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La embajada de España en Lisboa conmemora sus cien años en el Palacio de Palhavã
La Embajada de España en Lisboa conmemoró hoy los cien años que han pasado desde que se afincó en el Palacio de Palhavã, con un acto en el que se recordó su riqueza patrimonial y se repasó el buen estado de las relaciones hispano-portuguesas.
El acto, celebrado en Palhavã, tuvo como anfitrión al embajador español en Lisboa, Eduardo Gutiérrez, que aseguró que el palacio “muestra claramente cuál fue la voluntad de España al escoger un edificio que reflejase la importancia máxima que concede a sus relaciones con Portugal”.
El embajador señaló que Palhavã “fue testimonio de la evolución de España y Portugal” en este siglo y que ahora se erige como una de las delegaciones diplomáticas “más cargadas de historia, más representativas y más bonitas” de Lisboa.
En la actualidad, “las relaciones bilaterales alcanzaron un nivel inigualable en el pasado”, subrayó Gutiérrez, que recordó que la última demostración de ello ha sido la visita de Estado a España que realizó esta semana el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa.
El acto contó con una mesa redonda moderada por el exembajador español en Lisboa Inocencio Arias, en la que participaron el exembajador portugués en Madrid António Martins Da Cruz y el director del Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa, António Filipe Pimentel.
También tomaron la palabra el director del departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Évora, Antonio Sáez Delgado, y el escritor Ignacio Vázquez Molini, funcionario internacional en Lisboa.
El Estado español compró Palhavã en 1918 para instalar su Embajada, que permaneció allí hasta 1939, cuando sus oficinas se trasladaron a una zona más céntrica de Lisboa y el palacio pasó a ser la residencia del embajador.
Edificado en el siglo XVII y situado en la Plaza de España, el Palacio de Palhavã cuenta con un gran acervo artístico en el que se incluyen tapices flamencos del XVII y el XVIII, lámparas de cristal de Bohemia del XIX y obras de arte como un cuadro de Carlos I del pintor italiano Luca Giordano.
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