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Más allá de la fascinación de la IA en música: “No es inteligencia, aprenden probabilidades”

Portada del single "III Scherzo Allegro - Trio" del proyecto Beethoven X - IA.

Felipe G. Gil

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El hecho de que una tecnología pueda “resucitar” a un artista fallecido suele ser motivo para que muchos medios vayan corriendo a cubrir la noticia con tono celebratorio. Todo lo que parezca que puede acercarnos más al sueño húmedo de un guionista de película de ciencia ficción convierte al periodista en un zombie que sigue la melodía de flauta y termina en un titular del tipo: “La IA crea canciones de Amy Winehouse, Nirvana o Jimmy Hendrix”. Y la verdad es que en algunos casos es complicado no caer en la fascinación.

“Esto es jodidamente espeluznante pero increíble al mismo tiempo”, dice uno de los comentarios en YouTube. Este tema forma parte del proyecto Lost Tapes of the 27 Club, un álbum creado usando inteligencia artificial por parte de la oenegé canadiense Over the Bridge, que se dedica a asistir a músicos que tienen problemas de salud mental. El objetivo del álbum era concienciar sobre la muerte de músicos jóvenes que tuvieron problemas al no saber lidiar emocional o psicológicamente con sus carreras. 

Más allá de esta loable iniciativa que captó en 2021 la atención de muchos medios, precisamente por las posibilidades que parecía destacar la tecnología de la inteligencia artificial, muchas personas en el mundo de la investigación académica observan con calma y herramientas analíticas estos fenómenos y nos ayudan a relativizarlos.

“Quizá puedes recrear la voz de un artista que ya no existe. Pero también la podrías imitar sin la inteligencia artificial”, comenta Frederic Font, coordinador de Freesound e investigador en tecnología y música de la Universidad Pompeu Fabra que presenta esta semana la mesa sobre música e IA que ha programado el festival Sónar en Barcelona. De hecho, en Lost Tapes of the 27 Club la parte llevada a cabo con tecnología son los instrumentos y melodías. La voz pertenece a cantantes especializados en imitar a los músicos fallecidos y el proceso de trabajo está lleno de intervenciones humanas. ¿Por qué nos obsesiona tanto este tema ahora?

“Existe una burbuja. Nos guiamos mucho por titulares o historias que parecen que explican cosas que potencialmente podrían cambiar el mundo. No sé si es porque vivimos en una época de crisis existencial. Y aunque estamos en un momento donde están pasando muchas cosas, tampoco ha habido tantos cambios realmente y al final el impacto real en la sociedad y en los músicos realmente tampoco lo terminamos de saber porque a casi nadie le interesa”, comenta Font. 

Cuando Font profundiza sobre la idea de que no hay tantos cambios para músicos, lo compara con el surgimiento del sampleo: “Esto ya sucedió en el pasado. La introducción de samplers permitía utilizar otra música ya hecha y añadir otras cosas encima. Yo creo que estamos en un proceso parecido y lo que parece impactante es que lo haga una máquina”. De hecho llevamos ya 40 años conviviendo con la idea de 'sampleo' en la música y ni siquiera parece haber caducado la idea que compartía el DJ y productor musical Mark Ronson cuando decía: “Artistas como Beastie Boys o De la Soul crearon álbumes usando décadas de músicas ya grabadas para crear obras maestras sónicas y no sampleaban porque fueran demasiado vagos para escribir su propia música, no lo hacían tampoco para cobrar a partir de la familiaridad de lo conocido. Sampleaban esos discos porque había algo en ellos que les hablaba y querían insertarse en la narrativa de esa música. Y lo pudieron hacer porque tuvieron acceso a la tecnología que lo hacía posible”. 

Font es crítico con la terminología y parte del entusiasmo generado: “Yo creo que lo que llamamos inteligencia artificial, las técnicas que utilizamos hoy en día no son para nada inteligentes. ¿O sea, el nombre está mal, ya empezamos por ahí, no? Lo que hacen es aprender probabilidades”. De hecho, al igual que el cuarto de baño cuya luz está automatizada y es 'inteligente' se apaga si dejas de moverte porque no concibe que no puedas hacer tus necesidades en una postura inerte, lo que llamamos 'inteligencia artificial' en música puede estar sujeto a cambios culturales que rompan la lógica de la máquina. Poniendo como ejemplo freesound.org, proyecto que conoce bien y que es un archivo sonoro: “El hecho de que en tu base de datos el sonido de lluvia está asociado a la tristeza demuestra que no hay ningún razonamiento inteligente ahí. Ahora por ejemplo que llevábamos muchos meses de sequía, ha llovido un poco en los últimos días y realmente la lluvia ha sido algo muy feliz. Podemos ampliar la capacidad de los algoritmos, pero no pueden razonar”.

Otro de los aspectos interesantes es la reacción de la industria. En los últimos tiempos, Spotify parece moverse en varias direcciones que podrían parecer contradictorias, pero quizás no lo sean. Por un lado, anunciaba que habían borrado miles de canciones que habían sido generadas con Inteligencia Artificial en un claro gesto para proteger a los artistas reales. A la vez, el año pasado adquiría Sonantic, una startup londinense cuya tecnología permite simular voz humana a partir de texto de forma muy realista. Para Font, Spotify solo quiere mantener su posición de poder en el mercado y sus datos de uso arrojan una idea bastante gráfica sobre lo que está sucediendo con la mayoría de artistas: “En plataformas como Spotify hay muchísimo contenido y si tú miras la distribución de los que se reproducen más y los que se reproducen menos, verás que hay un porcentaje pequeñísimo del contenido que se reproduce mucho y todo el resto que no se reproduce casi nunca. Al final es como la distribución de la riqueza”. 

De hecho, para Font es claro que las empresas no esconden sus intereses y en eso la tecnología y los debates sobre la inteligencia artificial quizás generan un ruido que no permite centrar la discusión en esa desigualdad que señala Font: “El consumo concreto está muy guiado por las listas de reproducción que generan las propias empresas. A veces con algoritmos automáticos, a veces no. Hay ahí un interés comercial y muchos factores más allá de la tecnología en sí”. Si un artista consagrado y privilegiado como Snoop Dogg se queja de las plataformas de streaming, ¿qué no tendrían que decir los millones de artistas pequeños e independientes para quienes es tan complicado ganar visibilidad, generar remuneración en el sistema actual?

Font piensa que las grandes plataformas no están interesadas en ciertos usos posibles y que generarían un reparto mayor de visibilidad o remuneración: “Lo que sí que debería permitir la tecnología es que tú puedas buscar en esa parte del catálogo que de otra forma nunca llegarías. Hay una serie de posibilidades que se podrían explorar pero que al final no sé cómo de interesantes son para estas plataformas porque tienen tantos usuarios y tienen que mantener una estructura tan grande, que tan solo pueden optimizar para los usuarios estándar y no pueden desarrollar cosas para que quizá tendrían poco uso  porque no es rentable para ellas”. 

¿Cabe entonces algún tipo de optimismo con estas tecnologías? Font enumera varias cosas que le parecen interesantes, desde “la descripción automática de contenidos”, también “que el usuario pueda profundizar mucho más sobre un artista y conocer detalles que ahora permanecen casi escondidos”, la democratización en el acceso a la música “estas herramientas van a permitir que crear música sea fácil y muy divertido realmente, más allá del sector profesional creo que van a ofrecer espacios de entretenimiento”, en educación “porque tú puedes tocar algo y una aplicación te dice si lo has hecho bien o mal, o te puede incluso indicar dónde te has equivocado. Estas herramientas van a mejorar mucho con la  inteligencia artificial”. Font termina con un mensaje humanista: “En educación no creo que ninguna tecnología genere un cambio de paradigma total, haga desaparecer al profesorado y sustituya la interacción humana”. Y piensa lo mismo de la industria musical: “Creo que tenemos que relativizar lo que está pasando, ponerlo en contexto de una evolución tecnológica”. Porque para Font, no hay tecnología que pueda sustituir la parte humana: “Al final yo creo que toda la personalidad del artista, la conexión con el público, el vínculo con la comunidad, el discurso….todo este tipo de cosas siguen siendo necesarias y no van a ser reemplazadas por ese tipo de herramientas”.

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