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El flamenco, el rock y la furia de Exquirla llenan nuestros discos de la semana

Luis J. Menéndez

Exquirla

Exquirla

Para quienes aún viven

Superball

FLAMENCO-METAL

8/10

Toundra + Niño de Elche = Exquirla. A la ecuación podría sumársele la obra del poeta Enrique Falcón, cuyos textos extraídos del poemario La marcha de 150.000.000 se adaptan para la ocasión. Y pocas veces en estas cosas del arte resulta tan útil la aritmética como aquí. Efectivamente, Para quienes aún viven es exactamente el tipo de grabación que podríamos esperar de dos primeras espadas -cada cual en lo suyo- de la actual música popular nacional.

La adopción de los textos de Falcón, de alguna forma descarga de responsabilidad a Francisco Contreras, alias Niño de Elche. Poco que reprochar: el trabajo de Falcón, que el propio Contreras ha calificado de “revolución desde la mística y el cristianismo”, aporta un aire apocalíptico que le sienta como un guante al proyecto. En el aspecto interpretativo, Niño de Elche aporta dosis contadas de experimento y mucha intensidad en la que posiblemente sea el trabajo más rockístico de cuantos le conocemos hasta la fecha. Toundra, por su parte, electrifican el ambiente con su ya característica montaña rusa de emociones, calma y furia, que alcanza su cota más alta de expresión con la rotunda Un hombre.

Juega en su contra la inevitable comparación con el Omega de Morente. Por mucho que reducidos a la esencia ambos discos son el resultado de la colaboración entre una gran banda metal contemporáneo y dos monstruos del flamenco dispuestos a conducirlo a terrenos inexplorados, ni los presupuestos iniciales, ni la metodología, ni por supuesto el resultado de todo ello es comparable. A pesar de que la sensación es de que podía haber llegado más lejos, Para quienes aún viven es un trabajo poderoso, con momentos puntuales de gran belleza y al que tal vez perjudique el factor sorpresa, el hecho de que conozcamos bien a Toundra y Niño de Elche en sus carreras por separado. Puede que el disco deba recibir el reconocimiento debido fuera de nuestro país, que se valore su singularidad y también el valor de su propuesta, para que sepamos apreciarlo en su justa medida. Sea.

Future

Future

Future

Epic / Sony

RAP

7/10

Seguro que te suena la historia. Un músico es acogido con revuelo por su personalísima propuesta y a más de un plumilla hasta se le escapa el dichoso calificativo de marras: “genio” (la genialidad está barata en las páginas de crítica musical). Pasado un tiempo, su propuesta pasa de moda o simplemente se agota por sí misma, y los grandes titulares dejan paso a espacios discretos o sencillamente el olvido. No son pocos los que se sentirán reconocidos en esa sucesión de acontecimientos... y Future tiene todas las papeletas para convertirse en uno de ellos.

Pionero del pujante sonido de Atlanta y protegido del superventas Drake, quien incluso llegó a publicar conjuntamente con Future la mixtape What a Time to Be Alive. Más o menos por esa época, con su segundo y tercer disco (Honest y DS2) el nombre de Future se puso en boca de prensa y público. Todo bien hasta que el pasado año empezó a dar algunas muestras de anquilosamiento en Evol, una sensación que se acrecienta en este homónimo quinto álbum presentado por sorpresa, en una estrategia digna de ese tipo de superestrella global que a día de hoy Future no es.

En esencia, este disco no es mejor ni peor que aquellos lanzamientos tempranos, con esa producción que ha creado escuela marcada por graves profundos, nerviosos hi hats y una característica línea de voz matizada por el autotune. En su inmovilismo radica el problema.

Grails

Grails

Chalice Hymnal

Temporary Residence

POST-ROCK

7/10

Desde que debutaron en 2003 en Neurot -el sello propiedad de Neurosis- Grails han ido progresivamente limitando el protagonismo inicial de las guitarras y adentrándose con ello en territorios cada vez más personales. En ese sentido la etiqueta post-rock dice poco de lo que vamos a encontrar en estos cincuenta minutos de rock instrumental y multiforme, funcionando más bien como una categoría que sirve para explicar todo lo que Chalice Hymnal no es: no es metal, no es rock convencional, no es lo que habitualmente entendemos por experimental e improv, ni una banda sonora, aunque no hay que esforzarse demasiado para imaginar algunos de los pasajes de este disco ambientando las imágenes de una película.

A la hora de buscar puntos de conexión, los encontramos en el rock progresivo de los setenta, con pasajes en los que la guitarra marca la pauta con solos virtuosos (New Prague, Deep Snow II) y otros en los que los pedales de efectos hacen que prácticamente se confundan con las capas de teclados. Una interesante aproximación al género por parte de estos experimentados músicos que también militan en bandas como OM o Lilacs & Champagne.

Lori Meyers

Lori Meyers

En la espiral

Universal

POP

6/10

Desde que Lori Meyers publicaron Cuando el destino nos alcance, con una producción que daba a los teclados un protagonismo inédito hasta entonces, los granadinos se han debatido entre entregarse definitivamente a un sonido más comercial o salvaguardar su esencia “ye-yé”. Al final esa indecisión ha terminado por pasarles factura en lo artístico, con dos discos -el pasado Impronta y este recién publicado En la espiral- que parecen tímidos intentos de alcanzar el éxito sin dejar de parecerse a quienes eran. Se combinan los medios tiempos con canciones más rotundas, aquí representadas por Siempre brilla el sol, Un nuevo horizonte o incluso ese primer single, Evolución, con el freno de mano puesto.

Son también los momentos más brillantes de un álbum que inevitablemente nos hace añorar a los Lori Meyers de antes. La madurez de la banda llega de la mano de una serie de composiciones en las que las texturas o los detalles de producción se imponen sobre la esencia de la propia canción. Y esa apuesta en la parte musical deja también un poco más a la vista las carencias como letrista de Noni.

La sensación final es de que Lori Meyers ha perdido otra oportunidad para convertirse en la gran banda de pop de su generación. No les pasará factura a la hora de hacerse la tournée de rigor por los festivales de la península e incluso este disco debería ser más que suficiente para verse acogidos en brazos de la radio comercial, como recientemente les ha ocurrido a Sidonie o Love of Lesbian. Pero no podemos dejar de preguntarnos si los autores de Hostal Pimodan o Cronolánea no deberían aspirar a algo más que eso.

Meat Wave

Meat Wave

The Incessant

Big Scary Monsters / Popstock!

ROCK

8/10

Pura escuela de Chicago (papá Albini aparece como ingeniero de sonido) Meat Wave están lejos de reinventar el rock del siglo XXI, pero en su tercer disco se las apañan para completar una colección de canciones vibrantes y llenas de nervio.

Y es que en un tiempo en que el concepto de rock afilado se identifica con propuestas como Japandroids y su pop guitarrero para chavaletes, se agradece de veras un álbum como este, sin trampa ni cartón, en el que aquello que suena es exactamente lo que hay: una guitarra, un bajo y una batería urgentes y la desgarrada voz de Chris Sutter recordándonos (falta hace) que el rock nació como un explosivo y en ocasiones desesperado grito de vitalidad. Explica el propio Sutter que The Incessant es un álbum que nació de lo más profundo cuando se terminó una relación que empezó hace mucho tiempo, cuando apenas tenía doce años. Un sentimiento de rabia que ha sabido transmitir a estas doce canciones. Nostálgicos de Drive Like Jehu, Les Savy Fav o los primeros Superchunk harían bien en echarle un tiento.

Ryan Adams

Ryan Adams

Prisoner

Blue Note / Universal

FOLK-ROCK

6/10

Hay un numeroso grupo de fans que ha aupado al ex Whiskeytown a los altares del rock internacional y aplaude cada ocurrencia suya, aunque a priori resulte tan estúpida como grabar una versión lo-fi del 1989 de Taylor Swift. Es más, su ascenso a los altares del mainstream se entiende precisamente desde sus deudas con Bruce Springsteen -la mitad de los royalties de Adams deberían ingresarse en su cuenta- y los coqueteos con el AOR. Esto es, que precisamente aquello que ha hecho grande a Ryan Adams son sus tics y movimientos más discutibles.

Fobias personales al margen, es cierto que es difícil meterle mano a un disco como Prisoner, uno de los álbumes de rock americano de referencia de cuantos se publicarán durante este 2017 y que ha sido facturado por profesionales como la copa de un pino. Esta colección de canciones nace precisamente de la sensación de aislamiento que Adams ha sufrido como consecuencia de su éxito: “Hice una reflexión sobre los distintos estados de deseo y lo que supone ser prisionero de tu propio deseo”, afirmaba recientemente al respecto. Posiblemente algo haya tenido que ver en esta colección de canciones de desamor y abandono la ruptura con su esposa Mandy Moore, en pleno proceso de composición del disco. El resultado curiosamente no es uno de sus trabajos más confesionales, sino una colección de medios tiempos con el Tunnel of Love de Springsteen en el retrovisor, aunque (he aquí el problema) carente de canciones memorables y perdurables durante décadas como Brilliant Disguise o, mismamente, la que dio título a aquel disco.

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