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Desmayos y mucha emoción en los ourensanos retenidos tras llegar de Estambul

Desmayos y mucha emoción en los ourensanos retenidos tras llegar de Estambul

EFE

Santiago de Compostela —

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Los 42 ourensanos retenidos hasta hoy en el aeropuerto de Estambul por las fuertes nevadas han llegado esta tarde al aeropuerto compostelano de Lavacolla con mucha emoción y tensión contenida, lo que ha provocado desmayos tras el aterrizaje.

Un hombre de mediana edad tuvo que ser atendido por los servicios de atención sanitaria del aeropuerto a causa de la enorme tensión vivida en los últimos días, a lo que se suma la falta de acceso a su medicación habitual.

Los pasajeros, un grupo acostumbrado a viajar juntos desde hace cinco años por las principales ciudades europeas - París, Budapest, Roma-, eran casi todos profesores del Instituto de Educación Secundaria Blanco Amor de Ourense, y llegaron en dos vuelos procedentes de Bilbao y Madrid.

El primero de ellos aterrizó en el aeropuerto compostelano procedente de Bilbao hacia la una y media de la tarde con dieciséis de los afectados por las adversidades meteorológicas de Turquía.

El otro vuelo, procedente de Madrid, tocó tierra pasadas las cuatro de la tarde con los otros veintiséis ourensanos.

Su periplo comenzó el pasado miércoles, cuando tenían previsto regresar a Galicia tras unos días que muchos describen como “maravillosos” y “muy divertidos” en la ciudad turca, y se encontraron con la imposibilidad de viajar por las intensas nevadas que cayeran en la zona.

A partir de ahí, un “caos”, como lo describió Fernando, uno de los afectados y el más rápido a la hora de desembarcar en Santiago, quién fue tajante a la hora de decir que “no están preparados” ni el aeropuerto ni las autoridades locales para afrontar una situación similar, ya que por momentos, eran los propios viajeros quienes debían calmar al personal del aeropuerto.

Maricarmen, afectada también por el temporal, ha destacado la “mala atención” recibida, aunque reconoce que “estaban desbordados” con la situación en una zona en la que generalmente no nieva con tal intensidad.

Esta desorganización provocó que los pasajeros estuvieran “41 horas sin dormir” y en el aeropuerto, además de casi “9 horas en un autobús” sin saber a dónde se dirigían, dando vueltas hasta llegar al hotel que les alojó durante la última noche.

La falta de información era tal que tras ocho horas de largas colas y espera para hablar con personal de la aerolínea al cargo de su vuelo, llegaron a cerrarles las ventanillas para evitar la mala prensa ante los medios locales, así lo detallan algunos de los pasajeros.

Por otra parte, las diferencias idiomáticas imposibilitaron todavía más el entendimiento, incluso en inglés, señaló el joven Antón Guerrero, de solo 20 años y que viajó al país turco en compañía de sus tíos.

Guerrero ha resumido la experiencia de los últimos días como “traumática” por la falta de información y el caos, unas vivencias nada fáciles tampoco para los familiares que esperaban expectantes noticias de sus seres queridos.

Ya en un tono más distendido, Guerrero bromeaba con la importante factura telefónica que tendrán que afrontar en casa después de esta experiencia.

Esta situación afectó a otros 600 vuelos y más de 7.000 personas, según manifestó la responsable de la agencia de viajes con la que los viajeros contrataron la estancia, Gemma Fernández.

Delfín, otro de los pasajeros procedentes de Estambul, evidenció su descontento por la atención recibida, tanto de las autoridades locales como españolas, y destacó la “tensión, ansiedad y fatiga” que le generó lo ocurrido, aunque ahora, ya en Galicia, solo piensa en “recuperar la normalidad” tras estos tres duros días y pensar en que, al menos, “todo ha acabado bien”.

La sensación de abandono y de no poder volver a sus casas es uno de los puntos que destacó otra de las afectadas, quien señaló sonriente a su salida del aeropuerto que, una vez aquí, están “felices de llegar a casa”.

La alegría por llegar a casa fue tal que, a su llegada a la capital gallega, dos de los pasajeros incluso besaron el suelo, emulando al Papa Juan Pablo II en su llegada a Madrid, como muestra de su alegría por volver a casa sanos y salvos.

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