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Jamie Reid, el artista que definió la estética punk y el poder de la imagen contra la autoridad

La obra 'Free Pussy Riot' de Jamie Reid en 2012 remarca la censura política en Rusia

Antonio Rodríguez Molina

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Artista, iconoclasta, anarquista, punk, hippie, rebelde y romántico. Así describía el galerista John Marchant a Jamie Reid en un comunicado anunciando su fallecimiento el pasado 9 de agosto. Reid fue una figura clave junto a Malcolm McLaren y Vivienne Westwood para entender el lado visual del nacimiento del punk en Reino Unido de la mano de los Sex Pistols, y uno de los máximos exponentes del diseño artístico.

Jamie Macgregor Reid nació en Londres en 1947. Su interés casi obsesivo por las obras de Jackson Pollock, la filosofía de McLuhan, el situacionismo, y el jazz le llevaron a dedicar su carrera a las artes visuales con una faceta comunitaria, y con el activismo político en el centro de sus trabajos. El trabajo de Reid evidencia la importancia de la imagen en las luchas radicales y el proceso de resignificación que han vivido en las últimas décadas. Y, más allá de algo tan icónico como la portada del single God Save the Queen de los Sex Pistols, la evolución de su obra más desconocida se mantuvo en el camino de las luchas obreras, colaborando en sus últimos años de vida con grupos de protesta como Occupy o Extinction Rebellion

Reid creció en Croydon y procedía de una familia políticamente activa. Durante su época en el Croydon Art College participó en el movimiento estudiantil de 1968, en el conoció a Malcolm McLaren, con el que organizó una ocupación de la universidad. En 1970 cofundó la revista política radical Suburban Press, donde desarrolló su estilo único de gráficos recortados y eslóganes en torno al situacionismo anarquista, en el que hacían mensajes en favor del movimiento de liberación de personas racializadas, inmigrantes en situación ilegal o los derechos de las mujeres. Su estilo y sus influencias dadaístas le permitieron generar una gráfica deconstructiva con fotocopiadoras y un efecto de tipografía accidentada a base de recortes, ramson-note (nota de rescate), ya que no podía costearse Letraset (tipografías de pegado en seco). Un día, McLaren le invitó a participar en un intrigante proyecto nuevo que resultó ser los Sex Pistols, y que le supuso a Reid un gran salto cultural.

La llegada del punk y los Sex Pistols: una oportunidad para Reid

Lo que ocurrió después lo conocemos, más o menos. En nuestras retinas se identifica rápidamente una imagen familiar cada vez que nos encontramos con dicha portada de los Sex Pistols, la de “la reina”. God Save The Queen se publica en 1977 y para ello Reid había preparado un collage con tres principales ingredientes: un fondo con la bandera de la Union Jack, un recorte en blanco y negro del retrato que Peter Grugeon, fotógrafo oficial de Isabel II, le había realizado. La guinda del pastel fue colocar las palabras “God Save The Queen” sobre su mirada y “Sex Pistols” sobre su boca. El single, el tercero de Never Mind the Bollocks, único elepé de los Sex Pistols, fue un éxito que recogió el sentimiento antimonárquico de gran parte de la sociedad del momento. Se publicó cuando se cumplían 25 años del reinado de Isabel II, y existió una versión menos popularizada pero más polémica; una en la que la boca de la reina estaba cerrada con un imperdible, y sus pupilas eran dos esvásticas. Una visión más certera de la opinión de Reid sobre la familia real inglesa, motivada por sus conexiones con la Alemania nazi, recientemente rescatadas en la serie The Crown de Netflix, con la fotografía del príncipe Eduardo, el Duque de Windsor, junto a Hitler.

Resulta irremediable poner el foco en cómo ha evolucionado el movimiento punk, y su imaginería visual en todos estos años, pues además de su carácter revolucionario y disidente, pone de manifiesto la importancia de la imagen como un dispositivo más de la lucha, uno que formaba parte de este movimiento. La intervención de la tecnología sobre lo visual ha supuesto la desidentización de estos artefactos.

Hoy es fácil encontrar una camiseta de los Sex Pistols en cualquiera de las tiendas de Inditex, pero ya no recogen este sentimiento de liberación contra la monarquía, por ejemplo. “Creo que en ese momento había una verdadera desconfianza de la clase trabajadora sobre la Familia Real. Pero creo que esto les enseñó el arte de los medios de comunicación, y cada vez que veo los posavasos de oro y los lápices de colores de la marca de la Familia Real, pienso que estamos bajo una supresión completa”. Hace un año que Verse publicaba una de las últimas entrevistas con el artista, que resaltaba la importancia de señalar la historia imperialista de la Commonwealth.

Cuando el arte cala y conecta con el público se produce el hito cultural. En el momento en el que el consumo entró a desvirtuar muchas de estas imágenes, el usuario no procesaba el mensaje. “El medio es el mensaje” era, precisamente, una de las máximas del canadiense McLuhan, una de las grandes influencias de Reid. El arte soviético, los impresionistas, la fotografía de guerra, las grandes imágenes de la historia de luchas políticas han mantenido este sencillo planteamiento que por momentos se desvanece.

Una vida profesional dedicada al activismo

La obra y carrera de Jamie Reid trascendió mucho más allá de su trabajo haciendo todas las portadas de Sex Pistols; sus creencias, vinculadas a la crítica al sistema, seguían tirando de lo absurdo, la sátira y la burla, aunque hubo concesiones a otro tipo de piezas más abstractas en el ámbito artístico. Margaret Thatcher fue uno de los objetivos políticos de este y otros movimientos sociales, y en apoyo al movimiento laborista ante unas inminentes elecciones publicó la litografía Vote For Light (1987), señalando las ‘oscuras’ política de Thatcher. Unos años después, produjo la ilustración Boy George As Putto (1988), para el single de George No Clause 28, un golpe contra la Ley de Gobierno Local de Thatcher, cuya cláusula 28 prohibía específicamente la promoción de la homosexualidad por parte de los ayuntamientos.

Su línea más subversiva se enfatizó en los últimos años con trabajos como Stop Demonising Our Future (2006), un encargo de The Guardian, y que señalaba la criminalización de los medios hacia jóvenes de recientes generaciones en difíciles contextos sociales, los llamados chavs. Respecto a ‘colegas’ de profesión en una entrevista con Paul Moody para el diario británico en 2018, Reid relataba: “Me parece irónico que gente como Damien Hirst y Tracey Emin hablen del punk como una gran influencia. No hay nada remotamente escandaloso en lo que hacen”. El comentario estaba suscitado por la colaboración de ambos con la galería de Charles Saatchi, cuyo hermano Maurice estaba cargo de la campaña de publicidad del partido conservador británico.

En una narrativa de revulsión ante las políticas de Putin, Jamie Reid trabajó para apoyar a las Pussy Riot con el collage Free Pussy Riot (2012), en el que rescataba un estilo propio; ya había “encapuchado” en 1989 al multimillonario empresario Richard Branson, entre otros. El trabajo artístico nunca cedió la crítica a las instituciones, y lo puso en evidencia con el macropóster Be Afraid (2020). El artista señalaba de esta manera las políticas del Gobierno británico durante los primeros días de la pandemia de la COVID-19, que según él consistían más en fomentar el control que la cooperación y el cuidado.

La imagen como dispositivo de lucha

La obra de Reid supuso el inicio de un tejido artístico y provocador para el desafío a la opresión de la autoridad y la institución, y estimular el pensamiento crítico para una sociedad más justa, y estos últimos trabajos así lo constatan. “Quería mostrar hasta qué punto el mundo del espectáculo es una exageración. Intentaba decir que las ideas son más importantes que las personalidades y el producto”, describe Reid en Up The Rise, su ensayo recopilatorio de sus trabajos “incompletos”, escrito junto a John Savage y publicado en 1987.

El legado de un artista visual vive más allá del medio, vive gracias a su mensaje, y el de Reid supo tocar la tecla de una generación y un movimiento cultural indispensable para entender el activismo. Su trabajo fue uno al que volver en esas necesarias observaciones reparadoras del pasado porque sus compromisos con la vida social venían de su humanidad. A Reid lo necesitábamos ahora más que nunca para entender un mundo de tazas de Mr. Wonderful, de casas Pinterest y de obras de Kaws.

Es inquietante el papel que jugará en esto la Inteligencia Artificial, no tanto por su potencial de irrupción en el mercado corporativista, sino precisamente por esa posibilidad de que las imágenes en algún momento existan sin existir, sean sin ser, y cada vez tengan menos humanidad. Quizás es hora de sacar las tijeras en homenaje a Jamie Reid y a su forma de hacer collages porque, ciertamente, hay mucha tela que cortar.

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