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La fragilidad de Vini Reilly, el antihéroe de Manchester que homenajeó a Buenaventura Durruti con su grupo

The Durutti Column en su concierto en Primavera Sound en junio de 2007

Rafa Cervera

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Le Retour de la Colonne Durutti (El retorno de la columna Durruti) es el título de un cómic de cuatro páginas que formaba parte de un panfleto repartido durante unas protestas estudiantiles en la Universidad de Estraburgo en octubre de 1966. Su autor, el estudiante André Bertrand, lo creó siguiendo los postulados situacionistas de Guy Debord. Diez años más tarde, Malcolm McLaren y el diseñador Jamie Reid se valieron de las mismas fuentes para dotar de ideología al punk, dando forma a la anarquía que invocaron Sex Pistols.

Poco después, en 1978, el situacionismo volvió a inspirar acciones y estéticas revolucionarias dentro del ámbito del pop. Interesado en las vanguardias europeas de la primera mitad del siglo XX, el empresario Tony Wilson le sugirió a una de las bandas que acababa de contratar para el sello Factory el nombre de The Durutti Column (escribiendo erróneamente el apellido del anarquista Buenaventura Durruti, un héroe de la Guerra Civil), el cual sacó del citado cómic. La música de aquella banda, etérea, irreal, en ocasiones tan frágil como su líder, el guitarrista Vini Reilly, nunca atrajo a las masas. Pero su belleza sigue viva 50 años después, aunque una entrevista reciente en el periódico británico The Guardian ha llamado la atención sobre su estado de salud y la vigencia de su música, gracias a una reedición.

Reilly concibió Durutti Column como un grupo, pero su manera de ver la música chocó enseguida con la de sus compañeros, que lo abandonaron poco antes de que apareciera su primer álbum. El disco, publicado en 1979, fue bautizado con el título de aquel cómic subversivo: The Return Of The Durutti Column. Su música ignoraba la agresividad del punk y las corrientes sucesivas que este propició. Estaba compuesta de piezas instrumentales abstractas y bucólicas, donde la guitarra de Reilly fluía con la libertad propia de un maestro del flamenco o un músico de jazz. Junto con la música clásica, este último fue uno de los pocos géneros musicales que estaban permitidos en el hogar de los Reilly. Frank, el patriarca, tenía prohibida la televisión y la música pop.

El joven Vini no escuchó a los Beatles hasta que en 1969 un amigo le puso Abbey Road. Tras la muerte de su padre, se fue de casa y comenzó a frecuentar ambientes peligrosos. Drogas, tiroteos y la muerte de un amigo a causa de un disparo acabaron afectando su salud, generándole un estrés postraumático con cuyos efectos sigue conviviendo. Una anorexia nerviosa que fue mal tratada por los médicos alimentó su tendencia a la depresión. Pero nunca dejó de aferrarse a la música y en 1977 pasó a integrar el primer grupo punk de Manchester, Ed Banger & The Nosebleeds, del cual también formaría parte Morrissey, que después formaría The Smiths.

La enfermedad y la penuria han marcado su vida, pero ni lo uno ni lo otro le han impedido crear más de 20 álbumes que solamente pueden definirse usando el nombre de Durutti Column. Ian Brown, excantante de Stone Roses, lo considera un genio, lo mismo que John Frusciante, guitarra de Red Hot Chili Peppers. Brian Eno cayó rendido ante LC, el segundo disco del grupo –y cuyo título quiere decir lucha continua en italiano-, obra que, a pesar de contener también partes vocales, sigue estando muy próxima a la música ambiental que el propio Eno homologó a finales de los 70. Su estilo ha ido fluctuando de un disco a otro al igual que lo hace su magistral manera de tocar la guitarra. Hay veces que en su música solamente se escucha a Reilly acompañado del percusionista Bruce Mitchell, que lleva artísticamente unido a él desde 1981; en otras ocasiones, se añaden trompetas o cuerdas, o recurre a las voces pregrabadas o a los ritmos electrónicos.

Este verano se han cumplido 40 años de la edición de su tercer álbum, Another Setting, otra de sus obras fundamentales, y que fue puntualmente publicada aquí gracias al innovador sello Nuevos Medios. El público español tuvo la oportunidad de descubrir al grupo en esa misma época, cuando actuó en La Edad de Oro en diciembre de 1983. Dos años después, Julio Anguita, entonces alcalde de Córdoba, hizo entrega a Reilly de una guitarra fabricada expresamente para él, como agradecimiento por haber escogido a la columna de voluntarios del leonés Buenaventura Durruti, que luchó contra el ejército fascista en la Guerra Civil. El acto tuvo lugar en Manchester, durante unas jornadas culturales que celebraban el hermanamiento de la ciudad con España. La experiencia fue relatada en 2008 por Evaristo Vinuesa en el documental Una guitarra para Durutti.

Este verano también ha sido reeditado Time Was Gigantic... When We Were Kids, originalmente aparecido en 1998 y que, como gran parte de la obra de Reilly, es un título a redescubrir. El álbum marcó su ruptura con Tony Wilson en un año en el cual Reilly, debido a problemas con el fisco, acabó perdiendo el loft donde vivía. Tiempo después haría las paces con el hombre que creó, y luego hundió el sello Factory tras la debacle económica que se comió a la discográfica. Wilson siempre tuvo fe en “aquel guitarra disfuncional que apenas podía hablar”. Según escribió Ian Harrison en la desparecida revista Q en 2006, el empresario solía decirle a Reilly que su música no era suya, que no era más que el medio para que Dios se expresara a través de él. La muerte del fundador de Factory en 2009 le llevó a registrar el disco A Paean For Wilson. Desde entonces, solamente ha vuelto a grabar un disco más en estudio, Short Stories For Pauline, aparecido en 2012.

A raíz de la reedición de Time Was Gigantic..., The Guardian publicó la primera entrevista que Reilly concedía en bastantes años. En ella se contaba cómo su mala salud ha terminado afectando a su capacidad para tocar, a partir de que en 2010 sufriera el primero de una serie de derrames cerebrales. Es lo peor que puede ocurrirle a un músico tan sumamente exigente consigo mismo, alguien que lleva décadas quejándose de que nada de lo que ha hecho está a la altura de sus verdaderas posibilidades. Cath Carroll, periodista y música que también grabó discos para Factory, escribió acerca de Reilly en un texto para el recopilatorio Palatine: “¿Ha existido alguna vez algo parecido a un alma prerrafaelita? Ahora sí”.

A la música pop de Manchester no le faltan guitarristas emblemáticos: Johnny Marr, Noel Gallagher, Billy Duffy..., pero ninguno de ellos posee el hechizo de Reilly. The Cure, en la etapa de Seventeen Seconds, estaba escuchando a Durutti Column, y también debió hacerlo Felt, otra formación que supo cómo transformar la anemia emocional en acordes de guitarra. En 1987, Stephen Street, productor de The Smiths, telefoneó a Reilly para que trabajara en Viva Hate, el primer álbum como solista de Morrissey. La idea era que Reilly siguiera en el equipo de cara al siguiente disco, pero cuando Morrissey le pidió que escribiera algunas canciones, el guitarrista le dijo que le apetecía componer temas en la línea del Radio Ethiopia de Patti Smith. Morrissey se negó en redondo.

The Return Of The Durutti Column salió al mercado con planchas de papel de lija a modo de portada. La idea fue del entonces todavía miembro del grupo Dave Rowbotham ―que murió asesinado en su domicilio de Manchester en 1991 sin que todavía se haya dado con un culpable―, pero Tony Wilson la aceptó encantado. La inspiración la tomaron del libro sobre psicogeografía Mémoires, firmado por Guy Debord y Asger Sorin. Sus cubiertas eran de papel de lija, así, cualquier otro disco que entrara en contacto con él quedaría dañado. Durante un par de días, varios amigos ―Ian Curtis, cantante de Joy Division, entre ellos― estuvieron pegando trozos de lija a las carpetas de los discos. Cuando el álbum llegó a las tiendas, cumplió su función, estropeando todos aquellos álbumes que entraban en contacto con él en las cubetas. Como acto revolucionario, The Return Of The Durutti Column fue todo un éxito. La portada tuvo que ser cambiada para evitar las protestas de los comerciantes. En su entrevista con The Guardian, Reilly observó lo siguiente acerca de su música: “En la era del postpunk, hacer un disco así resultaba un acto muy radical”. El efecto destructor de la lija era la antítesis de la delicadeza de la música del grupo. Una música necesitada de un elemento protector que la aislara completamente, para que existiera ajena a todo aquello que no fuese ella misma. Música triste, música bella, música tenue.

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