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Un 'agujero' laboral para jóvenes en Alemania: decenas de miles de puestos de trabajo en prácticas quedan sin ocupar

decenas de miles de puestos de trabajo en prácticas quedan sin ocupar en Alemania

Aldo Mas

Abdul Sultani, un joven demandante de asilo afgano, fue expulsado de Alemania a principios de mes. Su expulsión es noticia estos días en los medios alemanes. No porque formara parte del grupo de 69 afganos devueltos a su país que el muy conservador ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, consideró “un deseo” de cumpleaños cumplido el día de su 69 aniversario, el pasado 4 de julio. Sultani es noticia porque fue expulsado estando bien integrado. Debía haber empezado sus prácticas en el sector del cuidado a las personas de la tercera edad esta semana. Las autoridades migratorias alemanas – y los deseos de Seehofer de expulsar a cuantos más migrantes, mejor – lo impidieron.

Nadie tuvo presente que trabajadores jóvenes como Sultani son precisamente un necesitado activo para la economía del país. Tampoco parece que pensaron las autoridades teutonas en que el cuidado a personas mayores figura entre los “muchos ámbitos del mercado laboral que están vacíos”, según los términos del ministro germano de Sanidad, el también conservador Jens Spahn. Éste político, otro de integrantes del ala dura en materia migratoria de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera Angela Merkel, cree incluso que hay que plantearse la necesidad de “incorporar del extranjero a trabajadores cualificados”. Pero él no hizo nada por Sultani.

La radicalización en materia migratoria por la que está apostando parte de la conservaduría germana en el poder, la CDU y la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera que lidera Seehofer, sirve para explicar por qué Sultani no pudo empezar sus prácticas. Para Sultani, dados sus orígenes, la suerte parecía estar echada. Podría haber sufrido la misma suerte, incluso presentando su candidatura para la Deutsche Bahn, la empresa nacional de ferrocarriles germana. Ésta anunciaba a finales de junio que los solicitantes de prácticas ya no necesitaría rellenar los típicas solicitudes de trabajo. La empresa está necesitada de 19.000 empleados y 3.600 becarios en áreas que van desde la informática, hasta la ingeniería, pasando por cargos como maquinistas y jefes de estación. Por eso quiere la empresa facilitar al máximo la entrada de becarios.

No toda empresa alemana que solicita becarios los termina incorporando a su plantilla, ni siquiera temporalmente. Desde la patronal alemana se reconocen que en 2017 quedaron libres unas 50.000 plazas en prácticas. Sólo en Berlín, el número rondaba los 7.600 puestos por ocupar. Es más, según ha publicado recientemente el Süddeutsche Zeitung, el número de becarios que dejan sus prácticas ha crecido de un tiempo a esta parte hasta alcanzar máximos históricos. Así, uno de cada cuatro becarios deja su puesto de formación, según los datos del diario muniqués, que apuntaba que los abandonos se concentraban, especialmente, en aprendices del sector de la seguridad, la restauración y la peluquería. Hasta uno de cada dos estudiantes dejaba sus formación en estos sectores.

Formarse en Alemania es una inversión, aunque, a menudo, las prácticas resultan remuneradas. Por ejemplo, la formación como cocinero o en la restauración va de los 784 euros al mes que se pagan en el oeste alemán a los 669 euros mensuales remunerados en el este alemán. Pero esas remuneraciones no parecen suficiente para satisfacer a los aprendices alemanes. Según Karl Brenke, economista del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW), esos sectores están entre los que presentan “problemas de atractividad”. En Alemania se suele reprochar a los trabajos de los hosteleros sus “malos horarios”. De ahí que Brenke hable de la existencia de “agujeros” en determinados ámbitos del mercado laboral y en determinadas regiones del país. “Porque hay regiones en las que el paro está por debajo del 2%, y ahí hay grandes problemas para ocupar los puestos de trabajo en prácticas”, dice Brenke a eldiario.es.

Hoy por hoy, él observa un cierto equilibrio en el mercado laboral, pese a reconocer la existencia de esos “agujeros”. Sin embargo, alerta de que, de seguir así la tendencia, “puede haber dificultades en el futuro”. “El número de adolescentes o jóvenes en edad de hacer prácticas va a disminuir desde un punto de vista demográfico”, apunta. “Además, cada vez son más los jóvenes alemanes que prefieren ir a la Universidad en lugar de decidirse a favor de las formaciones profesionales”, añade.

El problema demográfico de la economía alemana

Los datos macroeconómicos de la economía germana son buenos. Alemania creció un 2,2% en 2017 y se espera que crezca un 2% este año. El paro ronda actualmente el 5%. Pero la demografía del país es motivo de preocupación para economistas como Brenke. El pasado mes de marzo se celebraba que el país viera nacer a unos 800.000 niños en 2016, un número que no se veía en el desde 1973. El problema, sin embargo, radica en que Alemania está por debajo del nivel de renovación de la población – fijado en 2,1 niños por mujer – desde mediados de los años 60.

La población está envejeciendo, hasta tal punto que se estima que en el próximo año comenzarán a contarse más alemanes de 60 años o más que menores de 30 años. En este contexto – una realidad que afecta a toda Europa, donde un cuarto de la población tiene ahora 60 años o más –, Brenke mira a la inmigración como una posible solución. “Si hay agujeros en las formaciones, debería mirarse, por ejemplo a España para completar esos puestos en prácticas que quedan vacíos”, comenta el investigador del DIW, que reprocha exceso de comodidad a las empresas. “Los empresarios que se quejan de no tener suficientes becarios deberían ser más flexibles y buscar en el extranjero a gente joven”, comenta Brenke.

En realidad, ya se señala a los demandantes de asilo, llegados en un número cercano a los 1,5 millones entre 2015 y 2016, como principal factor para que el número de becarios en 2017 ascendiera en el país hasta alcanzar los 514.900. En 2016 eran 510.900. Pero en vista de casos como el de Sultani, el chico afgano que debería de haber comenzado esta semana sus prácticas en un hogar de ancianos, parece que las autoridades alemanas aún deberían tomar nota. Que los partidos tradicionales alemanes hayan integrado buena parte del discurso anti-inmigración de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) implica obviar las necesidades del mercado laboral, y las de miles de jóvenes que se quedan sin prácticas.

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