Un libro para pedir trabajo de 365 formas distintas
No porque una mentira se repita muchas veces termina siendo verdad. Hay deseos que se convierten en realidad y expectativas que nunca se satisfacen. También existen promesas que un padre hace a su hijo con la intención de que se labre el mejor futuro posible. Y es que a todos nos engañaron un poco. Como dice Óscar Arenas (Lérida, 1990), “a mí me prometieron que si estudiaba, todo me iría bien”, pero nada más lejos de la realidad. En España, más de la mitad de los jóvenes menores de 25 años se encuentra en el paro. “Se ha mitificado desde hace años que era fácil vivir, tanto con poca formación como con mucha”, dice.
Arenas ha estudiado Publicidad en la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona). A él también le tocó ser becario, trabajar por un sueldo muy por debajo del SMI -Salario Mínimo Interprofesional, que en España se sitúa en 655,20 euros mensuales- y saltar de una empresa a otra con contratos que no excedían los seis u ocho meses de duración. En cierto momento se cansó y comenzó a escribir cartas de presentación. Así que una tarde lo hacía imitando la forma de un anuncio inmobiliario y a la siguiente copiaba el estilo de Federico García Lorca. En una misiva era Charles Bukowski, en otra, Julio Cortázar. Y así se propuso escribir un libro con 365 cartas, completando una para cada día del año.
Ahora edita 365 formas de pedir trabajo, donde ha recopilado todas las epístolas. Previo al libro, Oscar tenía un blog en el que iba colgando todos los textos. Fue así como Marceli Pascual, su editor, le conoció: “Ha habido un esfuerzo tremendo de producción gráfica de Marceli y de coordinación y diseño de Ana Solans”, dice.
Junto a ellos han trabajado 36 artistas que han sido los encargados de dotar de estilo propio a cada carta. “La mayoría de ellos es gente que se interesó por el proyecto. He tenido mucha suerte con todo el talento que he conseguido reunir en el libro”, dice Oscar.
Mercado laboral precario
Un talento que huye de nuestras fronteras. Más de medio millón de jóvenes han emigrado desde que Rajoy llegó al Gobierno, en noviembre de 2011. Uno de cada dos jóvenes menores de 25 años no trabaja. Al menos, a Arenas, el propósito de su libro ha terminado por darle frutos. Ahora trabaja en una startup. Pero no olvida de dónde viene: “Lo que le pasa a mi generación es que venimos de una cultura de cierta comodidad. En realidad, a mí me habían me habían prometido que si estudiaba todo me iría bien. Que de repente, por arte de magia, un año después de terminar la carrera, tendría trabajo fijo. Como si fuera el camino natural. Y no ha sido así”, dice.
Entre las muchas fallas del sistema productivo, Arenas señala como una lacra intrínseca el nepotismo. Al enchufismo, siendo más claros. “La mayoría de puestos se cubren con un 'oye, ¿sabes de alguien que...?' Y bueno, hasta cierto punto es lícito: cada uno hace lo que quiere con la contratación, pero eso lo que hace es dejar fuera a toda esa gente que busca trabajo”.
La brecha entre políticos y ciudadanos, cuenta, es otro factor de choque: “Yo no veo que haya nadie con intención real de cambiar nada. En el sentido de que siempre hay esa desvinculación de la realidad”. Una situación que no va a cambiar “hasta que los políticos no sepan cómo capea la gente de a pie los temporales: hasta entonces no habrá nunca una legislación que ayude realmente a superar los problemas laborales, tanto de los jóvenes como de cualquier otro segmento de la población”. Y entre esos jóvenes, los 36 creativos visuales que le han ayudado a dotar de personalidad propia a su libro.
365 estilos
Los artistas estaban en situación de trabajo precaria, como él. Arenas les convenció con un argumento tan sincero como transparente. Les decía: “Todos estamos en la precariedad, buscando trabajo, y me gustaría ofrecerte una oportunidad de colaborar en este libro”. El libro, que se vende a través de Internet y en algunas librerías pequeñas de Cataluña, tiene “ese punto de producto romántico, aunque a la vez sea un tanto difícil de leer”.
Y no es fácil de leer porque escribir algunas cartas le han llevado hasta 14 o 15 días. “Con la de los palíndromos, que en realidad es bastante corta, a lo mejor estuve como unas dos semanas”, dice. Tampoco había leído nunca a Bukowski hasta que alguien se lo encargó, y así estuvo cinco días leyendo sin parar las andanzas de Henry Chinaski, el alter ego de Bukowski en muchas de sus novelas. “A fin de cuentas, después de leer dos o tres libros de la misma persona puedes ver construcciones, fórmulas, palabras que suele usar...”, dice.
Algunas empresas han leído esa carta de presentación bukowskiana. Otras han podido comprobar cómo una imitación de Tim Burton se dirigía a ellas, o de Mario Benedetti, o de Chuck Norris. “También, a veces, lo que hacía era mandarles recopilaciones. Yo pensaba... 'A esta agencia le puedo ofrecer, para este cliente que es muy juvenil, esto o lo otro. Y si no te gusta ninguna de ellas me puedes hacer una propuesta'”. Una propuesta para hacer real la promesa de Oscar: “Que yo me adapto a lo que me echen”, dice. Este esfuerzo creativo a él le resultó. Aunque por el camino se hayan quedado innumerables visitas a otras editoriales y un crowdfunding fallido.