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Sexo, picaresca y libertad: así era el México homosexual de 'El vampiro de la Colonia Roma'

Una imagen de la película 'Roma', de Alfonso Cuarón

Clara Giménez Lorenzo

Ciudad de México —
13 de marzo de 2024 23:04 h

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Grupos de turistas hablando en inglés. Cafés repletos de nómadas digitales tecleando en sus ordenadores portátiles. Paseadores profesionales con cinco, seis, siete perros moviéndose al compás. Coctelerías y restaurantes cuyos precios sobrepasan con creces el sueldo promedio de México. Es lo que uno puede encontrar hoy en día en la colonia Roma, especialmente en la Roma norte. Pero, mucho antes de convertirse en uno de los núcleos de la gentrificación de la Ciudad de México, antes de ser conocida mundialmente por la película de Alfonso Cuarón con el mismo nombre, precisamente en la década donde se sitúa la cinta nominada a múltiples Oscar, la Roma era otra cosa.

Además de un barrio donde residían las clases medias y acomodadas, en los años 70 la Roma también fue hogar de personajes como Adonis García, trabajador sexual y protagonista de la novela El vampiro de la Colonia Roma, publicada originalmente en 1979 y escrita por Luis Zapata (1951-2020), uno de los autores más prolíficos de la literatura homosexual mexicana. Ahora, la editorial Caballo de Troya reedita en España esta obra que en su día fue considerada pornográfica, y que décadas después constituye uno de los libros más emblemáticos de la literatura LGTBIQ+ del país latinoamericano. 

“Por lo que he ido viendo, había mucha gente en España que había oído hablar del libro, pero no tanta gente que lo hubiese leído. Así como en México es un libro conocido, fácilmente accesible, en España tenía una pátina de mito lejano”, explica por correo electrónico Sabina Urraca, editora durante dos años en el sello de Random House, grupo editorial que aún posee los derechos a punto de vencer de la novela. Sabina Urraca tiene su historia personal con El vampiro, que se remonta a hace 10 años, cuando vivió una temporada en México: “Encontré este libro, en una edición que parecía casi un fanzine, en un tianguis [un mercadillo] cerca del abandonado cine Ópera, en la Colonia San Rafael. Era una época terrible de mi vida, y, de alguna forma, El vampiro de la Colonia Roma me sostuvo, me ofreció la esperanza de otra forma de literatura”, recuerda.

“Me gustó mucho su estilo entrecortado, la libertad absoluta a la hora de disponer el texto, el juego de la grabadora que registra el testimonio de Adonis García”, prosigue la editora, periodista y autora de novelas como Las niñas prodigio. A través del relato en primera persona de Adonis, un joven gay de 17 años que comienza a buscarse la vida ejerciendo la prostitución en la Ciudad de México, Zapata construyó un valioso documento que da cuenta del habla popular —El vampiro está escrito sin signos de puntuación, emulando una transcripción oral, y rebosa argot chilango de los 70— y de la cultura homosexual de una época donde ser abiertamente “puto”, “loca”, “gayo” o simplemente “de ambiente” podía acarrear marginación, extorsión, y hasta penas de cárcel.

Un gay no podía ser protagonista

Para Pedro Sánchez, sociólogo, escritor y cronista de la Ciudad de México, la obra de Luis Zapata implica tres cosas:  “Una ruptura, una transgresión y una nueva corriente narrativa”, dice al ser entrevistado por elDiario.es. “Entre los años en que se escribe y publica la novela era técnicamente imposible que un gay fuera el protagonista de algo. Cuando mucho aparecían para ser ridiculizados, denostados, excomulgados, golpeados y humillados. Con Adonis García pasa lo contrario, pues es un personaje picaresco en la tradición del Siglo de Oro español o de la primera novela mexicana, El periquillo sarmiento, al que le gusta vivir la vida plenamente”.

La asociación sexo, urbe y la fecha de publicación hacen de esta una novela muy especial, con una visión muy optimista, triunfalista y divertida de lo gay, sin dejar de ser crítica. Nos da una idea de una Ciudad de México hipersexualizada e hipersexual

César Cañedo Poeta y profesor en la UNAM

Aunque se habla de ella como obra pionera, “en sentido estricto, El vampiro no es de las primeras novelas gays, aunque sí marcó un cambio de paradigma porque es abierta, directa, cuenta todas las aventuras sexuales del protagonista”, asegura César Cañedo, poeta y profesor en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). En efecto, la narración de Adonis García no escatima detalles, desde descripciones explícitas del acto sexual hasta un recuento de enfermedades de transmisión sexual: “He tenido treintaidós gonorreas en mi ya larga carrera o quizá más porque no viene siempre con esa regularidad”, relata el protagonista, que cree “haber cogido dentro del talón [prostitución] sin contar las veces que lo he hecho por placer ¿verdad? como unas tres mil quinientas veces”.

“El vampiro de la Colonia Roma sienta las bases para que se hable de la sexodisidencia con más desparpajo, se le retira toda la pátina de culpa y sufrimiento de representaciones anteriores”, coincide Juan Pablo Ramos, narrador y especialista en la obra de Luis Zapata. El libro se publicó un año después de la primera manifestación estudiantil donde participaron abiertamente miembros del Frente de Liberación Homosexual de México, y en el mismo año donde tuvo lugar oficialmente la primera Marcha del Orgullo Homosexual de la Ciudad de México. 45 años después, México es uno de los países con más avances en derechos LGTBIQ+ de América Latina, aunque no está exento de violencias: el último caso que conmocionó al país tuvo lugar en noviembre, cuando miles de personas salieron a la calle en varias ciudades de la República para reclamar justicia por el asesinato de le magistrade del Tribunal Electoral de Aguascalientes Ociel Baena, que hasta el momento de ser encontrade sin vida junto a su pareja era la primera persona no binaria en asumir un cargo de dicha categoría en Latinoamérica.

Cartografiando un D.F. hipersexual

Aunque el trabajo sexual implique para Adonis una forma de subsistir ante la precariedad, nunca nos encontramos en El vampiro con un relato trágico, sino con un personaje que disfruta abiertamente de su placer a lo largo y ancho de la capital mexicana, entonces conocida como el Distrito Federal (D.F.): “La asociación sexo, urbe y la fecha de publicación hacen de esta una novela muy especial, con una visión muy optimista, triunfalista y divertida de lo gay, sin dejar de ser crítica. Nos da una idea de una Ciudad de México hipersexualizada e hipersexual”, opina Cañedo. 

La reacción escandalizada por parte de la intelectualidad de la época probablemente contribuyó a que El vampiro fuera, desde un inicio, un éxito de ventas. “Al mismo tiempo que una novela era un mapa, una cartografía mediante la que muchos hombres ubicaban lugares específico donde había cruising”, recalca Cañedo. En la obra aparecen espacios que llevan décadas siendo frecuentados por la comunidad LGTBIQ+, como la Zona Rosa, en la colonia Juárez, y otros lugares tan inesperados como la mítica cadena de cafeterías Sanborns: en casi todas las sucursales, a día de hoy, continúan vendiendo la novela, y algunos Sanborns, en palabras de Cañedo, “mantienen esa tradición del cruising o sexo casual entre hombres”. 

De acuerdo con Sánchez, “el D.F. del vampiro aún olía a provincia, catolicismo, represión, enfermedades venéreas y pan recién horneado. En ese contexto la ciudad tiene un aire conservador a la luz del día, y una oscuridad cómplice por la noche. En más de un sentido es una urbe pequeña que se extraña”. Desde la publicación del texto, los cambios han sido muchos pero, para Sánchez, el D.F. de finales de los 70 todavía resuena en la CDMX del siglo XXI, pues “al recorrer las calles de la colonia Roma y la Zona Rosa encontramos huellas de concreto, cicatrices urbanas, predios abandonados y negocios en decadencia que nos remiten a las páginas del texto”, sostiene. 

Una lección de historia

El vampiro es, definitivamente, una obra rompedora, pero también reproduce estereotipos de una sociedad patriarcal, como muestra la visión que tiene el protagonista sobre los homosexuales con una expresión de género menos normativa, con quienes convive diariamente: “Las locas son las que nos desprestigian a los homosexuales serios, a los que no tenemos que andar gritando a los cuatro vientos que somos putos”, llega a decir Adonis García, pese a que su amante, René, cumpla con las características de una 'loca'. 

Tampoco tiene sentido leer a Luis Zapata con la perspectiva actual, más diversa e incluyente, opina Ramos: “Por supuesto que el libro sigue adaptándose a códigos machistas, pero este tropo del homosexual serio frente a la loca es muy común en los 70 y 80”. Y cita la novela Utopía gay, del también mexicano José Rafael Calva, donde uno de los protagonistas se queda embarazado, publicada en 1983. “Yéndonos más atrás, el personaje de la loca también es una heroína en las letras sexodisidentes, como se puede observar en escritos de Salvador Novo o Copi, seudónimo de Raúl Damonte”.

Suena devastador, pero los narradores españoles difícilmente estaremos a la altura de la narrativa latinoamericana. Hay un pulso, una falta de límites, que a nosotros ni se nos pasa por la cabeza

Sabina Urraca Editora y escritora

En 2024, la Roma ya no es la misma colonia donde Adonis y René compartían un cuartucho, o tal vez, entre las grietas que deja la gentrificación, por momentos sí pueda serlo. Para Sabina Urraca, la reedición en España de El vampiro llega en una época donde “el interés por la literatura latinoamericana es innegable, creciente, absolutamente ineludible. Suena devastador, pero los narradores españoles difícilmente estaremos a la altura de la narrativa latinoamericana. Hay un pulso, una falta de límites, que a nosotros ni se nos pasa por la cabeza. Por suerte, nos queda leer y fascinarnos”, afirma.

“Creo que en un momento en el que van en aumento las historias en las que hay, de forma natural, personajes LGTBIQ+, es interesante mirar al pasado, ver, en este caso, cómo era la escena gay nocturna de Ciudad de México en los 70, la terminología, percepción y vivencia de la propia sexualidad. Además de un libro revolucionario en fondo y forma, es una lección de historia”, concluye.

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