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Mariza, la diva del fado contemporáneo

La fadista Mariza, Premio Luso Español de Arte y Cultura 2018

EFE

Lisboa —

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Actuaciones por todo el mundo, un millón de discos vendidos y colaboraciones con Lenny Kravitz o Sting han llevado a Mariza alzarse como la diva del fado contemporáneo, ese que no olvida sus raíces pero se abre a otros ritmos.

Mariza, nacida hace 44 años en Mozambique, entonces colonia portuguesa, fue galardonada hoy con el Premio Luso Español de Arte y Cultura 2018, el último reconocimiento internacional a una carrera que despegó hace veinte años, pero que empezó a forjarse en su infancia.

Así lo confesó la propia artista en una reciente entrevista con Efe, en la que afirmó que ama el fado desde los cinco años y que ocultó su pasión a sus amigos por el estigma que durante el último tercio del siglo XX aún portaba este estilo musical, relegado a varios humildes de Lisboa.

Letras de desgarro y golpes vitales de la considerada “mala vida” que Mariza ha convertido en suyos siempre con una personalidad desbordante, algo extremadamente difícil en un estilo purista en el que las reglas sentadas por la legendaria Amália Rodrigues (1920-1999) parecen inamovibles.

“Siempre he hecho discos a mi manera”, afirmaba en una entrevista en junio la fadista, que este año ha puesto en el mercado su disco “Mariza”, el duodécimo de su carrera.

Con el pelo rubio platino muy corto, tatuajes en los brazos y sonrisa amplia, ha reinventado la imagen de la tristeza asociada al género en conciertos en el Carnegie Hall de Nueva York, la Sala Pleyel de París, la Ópera de Sydney o el Royal Albert Hall de Londres, entre otros grandes escenarios.

“Una diva de la música del mundo”, como la ha definido el diario británico The Guardian, que ha conseguido disparar sus ventas durante la última década hasta alcanzar el millón de copias, un récord en un género como el fado y no visto desde Amália.

“Los espectadores que vienen a los conciertos ya no van a ver a una cantante portuguesa de fado, sino que me vienen a ver a mí”, aseveró la cantante a Efe con su habitual desparpajo, aunque insiste siempre en que odia lanzarse piropos a sí misma.

Prueba de este reconocimiento internacional fue ser elegida para abrir la gala final del histórico festival de Eurovisión celebrado este año en Lisboa, que se convirtió en una ventana al mundo para Portugal.

Mariza era entonces elevada como la imagen de la canción del país, que la ha considerado una de las grandes desde que presentó su primer álbum, “Fado em Mim”, en 2001, con el que consiguió el premio de la BBC Rádio 3 como Mejor Artista Europeo.

Las raíces del género que explotó en este disco se abrieron en posteriores trabajos, como “Fado Curvo”, en el que estaba presente José Afonso, todo un icono de la oposición musical a la dictadura salazarista.

La evolución le ha llevado a incluir sones caboverdianos o clásicos del Rhythm & Blues, sonidos que han contribuido a expandir el fado hasta liderar las ventas en lugares antes impensables, como Holanda o Finlandia.

No hay cantante portuguesa más internacional, coincide la crítica sobre esta artista que asegura hacer “fado mestizo” con el que sedujo incluso al presentador estadounidense David Letterman.

Embajadora de buena voluntad de Unicef, merecedora de la Ordem do Infante D. Henrique, el premio más importante de Portugal, y nombrada Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés, la antigua niña de Mozambique y diva del fado actual no ha calmado sin embargo su ambición.

“¿Qué le falta por hacer?”, le preguntaron en una entrevista el pasado mayo.

“Siempre falta conquistar el mundo”, repuso Mariza, que considera que su estilo ha abierto el camino a la experimentación del fado, que “pudiendo estar agarrado a la tradición, es capaz al mismo tiempo dar pasos un poco más adelante”; su senda lo ha demostrado.

Por Cynthia de Benito

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