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Juicio a periodistas en Egipto: “Pensábamos que nos multarían, pero nunca una sentencia de cárcel”

Baher Mohamed, Mohamed Fahmy  y Peter Greste en una de las vistas judiciales / EFE

Laura Galaup

“El momento en el que escuché la sentencia fue horrible, como si Mike Tyson me hubiese golpeado en la cara. Me quedé helado, no escuché nada más. Los primeros días estuve en shock”. Así recibió el periodista australiano Peter Greste la condena a siete años de cárcel que le impuso un tribunal egipcio por realizar su trabajo, informar sobre la situación política del país y, por tanto, sobre los Hermanos Musulmanes –organización declarada después terrorista por las autoridades– en los reportajes que emitía para Al Jazeera. Ahora, después de que se aceptase un recurso contra la sentencia, se enfrenta junto a dos compañeros a un nuevo juicio.

En diciembre del 2013 el equipo de la televisión catarí fue detenido. Peter Greste, Mohamed Fadel Fahmy y Mohamed Baher fueron condenados a entre siete y diez años de cárcel acusados de difundir noticias falsas sobre Egipto, pertenecer a los Hermanos Musulmanes y poner en peligro la seguridad del Estado. “Cuando nos detuvieron pensábamos que nos iban a sancionar por motivos políticos, que nos iban multar económicamente, pero nunca se nos pasó por la cabeza una sentencia tan dura”, apunta el periodista australiano desde Londres en una entrevista con eldiario.es.

Amnistía Internacional (AI) ha denunciado la opacidad del caso y la corrupción de la administración durante el primer juicio que se celebró: “La Fiscalía no presentó prueba alguna que fundamentara las acusaciones”. En la organización añaden que los representantes del Ministerio Público podrían haber intentado extorsionar a la defensa de Mohamed Fadel Fahmy solicitando 1,2 millones de libras egipcias (170.000 dólares estadounidenses) para visionar las pruebas que tenían contra su cliente.

Egipto se ha convertido en un terreno adverso para los informadores. Reporteros Sin Fronteras sitúa al gobierno de Abdelfatah al Sisi como uno de los más represivos contra el derecho a la información, ocupando el puesto número 158 –sobre 180– en la clasificación mundial de la libertad de prensa del 2015.

Según los datos de Amnistía Internacional, al menos 18 profesionales de medios de comunicación están encarcelados acusados de cargos falsos. “La mayoría han documentado violaciones de derechos humanos, han criticado a las fuerzas de seguridad o al gobierno”, apuntan desde la ONG. También añaden que los periodistas de Al Jazeera se han visto “atrapados en la brecha política abierta entre Egipto y Qatar, país que respaldó enérgicamente al gobierno de Mohamed Morsi”.

Semana decisiva para el equipo de Al Jazeera

Esta semana es decisiva para el futuro de los tres profesionales de la televisión catarí que pasaron 400 días encarcelados en El Cairo. Abandonaron la prisión en febrero, después de que se aceptara el recurso contra la condena, y han conseguido que se celebre un nuevo juicio, que estos días está dando sus últimos coletazos. El lunes el fiscal presentó las conclusiones finales, que vuelven a acusar al equipo de Al Jazeera de manipular imágenes y de desestabilizar al gobierno de Al Sisi, sin aportar pruebas o evidencias que apoyen estas acusaciones. El jueves será el turno de la defensa de los acusados, cuando presentarán sus últimas argumentaciones.

Peter Greste no puede acudir al juicio, aunque el tribunal le ha ordenado que se persone. Fue puesto en libertad por un decreto presidencial que le prohíbe volver a pisar Egipto. Ha intentado declarar por videoconferencia y la corte de El Cairo no se lo ha permitido. “Por un lado, si no acudo al juzgado puedo ser condenado por colaboración con un grupo terrorista. Por otro lado, no puedo volver al país”, apunta el informador australiano, “estamos perfilando esta estrategia para demostrar que no soy un fugitivo, quiero cooperar y ayudar a que el tribunal haga justicia”. Teme que ante la incoherencia de las autoridades le terminen condenando al ser juzgado en ausencia.

Por su parte, sus compañeros no pueden salir del país hasta que no termine el proceso. Fahmy, que tiene doble nacionalidad, renunció a la egipcia quedándose solo con la canadiense para intentar correr la misma suerte que Greste y poder ser deportado; no lo ha conseguido. Esa decisión no ha sido bien vista por sus compatriotas, él siempre la justificó señalando que fue una sugerencia que le plantearon desde el departamento de Seguridad. Aun así, para hacer frente a las críticas recibidas acudió a una vista judicial con una bandera de Egipto para reafirmar su sentimiento nacional.

Desde que salieron de la cárcel Fahmy y Baher, también egipcio, deben firmar todos los días en la comisaría para confirmar que no van a huir. “Están muy estresados por el resultado del juicio. En Egipto se han convertido en personas tóxicas, viven aislados. Sus amigos y su familia se mantienen alejados de ellos porque las autoridades vigilan con quién se relacionan”, cuenta Greste.

Torturas en las prisiones egipcias

La represión contra los informadores egipcios ha ido aumentando. En abril, Amnistía Internacional también denunció la sentencia a cadena perpetua impuesta a tres periodistas, el presentador de la televisión Amgad, Mohamed Al-Adly, y dos informadores del portal de noticias Rassd, Abdullah Alfakharany y Samhi Mostafa. Condenados por los mismos cargos que imputan al equipo de Al Jazeera: difusión de noticias falsas y apoyo a los Hermanos Musulmanes. Tras ser detenidos en agosto del 2013, estos periodistas fueron torturados por sus carceleros. “Las fuerzas de seguridad los golpearon a los tres como parte de las 'fiestas de bienvenida' después de trasladarlos a diferentes comisarías de policía y prisiones”, apuntan desde AI.

La ONG denuncia también el limbo judicial en el que se encuentra el fotógrafo freelance Mahmoud Abu Zied, conocido como “Shawkan”, detenido también en verano del 2013 mientras retrataba a los agentes que dispersaban una sentada organizada por simpatizantes del expresidente Mohamed Mursi –condenado a muerte–. Lleva más de 600 días detenido sin cargos ni juicio y ha sido agredido por las autoridades, según denuncia. “Tras detenerlo, le dieron una paliza, y le inmovilizaron con ligaduras de plástico que le dejaron cicatrices en las muñecas. Los malos tratos continuaron en la prisión de Abu Zaabal”, apuntan desde Amnistía Internacional. El fotógrafo ha señalado desde prisión que su detención indefinida es “psicológicamente insoportable. Ni siquiera los animales sobrevivirían en estas condiciones”.

Para Greste fue un reto conseguir una estabilidad psicológica. “En las prisiones egipcias no hay un programa de actividades para los presos. Por eso teníamos mucho tiempo libre, así que para evitar pasarnos el día dando vueltas a nuestra situación competíamos en juegos mentales para estar activos. Yo también hacía deporte y conseguí que me dejasen inscribirme en un máster de Relaciones Internacionales”, cuenta el veterano periodista, que pasó por varias cárceles durante esos 400 días de encarcelamiento. “Estuvimos en tres prisiones diferentes. La primera fue restrictiva, estábamos aislados y solo podíamos salir de la celda durante cuatro horas. La segunda fue más dura, los tres estábamos en el mismo calabozo y solo salíamos una hora al día. En la última prisión tuvimos más posibilidad de movernos”.

Sin atención médica en la cárcel

Por su parte, su compañero Mohamed Fadel Fahmy ha denunciado que las autoridades no le proporcionaron en la cárcel atención médica adecuada que le ayudase en su tratamiento contra la hepatitis C. Tampoco le ayudaron con una fractura en el brazo que sufrió en días previos a la detención, por lo que ha perdido movilidad en esa parte del cuerpo.

La directora de Programas de Reporteros Sin Fronteras, Lucie Morillon, considera que el nuevo juicio debe ser “una oportunidad para reconocer su inocencia y retirar todos los cargos contra ellos”. “Los tres periodistas, que no son culpables de ninguno de los cargos, están pagando en realidad el precio de las políticas represivas del régimen contra los medios de comunicación sospechosos de tener vínculos, reales o supuestos, con los Hermanos Musulmanes”, concluye. 

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