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Samir, el tapicero marroquí en coma al que Vox acusaba de “okupa” por pasar ocho años en un hospital ceutí

Samir Nesmy junto a su madre Saadia Hmaity.

Gonzalo Testa

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La vida del manitas marroquí Samir Nesmy descarriló a los 40 años en Ceuta. Fue el 21 de abril de 2015 a última hora de la tarde. Según el atestado de los policías locales P-150 y P-194, a las 20:00 horas fueron enviados a la calle República Argentina por un accidente de tráfico, nunca esclarecido del todo, que le ha dejado más de 8 años en coma en una habitación del Hospital Universitario.

A su lado ha pasado esos casi 3.000 días su madre, Saadia Hmaity, que no se ha separado de él más que “para poner su huella en la documentación de la Policía Nacional” y completar así dos permisos de residencia. Los documentos, largamente esperados por razones humanitarias, y con 12 meses de vigencia, les han permitido salir de su reclusión. Ha sido esta semana. Una ambulancia de Cruz Roja los ha llevado este miércoles hasta Murcia en busca de esperanza para un cuadro médico al que inicialmente dieron medio año de vida como mucho.

A despedirlos fueron varios de los pocos que, en un caso manoseado por la ultraderecha en las Cortes para sacar rédito político partidista, han seguido la evolución de Samir Nesmy todo este tiempo. Una de ellas es Malika, voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), que ha acompañado a madre e hijo a diario casi una década; también Rachid Sbihi, guardia civil implicado en múltiples causas sociales; y Carmen Echarri, directora del diario El Faro, que nunca quitó el foco de su drama.

“Todo se podría haber solucionado mucho antes con voluntad y sin saltarse la ley, como se ha hecho, pero la administración debe humanizarse un poco”, reivindica el abogado de la familia, Francisco José Rodríguez, que lamenta la “politización” del caso.

Archivado por no poder declarar

Cuando los agentes locales llegaron al lugar del suceso en la 'Cuesta Parisiana' –llamada así porque acogía los cabarés visitados por los chicos que hacían la mili en la ciudad autónoma–, ya había una dotación de la Policía Nacional y una ambulancia, cuyo equipo atendía a “una persona que se encontraba en el suelo herida”. No despertó nunca más. Según varios testigos, el hombre estaba bajando en la bicicleta con la que accedía a Ceuta a diario para ganarse la vida como tapicero y carpintero.

“Al parecer por la mala colocación de la carga que transportaba en una mochila colisionó contra la parte trasera de un turismo estacionado”, reflejaron los policías municipales en su informe. La calzada estaba “en perfecto estado” y solamente hallaron “restos de la tulipa derecha del turismo con el cual había colisionado el ciclista”.

Horas después fue evacuado a Cádiz “con hematomas subdurales bilaterales, fractura del hueso occipital y varias contusiones pulmonares”. Seis días después, la titular del Juzgado de Instrucción número 2 incoó juicio de faltas y al mismo tiempo decretó su archivo por falta de denuncia. Su mochila y su bicicleta, determinantes para analizar los detalles del suceso, no aparecieron, y quienes en redes sociales deslizaban que el culpable había sido un conductor bien relacionado jamás acudieron a declarar.

El tapicero nunca pudo reclamar justicia en los tribunales ni contar lo ocurrido. El caso fue definitivamente sobreseído aunque su madre siempre ha defendido que, de acuerdo con las apreciaciones de los primeros médicos que le atendieron, un golpe tan fuerte como el que lo dejó en estado vegetativo no era compatible con una caída sin violencia.

Saadia Hmaity salió corriendo de Casablanca, donde residía, y llegó a Ceuta para hacerse cargo de su hijo cruzando la frontera del Tarajal cuando todavía podía atravesarse sin apenas problemas. Desde la ventana de la habitación doble 117 del clínico ha podido ver cada día Castillejos, la localidad marroquí en la que uno de sus cinco hijos buscó prosperidad en ese caos transfronterizo.

También contempló el letargo social de la pandemia, la crisis migratoria de 2021... Durmió en la cama de al lado cuando su hijo no tenía paciente acompañante y en un colchón de baratillo tirada en el suelo cuando sí. Acompañada con una radio. Hmaity sobrevivió casi 3.000 días apoyándose en la incierta esperanza de ver recuperarse a su hijo y el respaldo de un puñado de personas. Al despedirse de Ceuta, ha dado las gracias “a todos”, aunque no fuesen muchos. Parte con la esperanza de que “esta cosa” que tiene su “niño” tenga solución con otros especialistas.

“Bien está lo que bien acaba”, coinciden el abogado de Nesmy y su madre, “pero todo se podía haber solucionado mucho antes, aunque su expulsión nunca estuviese sobre la mesa, y para conseguirlo ha sido determinante la implicación de Pablo Núñez [miembro del gabinete de la Delegación del Gobierno] y Laarbi Mohamed [jefe de la Oficina de Extranjería desde septiembre de 2021], que han dado a la Administración la humanidad que no tuvo en otras etapas”.

El primero tuvo a su padre hospitalizado en el mismo cuarto que Nesmy durante un tiempo y este asunto fue “de los primeros” que puso en su agenda la exdelegada del Gobierno, Salvadora Mateos, cuando asumió el cargo en 2018. El segundo es un convencido de la aplicación de la norma “ajustada a cada caso”. La historia de hijo y madre refleja cierta artrosis de la Administración, dado que la solución al caso se dilató casi dos años porque el hospitalizado no se podía considerar legitimado para pedir nada dado su estado.

Una tragedia politizada

Para el Ministerio de Sanidad, uno de los momentos de mayor presión fue a finales de 2020, cuando la senadora de Vox por Ceuta, Yolanda Merelo, sanitaria de profesión, lo acusó de dar amparo a dos okupas revelando hasta su habitación: “En Ceuta hay algunos pacientes marroquíes que, tras ser dados de alta médica, se niegan a abandonar el hospital, permaneciendo en su habitación, que consta de dos camas, ocupando la suya y a veces las dos. [...] Por supuesto se les administra a ambos atenciones y cuidados”. Merelo fijó el coste en casi 550 euros diarios. A Nesmy se le dio el alta hospitalaria, pero no se ejecutó.

El Pleno de la Asamblea de Ceuta aprobó la reprobación de la parlamentaria ultraderechista gracias a la abstención del PP. El localista Mohamed Ali argumentó como proponente que con su iniciativa había demostrado “una crueldad absoluta en el nombre de Ceuta”. “No podemos dejarlo pasar por alto porque si no es convertirnos en miserables. Este chico trabajaba aquí, viene alguien lo atropella y lo deja como una colilla en la carretera y no pasa nada. Viene a su madre a cuidarlo y nosotros nos vamos al Senado a decir que están atrincherados… Hombre ya está bien”, repudió.

Podemos también llevó el asunto de Nesmy al Congreso, en su caso para conocer si se podían haber vulnerado sus derechos fundamentales y tendría acceso junto a su madre a una residencia por arraigo. “Presenta síndrome vegetativo permanente y su evolución clínica es estacionaria, sin signos de mejoría después de cinco años: no requiere en el momento actual prestaciones propias de un hospital y podría continuar recibiendo los cuidados necesarios, a otros niveles, con acceso a los servicios sanitarios cuando fuese necesario”, respondió el Gobierno de Sánchez, que negó moverse por presiones políticas o mediáticas, según denunció posteriormente el exdiputado de Unidas Podemos, Alberto Rodríguez.

Resuelta la legitimación judicial para solicitar permiso para quedarse en España, su madre ha elegido Murcia como destino con el apoyo de uno de sus hijos residente en Francia (tiene dos hijas en Italia y otro en Marruecos) y la esperanza de que tratamientos diferentes permitan recuperar a su hijo.

“Faltó respaldo social, pero la última etapa de la administración ha resuelto un asunto que nunca debería haberse alargado tanto”, dice el guardia Sbihi, acosado por Vox, y valora como “promarroquí” la influencia del actual delegado del Gobierno, Rafael García, que visitó sin cámaras a Nesmy y su madre para formalizar que lo suyo estaba resuelto, y así como del secretario general del PSOE, Juan Gutiérrez.

“He conocido a una mujer fuerte y paciente, buena, cariñosa y luchadora”, resume Malika, a quien el guardia Sbihi señala como al principal de la resistencia social contra el olvido de este drama, sus ocho años en Ceuta al lado de Hmaity, la madre de Nesmy: “Hasta el inicio de la pandemia aprovechaba la hora en la que yo iba a la habitación de su hijo para pasear por el Hospital y, desde entonces, no había salido casi de esas cuatro paredes… Al llegar a Murcia me ha dicho que le gustado ver coches, ver el mar…”.

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