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Se derrumba el templo de la Democracia

Rafael Baladés y Sergio Gay

Dear Picardo:

A ver, le informo: el infierno no existe. Solo en la mente de algunas personas.

Es más, si me apura, le diría que Gibraltar prácticamente tampoco existe. Sólo es un grano.

Quizá necesario para el dinero de algunas personas.

Habría que llenar el estrecho de bloques de hormigón para que el grano pudiera tener un poco de gracia y aparecer en el mapa.

Pero claro, eso no sería respetuoso. Ni respetable.

Por tanto, permítame una pregunta, sin acritud: ¿Cuándo va a recoger usted todos esos putos bloques de hormigón con pinchos que ha tirado al mítico mar de Neptuno?

Cordialmente,

The Spanish Patient

Muchas de las palabras que usaba mi padre están muertas. Por ejemplo: DECENCIA. DIGNIDAD. HONRADEZ. A mi padre le brillaban los ojos cuando decía ESE ES UN HOMBRE HONRADO. Y engordaba cuando decía ESE SEÑOR HABLA SIN OFENDER. Le encantaba el HUMOR QUE NO OFENDE. Y admiraba la INTELIGENCIA y la EFICIENCIA y la DESTREZA, en cualquier cosa que cualquiera hiciera. Y en su cabeza no cabía otra cosa que no fuera LA VERDAD.

Son palabras que nunca debí dejar. Y menos aún sustituirlas por éstas que ahora están de moda y que son precisamente sus antónimas: INDECENCIA, ESTUPIDEZ, INEFICIENCIA, TORPEZA, CORRUPCIÓN, DESHONOR... Y lo que es peor, permitirnos INSULTAR y OFENDER y vivir en LA MENTIRA...

Padre, te echo de menos. Te llevaste las mejores palabras.

Sí, lo se, también te gustaba mucho la palabra DEMOCRACIA.

Dos señoras de la limpieza han muerto al derrumbarse el Templo de la Democracia. Sólo una, Loli Luján, se salvó: “Yo es que ese día me fui antes porque presentía algo malo. Y lo dije: Yo me voy que esto se hunde. Y mire si se hundió.”

-¿Y por qué cree usted que ha podido pasar esto?

“Pues la verdad es que se veía venir. Las columnas temblaban cada vez que hablaban sus señorías. Y en las paredes salían grietas cada día. Yo las limpiaba porque supuraban algo viscoso, como si estuvieran podridas por dentro, ¿sabe lo que le digo?, pero es que ese día fue muy fuerte, señor. Todas sus señorías riéndose y las columnas temblando como flanes. Parecía un terremoto. Por eso en cuanto pude me fui a casa. Estaba asustada de verdad.”

-Entiendo. Y ahora los ciudadanos no saben qué hacer, si reconstruirlo o rematarlo. O hacer un museo de lo que pudo ser y no fue.

“¡Ya! Pero nos está bien empleado. Por jugar a la democracia. Con las cosas de comer no se juega.”

Querido lector:

En el centro de esta imagen pueden verse, si eres perspicaz, el bueno, el feo y el malo. ¿Los ves? Si no los ves, puedo darte algunas pistas. Una, el bueno juega al tenis y recientemente lo ha hecho en NY. Dos, el feo te invita a café con leche y no es hombre. Y tres, el malo va a menudo por un edificio que protegen dos leones. Y los tres, el bueno, el feo y el malo, aunque parezca mentira, son Marca España.

¿Los ves ahora?

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