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Libros para soñar que son libres: la iniciativa que manda obras dedicadas a mujeres entre barrotes

A las olvidadas

Mónica Zas Marcos

Flor define la prisión de Soto del Real como “el cementerio de los vivos”, el último rincón del mundo. Tiene 29 años y su día a día es un compendio de horarios estrictos y normas ceñidas a las paredes del centro madrileño y de su celda. Es inevitable que en una situación así la mente fantasee con huir y saltar los muros coronados por un alambre de púas. Aunque no de forma física, Flor es capaz de hacerlo mentalmente desde junio gracias a la iniciativa A las olvidadas.

María Rufilanchas, fundadora de la marca Teta & Teta, impulsó esta recogida de libros en marzo para evadir a las internas de su privación de libertad y, apenas un año después, está ultimando la tercera convocatoria.

A las olvidadas surgió de la forma más espontánea posible y en una librería, como no podía ser de otra forma. “Estaba hace un año en Tipos Infames (Madrid) y le dije a Alfonso, el encargado, que qué iba a hacer con todos esos libros en casa. Me comen”, explica Rufilanchas en conversación con eldiario.es. Al fondo de la barra, asomó una voz que le dio dos opciones: “Donarlos a una biblioteca o a una cárcel”.

Era una mujer de mediana edad, con el pelo cardado y que la observaba mientras bebía una copa de vino. “Me regaló la palabra -cárcel- y todo tomó forma en mi cabeza. ¿Y si le pedía a la gente que pensase qué libro le regalaría a una mujer que está apresada?”. Su trayectoria como publicista y parte del estudio creativo Molaría allanó el camino para crear la campaña de la primera convocatoria. El objetivo era llevar los libros al módulo 5 de mujeres de Soto del Real, así que contactó con la socióloga de esa unidad y le dieron luz verde sin pestañear.

En apenas cuatro semanas, A las olvidadas se convirtió en un éxito en las redes y recibieron más de 680 paquetes. “En este momento te tengo que hablar de Ana, la cartera. Al segundo día la invité a entrar para explicarle la iniciativa porque, a final, está acostumbrada a que le abran con cara de perro por llevar notificaciones de Hacienda y aquí nos peleamos por abrir cada vez que suena el timbre”, cuenta al otro lado del teléfono. Tanto le gustó la idea, que ha participado en las tres campañas.

“Fueron las cuatro semanas más bonitas que he vivido en el estudio, y eso ya es decir”, confiesa Rufilanchas. La única condición para enviar un libro era que estuviese pensado para las internas y que incluyese una breve dedicatoria en el epígrafe. “Empezaron a llegar maletas de libros de cualquier país y provincia, señoras con libros y pasteles, madres de presas, expresas…fue increíble”, recuerda. La idea es volcar los títulos, los nombres de las donantes y las dedicatorias de las tres ediciones en una memoria llamada A las olvidadas.

La otra parte del proyecto consiste en filmar la visita a las cárceles en vídeo para crear un documental. Sin embargo, en Soto del Real no les dejaron entrar con cámaras, así que llevaron a la ilustradora Tuchi. “Fue muy emotivo. Les contamos la iniciativa, lo que había pasado fuera, les invitamos a leer en alto algunas de las dedicatorias y les dimos todo el tiempo del mundo para que eligieran los libros que quisieran”, rememora.

Tras Soto del Real, María Rufilanchas comenzó los trámites para repetir el proceso en noviembre en la cárcel de Estremera, también en Madrid. En esta ocasión, la impulsora iba en busca de financiación y de mejores medios que en la anterior. En Instituciones Penitenciarias le brindaron lo segundo, pero ningún apoyo económico –“cosa que ya me esperaba”–, y aun así recibieron bastantes más libros que en la campaña de Soto.

“Era una cárcel totalmente diferente. Encontré a las internas mucho más deterioradas, entiendo que por el perfil. En Estremera había más diversidad racial y son penas más largas; en Soto eran señoras que podrían ser nuestras madres”, describe. Recuerda en especial el caso de Ana (nombre ficticio), que se emocionó tanto con las dedicatorias que contó que estaba allí por haber matado a su marido con arsénico: “Sabía que iba a tener que pagar, tía, pero aquí estoy y mis hijos también están vivos”, confesó la reclusa.

Este efecto de catarsis, según Rufilanchas, se debe a las dedicatorias. “Al final es gente que se ha puesto en sus zapatos -con lo que aprietan- y eso no es normal”, aclara. Las palabras proceden casi siempre de otras mujeres que recomiendan un libro que les sirvió a ellas antes. De hecho, suelen ser mensajes de empoderamiento, cariño, respeto, ánimo y sororidad. “El libro que más mandan es Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie”, cuenta María como ejemplo de que casi todos los títulos son escritos por mujeres o tratan sobre mujeres.

Libros para presas y sus hijos

La otra condición que han puesto desde A las olvidadas es que los libros se mantengan exclusivamente al alcance de las internas. En España, solo hay tres cárceles para mujeres, el resto son 39 módulos femeninos integrados en las prisiones para hombres. “Descubrimos que el sistema penitenciario está diseñado para el hombre, que son mayoría (93%) y que, aunque en España solo son un 7%, es la población femenina reclusa más alta de Europa. Esa desigualdad de género en las cárceles es inquietante”, explica la impulsora.

Comenta que diversas expertas han apuntado que “la mayoría de los delitos de estas mujeres están relacionados con el hombre. Bien por dependencia, por violencia o por encubrimiento”. No en vano, el 75% de las presas ha sufrido violencia machista, según un estudio de Instituciones Penitenciarias.

Por todo esto, A las olvidadas pretende regalarles algo que solo les pertenezca a ellas, aunque sea por una vez. Lo habitual es que los libros donados pasen a formar parte del catálogo de la biblioteca central de la prisión, para hombres y mujeres, pero estos títulos conforman algo más que un mero índice literario.

Como explicaban las propias internas de la cárcel de Soto del Real en una carta de agradecimiento a Teta & Teta, “por primera vez hemos visto con un libro en las manos a mujeres que antes no tenían esa inquietud, el sentimiento de que algo nos pertenece, que es exclusivamente para nosotras, en un lugar dónde el machismo está presente en cada momento”.

En la última convocatoria, A las olvidadas visitará la unidad de madres de la cárcel de Aranjuez el próximo 23 de enero. De 0 a 3 años, los hijos de las internas están con sus madres, así que en esta ocasión han pedido también libros infantiles. “Llegan embarazadas de siete u ocho meses y, cuando el menor cumple tres años, se tiene que ir”, cuenta María.

“Por la mañana van a la guardería (que en el caso de Aranjuez está dentro) y por las tardes están todo el tiempo con sus madres. Hay salones de juego y cuidan mucho el vocabulario para que el niño no tome conciencia de dónde está: no lo llaman celda, sino habitación, o centro en vez de cárcel”, explica sin saber muy bien lo que se encontrará en un par de semanas.

Van con el optimismo contagiado de las anteriores convocatorias y con la vista puesta en un futuro esperanzador para el proyecto. “Me gustaría ir por toda España con A las olvidadas, como hizo Lorca con la Barraca. Pero, hasta que no se pueda ni encontremos patrocinador, hemos desarrollado un plan de acción para que cualquiera pueda hacerlo en su comunidad”, confía.

Durante la espera, cuenta con el apoyo de las mujeres hicieron volar su imaginación por encima del alambre, aunque su cuerpo estuviese inmóvil con un libro entre las manos. Como decía Flor: “Espero salir pronto, pero hasta entonces, seguiré leyendo”.

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