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Los Premios Max se rinden a Núria Espert y coronan a 'Falsestuff. La muerte de las musas' como la mejor obra del año

Nuria Espert recoge su Max de honor

Pablo Caruana Húder

Tenerife —
1 de julio de 2024 23:01 h

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Después de Cádiz, Menorca, Bilbao y Valladolid este año le tocó a Tenerife. La gente de las artes escénicas desembarcó en la isla canaria para celebrar los premios organizados por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). La gala tuvo lugar en el neo futurista auditorio de Tenerife, del valenciano Santiago Calatrava, que inexplicablemente tenía muchos huecos libres entre sus asientos. Los premios estuvieron repartidos y hubo un sano equilibrio entre figuras veteranas y conocidas, como Núria Espert o Eduard Fernández, y voces que vienen demostrando su valía como Iñaki Rekarte, Fernanda Orazi o Nao Albert y Marcel Borràs.

La gran estrella de la noche fue, sin lugar a dudas, Núria Espert. Su premio, el Max de Honor a toda su carrera, lo presentó Miguel del Arco, director con quien trabajó en La violación de Lucrecia y que destacó la excelencia clásica de la actriz, pero también la fuerza de una mujer que en su época estaba “relegada a la cocina”. “Núria no sabía cocinar, cuando a su hija le increpaban si su madre no sabía hacer un huevo, esta contestaba si la suya sabía hacer Medea”, explicó para luego declarar, emocionado, el amor que esta profesión profesa a una de sus grandes actrices.

El aplauso a Núria Espert duró más de tres minutos, “gracias por la generosidad, la pasión, gracias por tanta belleza, por tanta sinceridad, qué regalo”, comenzó diciendo la actriz catalana antes de un discurso no escrito, corto y emotivo, que terminó con un sencillo: “Os adoro, gracias”. La SGAE también reconoció con el Premio Max Aplauso del público, a la obra protagonizada por José Sacristán y adaptación del libro de Miguel Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris, como la mejor entre las más taquilleras.

Eduard Fernández se hizo con el galardón a Mejor actor por Todas las canciones de amor, el actor afirmó estar agradecido por el recibimiento que ha tenido la obra allí donde se ha hecho para luego decir que no había “podido hacerla en Barcelona, ni Lleida, ni Girona, ni Tarragona”, pero que esta noche se encontraba “muy feliz”. Aludía a la dificultad que a veces tienen las obras en castellano para ser programadas en Cataluña. Lógicamente, el actor olvidó el tema con un pequeño gesto y acabó dedicando a su madre el premio que ha recibido por este monólogo en el que Fernández se transforma en una anciana con alzheimer a quien vemos en escena transitar sus últimos días en una casa llena de recuerdos. 

La gran sorpresa de la noche fue el premio a la Mejor actriz. La impresionante actuación de Vicky Luengo en Prima Facie parecía tener todas las papeletas, pero el galardón se lo llevó la actriz navarra Natalia Huarte, que lleva años, primero desde la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y ahora con trabajos con directores como Rekarte, Flotats o Lucía Carballal, demostrando que es una de las actrices más sólidas de nuestro teatro. Llama la atención su especial equilibrio entre técnica y fragilidad, algo bien presente en la pieza por la que ganó este galardón, Psicosis 4.48, “un texto escrito por Sarah Kane que aborda la depresión. Un mes después de escribirla Kane se suicidó”, comenzó diciendo Huarte sobre este montaje que dirigió Luz Arcas.

“Gracias por reconocer que esto es importante, ojalá no tuviésemos que representar estos textos, pero hay que saber dar luz a lo oscuro. Por favor, no dejemos de apoyar la cultura, necesitamos ampliar la mirada, salir de nuestros ombligos, conocer al otro. Había gente que venía a darme las gracias después de la obra, que me decían que pasaron por esto mismo y sus familias no entendían su depresión”, explicó Huarte. 

Si bien no hubo un ganador claro, dos han sido los trabajos más reconocidos por la importancia de los premios obtenidos. Los dos ya no tan jóvenes, Nao Albert y Marcel Borràs, amplían su exitosa trayectoria con dos premios Max. Su obra Falsestuff. La muerte de las musas, se llevó el gordo, Mejor espectáculo de teatro, y también el de Mejor diseño de espacio escénico. El otro ganador de la edición fue el espectáculo Forever, de la compañía vasca Kulunka Teatro, colectivo que llevan tres lustros trabajando con máscaras y dando obras de un realismo lírico que sigue ganando adeptos.

Forever se hizo con dos galardones, Mejor autoría teatral y Mejor dirección. Este último premio reconoce a uno de los directores que en los últimos años está demostrando una gran madurez y un gran talento en sus puestas en escena, Inañi Rekarte. Rekarte viene, por ejemplo, de estrenar uno de los éxitos de esta temporada, El monstruo de los jardines. Al recoger el premio el director vasco quiso recalcar la limitación que supone el modo actual de producción que hace que los espectáculos tengan que montarse en pocas semanas, “no todos los espectáculos pueden hacerse en 45 días”, afirmó para luego hacer un merecido homenaje a uno de los directores de escena de este país recientemente desaparecido, Ángel Gutierrez, “Ángel el ruso”, niño de la guerra emigrado a la URSS en la Guerra Civil y que volvió a una España democrática con toda una formación formidable en aquel país, “nos ha dejado recientemente, una parte de este premio le pertenece”, afirmó. 

Otra de las grandes ganadoras de la gala fue la argentina Fernanda Orazi que se llevó los dos galardones a los que optaba, Mejor Espectáculo revelación y Mejor Adaptación. Su obra Elektra, que se estrenó el año pasado en el Teatro de la Abadía, ha recorrido España y asombrado con una adaptación contemporánea y revitalizadora del clásico griego. Esta argentina, que lleva años demostrando pisar muy bien la escena como actriz, comienza a despegar como directora. Estos dos premios la impulsan y su nueva pieza, La persistencia, recién estrenada en el madrileño Teatro del Barrio, lo corrobora. 

Una solitaria denuncia contra la violencia sexual

Juan José Solana, presidente de la Fundación SGAE, al piano, y Antonio Onetti, presidente de la SGAE, a la palabra, saludaron a los políticos presentes, entre los que se encontraba el ministro de cultura Ernest Urtasun, celebraron los 125 años de la institución y dijeron que no venían a pedir nada, como en otras ocasiones ha pasado en el discurso institucional de la gala que se aprovecha para señalar las necesidades del sector. Tan solo pidieron una cosa, “que nunca jamás en ningún teatro ni ninguna sala de ensayos se dé ningún caso de acoso sexual y los teatros sean un lugar seguro para todas y todos”, haciendo clara mención al caso de acoso sexual y coacciones que ha conmocionado al sector y la sociedad del director de teatro Ramón Paso. Un llamamiento que ningún otro creador abordó en sus intervenciones. 

La danza continuó con la indefinición de otros años con un reparto geográfico de unos premios donde el flamenco, el contemporáneo, el clásico y demás disciplinas quedan en el mismo cajón de sastre. Así, Christine Cloux, coreógrafa suiza afincada en Valencia, ganó el premio a Mejor intérprete femenina por la pieza Corps seul, el coreógrafo catalán Ángel Durán ganó la categoría masculina por Cowards; y Olga Pericet y Daniel Abreu recibieron el premio a la Mejor coreografía por La Materia, segunda pieza de la trilogía que la cordobesa ha dedicado a las guitarras del lutier Antonio Torres. El gran ganador fue la compañía madrileña Kor’sia por su obra de danza contemporánea Mont Ventoux. 

Este año el dramaturgo José Padilla fue el encargado de hilar la presentación. Lo hizo a través de la vida de uno de los grandes escritores canarios, Ángel Guimerá, de quien este año se cumplen cien años de su muerte. La elección tiene dramatúrgicamente su interés: un canario que tuvo que emigrar a Cataluña para salir al mundo y que, además, Padilla abordó dejando entrever la sensibilidad nada heterosexual presente en el autor. Pero la estructura de unos premios televisivos y con 23 galardones a repartir quizá no sean el sitio idóneo para que esa dramaturgia pueda calar y traspasar. La gala este año no pasó de correcta. 

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