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Comando Suzie, desde el sadomasoquismo del 'underground'

El grupo barcelonés Comando Suzie

Susana Monteagudo

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Dice Raúl López, alma máter de Comando Suzie, que la recreación del icónico cartel de Vivre sa Vie (Jean-Luc Godard, 1962) como portada para su último epé es una apuesta puramente estética: “Me gustaba la película pero, sobre todo, me gustaba el cartel. Me impactaba mucho la imagen”. Y, sin embargo, los paralelismos de la cinta francesa con el contenido de Los últimos golpes (2023) no parecen fruto de la casualidad. La explotación y la dominación, el romanticismo desvalido, las oportunidades perdidas y los claroscuros vitales que se plantean en aquella también impregnan los pequeños melodramas que arman el nuevo trabajo del barcelonés, proclive a lo cinematográfico. Se trata de seis piezas adictivas, con su costumbrismo e ironía habituales, atravesadas por el desencanto existencialista y vestidas con ese pop electrónico que nos dejó en herencia el post punk. Pop sintético y emocional, como a López le gusta llamarlo.

Habitual de la escena darkwave barcelonesa, todo empezó para él allá por 2006 tras asistir a un concierto de Tarántula, la banda de un jovencísimo Joe Crepúsculo: “Yo siempre había tocado en grupos pero ni había cantado ni había compuesto letras. Entonces fui a un festival donde tocaba Tarántula y me quedé alucinado, no había visto un grupo igual. Estaba de vacaciones, aburrido, y se me ocurrió hacer una canción para cada miembro del grupo, algo para pasar el rato. Era la época de MySpace, era muy fácil hacer canciones, subirlas… Y así empezó todo, como una broma”. Un hito fundacional materializado meses después en el álbum de debut de Comando Suzie, Pobres chavales (2007), y ratificado con El hombre sentimental (2010), un segundo álbum con el que empezó a tomarse en serio el proyecto: “Me lo grabaron bien, vi que sonaba genial y pensé que igual podía ser músico ‘de verdad’”.

Varios álbumes después, este crooner de elegante traje electrónico sigue siendo uno de los secretos mejor guardados del panorama nacional. Comando Suzie, al igual que El Último Vecino, Ornamento y Delito o Extraperlo, pudo hacer de puente entre la nueva escena siniestra y aquella que emergió en los ochenta. Eso de haber trascendido, porque su sino es vivir apostado en el underground, preso de sus propias circunstancias. Apenas hace conciertos, ni especial promoción, ha trabajado con pequeñas discográficas... “Es la historia de mi vida [risas]. Llevo 22 años trabajando en comercio, eso ocupa mis fines de semana, así que me es muy complicado hacer conciertos. Giras, imposible. Es todo a base de pedir favores, cambios de turno… Y me estresa”. Por este motivo solo programa los conciertos que le son fáciles “como Barcelona y Madrid, donde presento siempre el disco, aunque este año iremos también a Valencia”.

“Lo de salir del underground [resopla]... Es que el underground de ahora no es como el de antes”, se lamenta López, que trae a colación “unas declaraciones de Ernesto Avelino (Fasenuova) en las que decía que el underground es como un limbo del que todo el mundo quiere salir”. “Hace muchos años que hago música y del underground de antes no se quería salir, era como una militancia. Ahora el underground es como estar en la mediocridad”, afirma el catalán para después puntualizar que no es así para otras bandas: “Si hacen un estilo muy definido, como post punk o hardcore, tienen sus circuitos y sus canales, pero para quienes hacemos un pop que no es ni una cosa ni otra es complicado”.

Tras su paso por la italiana Punch, la madrileña Autoreverse y la barcelonesa Nøvak, Comando Suzie ficha en 2020 por El Genio Equivocado, una pequeña discográfica catalana con más de diez años de trayectoria con la que acaba de publicar Los últimos golpes. “Tenía claro que a mi último álbum, Corazón o plomo (2010), le seguiría al menos un epé. Siempre se me han dado mejor. Concentras todo en seis canciones de las que estás convencido y es también más rápido y barato de producir. Si hago un elepé me voy a gastar una pasta y, tal y como está la industria, dentro de un mes se habrá olvidado todo el mundo. Prefiero guardarme esas canciones para el futuro. Es como funciona ahora. La gente va sacando más sencillos y epés”.

Seis canciones que suponen un cambio de sonido con respecto al elepé que lo precedía, donde suena más pop, menos punzante y hay un retorno de las guitarras. “Corazón o plomo era más electrónico, sí, no había guitarras y, además, participó más gente. Las canciones las compongo solo, pero siempre que grabo me ayudo de mis colaboradores habituales”. Si aquel se produjo bajo la influencia de Demian Recio (Ô Paradis), quien había añadido programaciones, en este López ha preferido volver a la fórmula de sus primeros discos. “Me metí en la habitación, como en el primero, y lo hice todo solo. Pero al final era lo mismo de siempre y eché en falta guitarras. Probé con varios guitarristas, pero no me convencieron. Había grabado anteriormente con Eric Palaudàries, que me gusta bastante, y contacté con él. Le pasé las canciones, estuvo trabajando unos meses y salieron como yo las había imaginado o incluso mejor. También ha colaborado Eva Grace, que ya lo hizo en el anterior, haciendo coros en Misstress y en Otra vida”.

Un título, Los últimos golpes, que yuxtapuesto a la portada en homenaje a Godard podría parecer un segundo guiño a la nouvelle vague, en este caso a la ópera prima de Truffaut, Los 400 golpes (1959). Pero nada más lejos de la realidad. “Me di cuenta de que todo hacía referencia a la nouvelle vague, me gusta que sea así, pero es casualidad cien por cien. El título viene de la película Los últimos golpes de El Torete (1980). El cine quinqui me gustaba. Veía esas películas de pequeño, que quizá no fuera lo más recomendable [risas]. Me pareció un título magistral. Al mezclarlo con la imagen de Godard quedaba impactante. Además, pusimos las letras del título en grande, más que el nombre del grupo, como si fuera una película. Si lo traduces al inglés es the last hits, que también tiene gracia. Si, además, añades que la mitad de las canciones hacen referencia al sadomasoquismo, todo encaja”, aclara López al tiempo que refiere una de sus obsesiones temáticas más recurrentes, presente en tres de las nuevas canciones.

Una de ellas es Mistress, donde aborda uno de los estribillos más rotundos del epé: “Todo el dolor que podría sentir ya lo siento, y el amor y el placer ni te cuento”. Expresiones que constatan la tesis, expuesta en una antigua entrevista a Lou Reed, de que son el sexo y la muerte los dos temas sobre los que gira toda la literatura. De hecho, ambos conceptos se entrecruzan en numerosas ocasiones, desde el sadomasoquismo al término la petite mort, algo que Raúl López maneja con clarividencia en sus textos. “Esos conceptos están muy presentes en la música que he escuchado y cuando hago alguna letra, siempre me salen, me vienen imágenes de ese tipo”. Un interés por el sadomasoquismo que parte exclusivamente de su cualidad narrativa, pues reconoce no practicarlo: “Ya en mi primer álbum, en 2006, hice una canción que se llamaba Disciplina sobre este tema. En aquella época conocía a una persona que iba a mazmorras, tenía un esclavo... Y se reía un poco de mí. Me decía que no tenía ni idea y me llamaba ‘vainilla’, que es como llaman a quienes no estamos metidos en ese mundo. Así que me lo tomé un poco a cachondeo y saqué aquel tema. Pero con el tiempo me ha ido interesando. La estética, por ejemplo, siempre me ha fascinado. Además, esas prácticas sadomasoquistas me parecen, ahora que tanto se habla del ‘solo sí es sí’, un contexto de respeto en el que realmente ‘sí es sí’, ‘no es no’, ‘para es para’... Ahí todo está en orden y bajo control”.

Estos juegos perversos conviven en su imaginario con un costumbrismo abonado a cierta desidia que en el caso del tema que abre el epé, Marea negra, sirve para empatizar con quienes vivieron la pandemia en plena explosión hormonal y se refugiaron en sus dormitorios a escuchar o incluso componer música siniestra. “Con lo de Marea negra me refiero a ese montón de grupos nuevos, de gente muy joven, de veintipocos, que estaban eclosionando. Como Depresión Sonora, por ejemplo. En la discográfica asturiana Humo hay un montón y en Valencia hay otros tantos y visualicé una marea negra bajando de Asturias a Valencia. Y aunque parezca irónico, sí que empaticé con su situación, encerrados a esas edades. Pero, por otra parte, también vi cómo aprovechaban el tiempo para hacer música, el tipo de música que yo escuchaba de joven y pensaba: estás mayor, no has triunfado, no has llegado a nada, te están pasando todos los chavales la mano por la cara” [risas].

De hecho, López nombra en una de sus estrofas a Human Tetrix y Motorama, dos bandas rusas de post-punk referenciales para la nueva ola siniestra, y en el estribillo repite con cinismo “esta es la generación que te enterrará”, ahorrándose las metáforas. “Son letras muy directas. Y, efectivamente, entonces pensaba: ‘estos chavales están cogiendo mis influencias y están conectando con la gente’. Todos son grupos que me gustan, VVV [Trippin'you], por ejemplo, me parecen geniales. Pero claro, no conecto con ellos como lo hace la gente de su generación”. Tampoco los considera competencia, recalca: “Yo hago canciones pop con influencias muy marcadas del rock gótico de los ochenta y el synthpop. Y sí, Marea negra tiene unas guitarras muy góticas pero me veo incapaz de hacer un disco entero en esa línea porque me aburriría un montón. Son pequeños guiños en plan ‘veis, lo puedo hacer, es lo que he mamado toda mi vida’, pero ahora busco otras cosas a la hora de hacer canciones, no recrear un estilo”.

Son ya 17 años al frente de un proyecto que reverencia a New Order, Décima Víctima, The Cure, Depeche Mode, Serge Gainsbourg o Javier Corcobado pero bebe también del italo disco, del indie, de los boleros y hasta de la canción ligera de toda la vida. Esta última, notoria en La chica del chandal, donde aparca su característico estilo vocal recitado para abordar un registro de cantante más clásico. Y es que Raúl López no tiene problemas en reivindicar figuras como Raphael, Julio Iglesias o Rocío Jurado junto a otras como Corcobado, El Zurdo o Nacho Vegas. “Siempre me han gustado. Me empecé a interesar por Corcobado, del que soy muy fan y tiene algunos discos de boleros y versiones de Nino Bravo y Raphael, y a partir de ahí empecé a investigar, hace ya muchos años”, rememora el catalán, que considera que el término 'ligera' no hace justicia al género y no duda en colocar a “nuestros cantautores y cantantes de los 70 y 80 que hacía canciones pop” a la altura de Serge Gainsbourg o Lee Hazlewood, a quienes también adora. “Ahora hay gente que la está recuperando [la canción ligera] y estoy enganchado a una chica que se llama Andrea Buenavista que acaba de sacar un epé que recuerda a lo que hacía Mari Trini en los 70”, apunta López, quien aprovecha para recomendar una de esas referencias noveles a las que no perder de vista.

Con la presentación en Madrid el 22 de febrero (en El perro de la parte de atrás del coche), después de las de Barcelona y Valencia, el hombre tras la tramoya de Comando Suzie vislumbra el horizonte con cierto escepticismo y desencanto. “Haremos esas presentaciones e intentaremos tocar en algún festival, aunque está complicado. Vivimos en un mundo de likes, de competición y yo soy todo lo contrario. Tienes que estar todo el día en las redes creando contenido. La gente joven no tiene problema, pero los de mi generación no estamos acostumbrados. Veo a artistas, que para mí eran referentes, incómodos con sus cuentas de TikTok. Pero tienen que hacerlo, por muy absurdo que resulte. Y las salas en las que tocaba hace 10 años ahora te preguntan las reproducciones que tienes y a cuánta gente vas a traer. Es todo muy loco. Y muy frustrante. Ya es que ni pagando... Pasa algo parecido con los medios. Algunas publicaciones se han dado cuenta de que la inserción de publicidad exige clics, ¿para qué van a poner una entrevista de Comando Suzie si la colaboración de Björk y Rosalía les va a dar más rentabilidad?”.

Pues aquí queda esta.

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