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El naserismo se resiste a morir, 50 años después de la derrota del 67

El naserismo se resiste a morir, 50 años después de la derrota del 67

EFE

El Cairo —

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Dos banderas de Israel pintadas en el suelo y una colosal fotografía del presidente egipcio Gamal Abdel Naser (1956-1970) dan la bienvenida a la descuidada sede del partido Naserista egipcio, que medio siglo después de la derrota del naserismo en la guerra de junio de 1967, se resiste a morir.

“El naserismo todavía tiene un papel importante en la sociedad: Defender las ideas de Gamal Abdel Naser, los sueños de la clase media y su derecho a vivir de manera digna: la consecución de la justicia social”, asegura a Efe en su despacho el presidente de la agrupación Sayed Abdel Gani, sentado en un sofá y bajo la mirada atenta de un retrato y un busto del “rais” egipcio.

De sus palabras, al igual que de todos los rincones de la desgastada sede, salpicada de humedades, emerge una y otra vez la imagen idealizada de Naser y su doctrina socialista y panarabista, pero también anticolonialista, antisionista y antiislamista.

Abdel Gani parece la prolongación de la fuerza política que encabeza, con su americana holgada, la barba descuidada, sus pequeños ojos cansados y un discurso anclado en los años sesenta, plagado de referencias a la autarquía, el desarrollismo industrial y los planes quinquenales de Naser que, según él, fueron frustrados por la guerra del 67.

“Fue un hombre empujado por el destino, para llevar a cabo su papel y dirigir el movimiento de liberación (contra el colonialismo)” asegura el dirigente naserista, cuyo partido cuenta únicamente con un diputado en el Parlamento egipcio y otros ocho parlamentarios independientes, afines a la agrupación.

Una docena de fotografías y de recortes de periódicos de la época decoran la sede, junto a un busto de Naser, un poema antiestadounidese de Nizar Kabani y alguna frase del padre del panarabismo como: “Dios, danos la fuerza, para saber que los temerosos no fabrican la libertad, los débiles no crean la dignidad ni los indecisos fortalecerán sus manos temblorosas para edificar”.

En sus pasillos de techos altos, donde no parece que el tiempo no transcurre, se mezclan con los cuadros de una exposición temporal sobre la lucha palestina contra la ocupación israelí.

Para Abdel Gani, Naser “no solo logró la independencia del país, sino que fue el artífice del renacer económico e industrial con la nacionalización del canal de Suez, la construcción de la presa del alto Nilo (...) y la nacionalización del Estado”.

Con sus dos planes quinquenales -entre 1961 y 1970-, Naser esperaba convertir Egipto en un Estado industrializado, pero -según Abdel Gani- las potencias colonialistas e Israel le trazaron una trampa para que el país no se transformara en la potencia a la que estaba llamado a convertirse.

El “golpe” recibido durante los “Seis Días” permitió, además, a Anuar al Sadat (1970-1981), sucesor de Naser, dar un giro de 180 grados a la política socialista y panarabista.

En la nueva era, Sadat, no solo se abrió al capitalismo, sino que se alineó con Washington, alentó el resurgir del islam político y el salafismo y cercó a la oposición: la izquierda y los naseristas.

“Sadat comenzó a pensar en cómo acabar con nosotros”, explica el dirigente, que ingresó en la universidad a mediados de los 70 y vivió de primera mano el crecimiento de los grupos islamistas y la rehabilitación de los Hermanos Musulmanes, alentados por Sadat como contrapeso de la izquierda.

En los años que gobernó Hosni Mubarak (1981-2011), el partido Naserista vio la luz en 1982 gracias a una sentencia judicial.

“Sin embargo, esa época se caracterizó por el cerco impuesto a las sedes de los partidos, a los que se les prohibió salir de sus oficinas”, advierte el opositor, antes de agregar que esto separó a sus líderes de las masas y favoreció los conflictos internos.

“Encerrados en una habitación, las diferencias entre nosotros empezaron a surgir y nos concentramos más en nuestras disputas que en la gente”, sentencia.

Con la Primavera Árabe de 2011, el partido intentó en vano reconstruirse, pero, como el resto de fuerzas laicas, se vio sobrepasado por los Hermanos Musulmanes que se impusieron en las elecciones parlamentarias y presidenciales.

Y al igual que las demás formaciones, los naseristas ofrecieron todo su apoyo al golpe de Estado del 3 de julio de 2013, que supuso el fin de los Hermanos Musulmanes y el regreso de los militares al poder.

Pero Abdel Gani no se arrepiente, y a pesar de que el partido continúa atrapado entre sus cuatro paredes destartaladas, se muestra fiel partidario del Ejército y del presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi.

“Estamos con nuestro Ejército y con Al Sisi, y con las instituciones nacionales en la lucha contra el terrorismo, aunque mantenemos diferencias con su programa económico, pero estas divergencias son siempre dentro de la nación y no contra la nación”, concluye.

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