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ENTREVISTA Cineasta

Albert Serra: “No me gusta la idea de 'cine español', es un término obsoleto”

El cineasta Albert Serra, que presenta en Cannes 'Pacifiction'.

Javier Zurro

Cannes (Francia) —

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Desde 2009 solo ha habido un nombre español en la Sección Oficial de Cannes, el de Pedro Almodóvar. Este año se ha unido otro, el de Albert Serra, el mil veces llamado enfant terrible del cine español por sus películas provocadoras, radicales y únicas. El director catalán ha construido una carrera que ha sido más reconocida en Francia que en España, donde hasta le cuesta encontrar distribución. Muchos le consideran un afrancesado, y de hecho sus películas se ambientan en una Francia a través de la cual analiza la podredumbre del mundo actual.

Con su nueva película, Pacifiction, ha creado un filme tan excesivo como único. Contiene varias de las imágenes más potentes que se han visto en este festival de Cannes y una interpretación que huele a premio, la de Benoît Magimel como un alto comisionado francés en Tahití que investiga el rumor de pruebas nucleares en sus aguas. Un anti thriller político en el que presenta a políticos sudorosos, gordos y decadentes. Un mundo donde nadie se fía de nadie. Donde no hay principios y los políticos bailan bajo la luz de un neón morado borrachos y con total impunidad. Una película libre, que nunca sabes por dónde va a girar y con la que Serra entrega su filme más accesible sin renunciar a una mirada autoral clara y consciente.

¿Por qué le interesa la decadencia del imperio francés? Primero fue en La muerte de Luis XIV, luego en Liberté y ahora en Pacifiction.

No es algo específicamente francés. Me interesa en la medida en que es universal. Evidentemente, cuando se habla de imágenes son imágenes concretas, y a mí me importa mucho la dirección artística. Que todo sea perfecto. Que creas en eso, que sea un universo imposible o improbable, pero que creas en eso. El aspecto interesante es que es universal y, en este caso, como es contemporáneo, hoy todo está conectado. La decadencia está en todos los sitios. Es una metáfora que permite ver esto y me permite la libertad que me gusta, también en el tono de la película, que nunca sabes si es farsa o sátira, si luego va en serio… La película va mutando y transformando a tiempo real. No hay control, parece que está fuera de control. En mis rodajes me gusta generar ese caos, me gusta pescar en aguas revueltas.

Le gusta generar imágenes que perduren. Lo dice en un contexto de consumo ansioso en plataformas. Tengo una duda: ¿si Netflix llegara con un cheque en blanco y le diera libertad absoluta, les diría que sí?

Claro. Si vienen con un cheque en blanco y pudiendo hacer lo que quiera, sí.

¿Y si tiene que renunciar a la pantalla grande?

Esto es otro tema. Creo que para hacer estas películas hay un pacto que pasa por lo físico. Necesitas más información, porque todo es sutil y complejo, incluso hay que perderse un poco. Y el cine es eso, es crear una lengua extranjera que a veces crea más confusión que esclarecimiento, y la pantalla grande es clave para crear esa confusión. Entiendo que son formas distintas de consumir y que buscan objetivos diferentes. No parece que les interese este tipo de cine, les interesa una suscripción masiva de público. En Netflix no compras un autor, compras la suscripción del mes, y el autor también se define por esto, por ser único. Vas al cine a ver a ese autor. No es intercambiable. Nadie puede hacer la película que yo he hecho, pero las series comparten directores y son todas iguales. Con eso está todo dicho.

Este año ha ganado Carla Simón en Berlín, usted compite por la Palma de Oro… ¿Está cambiando algo del cine español?

No, no creo que esté cambiando. Pero si puedo contribuir en algo… Es que no me gusta la idea de 'cine español' porque creo que el concepto de cinematografía, de cinematografía nacional, es obsoleto. Ahora son todo coproducciones porque las películas tienen interés mundial, no las puedes financiar tú solo y cuando coproduces, compartes riesgos y hay otro distribuidor implicado que cuida a su comunidad. Es una manera nueva de ver las cosas. Ir al pasado no tiene sentido y eso de ‘cine español’ no tiene recorrido. Bueno, sí, tiene recorrido económico para los que se benefician.

Pienso en la gloria, pero no en la gloria presente. Trabajo para la gloria, como los poetas que quieren la gloria eterna

Albert Serra Director de cine

Ha mencionado a los que se benefician. No sé si está muy enterado de lo que está pasando con la nueva Ley Audiovisual.

Sabía mucho de esto, pero me he quedado un poco… no sé qué pasa al detalle, si la leyera me entero rápido, pero me parece que va en la misma dirección, que lo que había no lo modifica en nada y que es lo mismo de siempre. Antes todos los ricos decían que había que hacer industria. La idea era esa, hacer industria porque cada país tenía que tener grandes empresas para competir con los extranjeros. Vale, pues venga, hacedlo. Pero no, dijeron: vamos a ayudarles durante un tiempo para ver cómo pueden competir con los americanos, y ves que era mentira, que lo único que quieren, como no pueden competir contra ellos, es quitarles el dinero a los pobres y ahora quieren parte del pastel reservado para los pobres. Quieren formar parte de esta pequeña industria. Esta hipocresía va a peor y no está cambiando. Y tampoco veo muchos resultados, porque cuando se ponen con lo artístico tampoco saben mucho y cuando se ponen con lo comercial tampoco parece que el resultado sea muy brillante.

Hay un monólogo fantástico en la película sobre que la clase política es como un club nocturno. ¿Es una película sobre la decadencia de la clase política?

No habla de una clase política, pero sí de un distanciamiento que hay entre la clase que dirige y el pueblo. Esto se ve cada vez más claramente y se traduce en que las diferencias entre ricos y pobres son cada vez más grandes. Esto provoca incomprensión, distanciamiento. Y está en el protagonista, este hombre en esta tierra de nadie que debería comunicar decisiones para la gente, para el pueblo, pero cada vez hay menos gente en ese territorio. 

La película tiene varias escenas poderosas, personalmente me fascina el último baile homoerótico en la discoteca.

Es que es esto, la percepción de las cosas. Yo no trabajo con significaciones. No pienso en imágenes correctas o incorrectas. No tiene cabida eso. Hay una pulsión de intentar no reducir la complejidad de la vida real, que ya está bastante reducida por la cotidianeidad que nos aplasta a todos, sino incrementarla. Hacer la percepción de la vida más intensa, ya sea plásticamente como moralmente. Mi obsesión es crear atmósferas inéditas. Hay que hacer creer lo increíble. Ver lo invisible.

En el vídeo que precede a las películas de Cannes hay unas escaleras. En cada escalón aparece un nombre clave de la historia del cine y de Cannes. Van cambiando todos los días, pero solo hay tres españoles: Buñuel, Saura y Almodóvar. ¿Cree que va a estar pronto en ese Olimpo de nombres en esa escalera?

No pienso en esa manera, pienso en el largo término. Pienso en la gloria, pero no en la gloria presente. Trabajo para la gloria, como los poetas que quieren la gloria eterna. Las circunstancias que rodean la percepción de una obra en tiempo presente o a corto término… eso no me importa, y la gente dice que no se creen que no me importe, y yo les digo que no me importa que no se crean que no me importe.

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