Suspenden la pena de muerte de un bloguero mauritano que criticó la “malinterpretación” del Islam
El Tribunal Supremo de Mauritania ha suspendido la condena de muerte de Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir, el bloguero que cuestionó en uno de sus artículos el sistema de castas reinante en Mauritania basado, decía, en una malinterpretación del Islam. La sentencia, sin embargo, no cierra el caso: la Corte ha decretado la repetición del proceso judicial. Mohamed Cheikh empieza de cero sin poder salir del limbo jurídico.
El 2 de enero de 2014 las autoridades mauritanas arrestaron a Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir, un joven que por aquel entonces tenía 29 años, originario de los “emaalmin” (herreros), una casta considerada inferior en el estamento social del país africano.
Dos días antes, había publicado en un blog un artículo bajo el título “La religión, la religiosidad y los herreros”, donde criticaba el sistema de castas que reina en Mauritania y las desigualdades que generan. Según expuso, los seguidores del islam hacen una interpretación de los textos sagrados, según las circunstancias.
El artículo, difundido en el portal de noticias Aqlame, desapareció pronto de la web. Su editor, Riad Ould Mohamed, lanzó un comunicado asegurando que se publicó “accidentalmente”.
Ya era tarde. Aquellas palabras dieron un giro radical a la vida de Mohamed. También a la de sus padres, que tuvieron que exiliarse en Francia ante la presión social y el riesgo de sufrir represalias.
A finales del mismo año en el que fue detenido, el tribunal de Nuadibú (capital económica del país) lo acusó de delito de apostasía, según el artículo 306 del Código Penal Mauritano y fue sentenciado a muerte.
El delito de apostasía en Mauritania
Desde prisión, Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir envió un comunicado para desmentir su supuesta intención de insultar al profeta y acusó a sus detractores de “agitar las emociones religiosas” para convertirlo en enemigo del Estado.
Las leyes mauritanas contemplan el perdón de la ejecución de “cualquier musulmán culpable del crimen de apostasía”, si se arrepiente en un plazo de tres días. En caso contrario ,“será sancionado a muerte, y todas sus propiedades serán confiscadas por el gobierno”. Pero si el inculpado se retracta antes de su ejecución, el Tribunal Supremo puede permutar la sentencia de muerte por una de tres a dos años de cárcel y una multa que oscila entre los 5.000 y 60.000 uguiyas mauritanas (equivalente a 13 y 155 euros).
A pesar de que Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir mostró su “arrepentimiento”, un Tribunal de Apelación ratificó la sentencia en 2016 y remitió el caso al Tribunal Supremo, órgano con potestad para reducir la condena de muerte a pena de cárcel y multa.
La decisión de rebajar su castigo no llegó hasta el 31 de enero cuando, finalmente, el Tribunal Supremo anuló la orden de ejecución, pero decretó repetir el proceso judicial, sin fecha a la vista.
El caso de Mkhaitir ha sido el primero, y de momento el único, que provocó una condena a muerte por apostasía en Mauritania desde que el país obtuvo su independencia en 1960, lo que ha despertado las críticas de varias organizaciones internacionales. Según sospechan, su pertenencia a una de las castas más bajas tiene algo que ver. Es el origen de sus denuncias lo que ha podido causar esta reacción social y judicial.
“Mkhaitir debería ser libre de escribir sin temor a ser procesado, y menos aún ejecutado, así como los manifestantes deben ser libres de manifestarse en contra de lo que escribió”, denunció la directora para Oriente Medio y Norte de África de Human Rights Watch. Por su parte, Amnistía Internacional afirma que “las autoridades mauritanas deben anular la condena a muerte y poner a Mohamed Mkhaitir en libertad inmediata e incondicional”.
Apoyo social a su ejecución
Dentro del país, la presión popular ha sido un factor importante. Desde la publicación del artículo, se celebraron manifestaciones en las que exigían al presidente Mohamed Ould Abdel Aziz, que castigara a Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir por, lo que ellos consideraban, “blasfemia”.
“Sitios web, televisiones libres y periodistas deben respetar nuestra religión. Haremos todo lo que sea necesario para proteger la religión islámica y defender al Mensajero de Alá”, respondió el presidente
La irritación no se redujo solo al clamor popular. El Foro de Imames y Ulemas de Mauritania y el partido islamista, Tewassoul -convertido en segunda fuerza política del país- también se muestran a favor de la ejecución de Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir.
“Su familia tuvo que renegar de él”
Bajo este contexto, pocas son las voces locales que suenan en beneficio del joven. La represión o el miedo a recibir un castigo similar ahogan las consignas en pro de los derechos, en un país de privilegios para unos y estigmatización para otros, en función de la casta y tribu de origen.
“Mohamed Cheikh Ould Mkhaitir proviene de una clase baja en el estamento social mauritano y su comunidad. 'Los herreros' son una minoría dentro de la población y está extremadamente marginada, por eso, después del artículo, su familia y casta tuvieron que renegar de él”, explica Abdel Nasser Beibe, activista mauritano y representante de la Fundación de Pensamiento Árabe.
Según denuncia Beibe, “ha habido más gente que ha escrito sobre las mismas cosas que Mkhaitir”, pero, matiza, “se trata de gente que pertenece a la comunidad blanca, que representa la mayoría de la población y nadie ha pedido su ejecución”. En estos casos, añade, “han sido defendidos por sus familias y tribus, frente a cualquier ataque”.
Mekfoula Brahim, activista y presidenta de la asociación 'Por un Mauritania Verde y Democrática', apoya “un proyecto democrático donde la libertad de expresión es el pilar”. En esa línea, considera que “la sentencia a muertes es una ley que contradice a todas las religiones”. Además, recuerda que “Mkhaitir ha sido sometido a la violencia física y ha sido víctima de una sentencia muy dura por pertenecer a un colectivo local marginado y odiado por la sociedad”.
En su análisis sobre el caso del joven bloguero, Brahim también afirma que su futuro “está en manos de fanáticos de la calle, que reciben órdenes de clérigos extremistas, los cuales presionan para ejecutar al chico”. Al mismo tiempo, señala que “toda esta influencia es liderada por radicales que han vuelto de Afganistán e Irak” y lamenta que, “las autoridades se limitan a observar, hasta que la situación se les vaya de las manos”.
La esclavitud sigue presente
Esta falta de transparencia se genera en un país donde el ritmo de los avances democráticos es casi estático y problemas como el de la esclavitud siguen arraigados en la sociedad. En 1981 esta práctica fue abolida oficialmente, en 2007 fue tipicada como delito y en 2015 fue clasificada como “delito imprescriptible” en una nueva ley. No obstante, en la práctica, el problema está lejos de erradicarse.
Según el informe de 2016 de The Global Slavery Index, 43.000 personas sufren la esclavitud en Mauritania. Organizaciones locales, como SOS Esclavos o Iniciativa por el Resurgimiento del Movimiento Abolicionista (IRA), mantienen su lucha antiesclavista.
Su batalla contra esta práctica llevó a 13 activistas a ser condenados a prisión, tras ser declarados culpables de rebelión el pasado agosto. Finalmente, en noviembre, el Tribunal de Apelación exculpó y puso en libertad a tres de ellos, mientras que redujo las penas de otros diez, encarcelados desde verano.