznar. También se codeó con Felipe González y fue admiradora declarada de los reyes Felipe y Letizia. “Ella decía que era apolítica. Incluso le aconsejó a García Márquez que no se metiera en política en España”, sostiene Riera “pero me contó que el asesinato de Puig Antich le revolvió las tripas y no es que ella fuera franquista en absoluto, pero dijo que eso la volvió de izquierdas. Aunque a mi entender eran unas izquierdas bastante moderadas”.

Lo que sí dejó bastante claro en vida es que no era independentista y la escritora cree que ese rechazo ha hecho que la agente literaria no tenga más reconocimiento institucional en su ciudad. “Rubalcaba decía que en España entierran muy bien. Bueno, pues en Cataluña entierran muy mal. Ella puso a Barcelona en el mapa literario y la ciudad no quiso su proyecto Barcelona Latinitatis Patria. No tiene ni una mísera placa en un jardín ni nada. Yo se lo he pedido a la alcaldesa mil veces, no entiendo esa tacañería”, cuenta.

Riera y Balcells compartieron cientos de momentos, pero la primera escoge uno que a su entender representa perfectamente cómo era su personalidad. “Erámos vecinas de calle y vino una noche a cenar a casa y se dejó las llaves. De aquella no teníamos móviles y la acompañé a llamar al timbre, pero su marido no nos oyó porque estaba durmiendo”, relata. La escritora la invitó a quedarse en su casa, pero Balcells estaba empeñada en dormir en su cama. “Le dijo al portero que escalase un poco y rompiese la cristalera y así se hizo. Si eso no es una definición de carácter, pues ya me contarás”, dice.

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