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Siete cosas que hacemos en Navidad y que van en contra del consumo responsable

En la imagen, la calle Preciados, muy comercial, en Madrid.

Laura Olías

Amigos invisibles. Los regalos típicos en las fechas navideñas. Cenas y comidas familiares, con amigos, de trabajo... Las navidades son una ocasión en la que es difícil no gastar más de lo habitual. Aunque todavía muchos hogares ven marcadas estas fechas por la pobreza y la desigualdad, el gasto medio se eleva mucho durante estas celebraciones. Y, entre tienda y tienda, ya sea presencial u online, a menudo dejamos en el olvido algunos de los valores que nos inspiran a diario.

Es el caso del consumo responsable, según explican varias organizaciones dedicadas a que el consumo no pisotee el medio ambiente ni los derechos humanos ni sociales a su paso. Mientras que en otras temporadas hacer un regalo se convierte en una acción mucho más reposada, en navidades se amontonan los compromisos, los regalos y otros gastos en un espacio muy breve de tiempo. El resultado: compras impulsivas para cumplir con las citas. “La Navidad es uno de los periodos con más consumo acrítico de todo el año, se genera una vorágine consumista”, afirma Charo Morán, coordinadora del área de Consumo de Ecologistas en Acción.

Según un estudio de Deloitte, por primera vez, España ha superado a Reino Unido en intención de gasto para estas Navidades, pasando a liderar el ranking de países europeos encuestados. “Este año gastaremos de media 633 euros en las compras navideñas, lo que supone un incremento del 3.3% frente al gasto real incurrido de los consumidores nacionales en 2016”, afirma la consultora.

El coste de algunas de estas compras poco pensadas es mucho mayor que un regalo de poca calidad, inútil o una comida copiosa de más. “Parece que los objetos aparecen milagrosamente en las estanterías de las tiendas y supermercados, pero no es así, se nos olvida quién hay detrás de esos productos”, recuerda Mónica Gómez, responsable de Comercio Justo de la ONG Setem. Un ejemplo habitual: las prendas muy baratas de ropa que sustentan su precio en condiciones laborales nefastas de quienes las producen. Pero hay muchas más.

A continuación, una lista de algunas de las acciones menos reflexivas que cometemos en nuestras compras durante estas fechas.

Preferimos que sobre a que falte

El final e inicio de año es una temporada habitual de comidas y cenas, tanto dentro como fuera de casa. Y también es habitual que sobre comida en los platos y que gran parte, especialmente en los restaurantes –si no se pide para llevar–, acabe en la basura. Las organizaciones de consumo responsable aconsejan para estos casos pensar con calma qué se necesita realmente, una acción que puede parecer obvia, pero que a menudo no se realiza, indican.

Es uno de los defectos más destacados. Pensamos también en número de regalos –a veces intentando no hacer agravios comparativos entre diferentes personas a las que se regala–, en lugar de dar un producto de calidad. En la Coordinadora de Comercio Justo nos dan dos argumentos para huir de la práctica de 'comprar por comprar': “Los recursos de nuestro planeta son limitados y el consumismo genera muchísima producción que el planeta no puede soportar y muchuísima basura, que genera degradación medioambiental. Y, además, comprar cosas que no son necesarias consolida aún más el sistema capitalista en el que estamos y la desigualdad de muchos países y la explotación laboral de miles de personas”. 

Ojo con los langostinos

“Los langostinos”, afirma Eneko Aierbe, responsable de Pesca de Ecologistas en Acción, a la petición de un ejemplo de producto del que abusamos en estas fechas. Si habla con sus conocidos sobre sus menús navideños, en general, las respuestas no variarán demasiado. Y eso tiene una cara B: desabastecimiento de reservas naturales y daños ambientales y sociales para proveer de ingentes cantidades de ciertos alimentos en el mismo periodo del año.

Aierbe recomienda preguntar dos cosas cuando hagamos la compra: de dónde vienen esos productos y cómo se han recogido. Para la primera pregunta, lo más sostenible es que los productos sean locales, explica, porque es más fácil saber que se han respetado los derechos laborales y ambientales en la recogida, y por la huella ecológica que supone trasladar los productos desde países lejanos. Para la segunda, si puede evitar una forma de pesca, que sea el arrastre, por sus efectos ambientales.  

El responsable de Pesca de Ecologistas da algunos consejos concretos: evitar la merluza, “en peligro de explotación en estos momentos”, así como los besugos. También los langostinos, que viene generalmente de zonas tropicales en las que se desplaza a población, con malas condiciones de trabajo y en las que se dañan manglares para crear explotaciones de esta especie. Como alternativas si quiere ofrecer pescado o marisco en su mesa: “El rape, el jurel y la sepia” si son nacionales.

No pensamos en el origen del regalo

Solemos pensar qué quiere la persona a la que vamos a regalar, pero cuando estamos ante los posibles regalos, entre los criterios que nos llevan a elegir uno u otro no suele figurar quién lo ha producido, recuerda Marta Guijarro, de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. “Parece una perogrullada, que todo lo que compramos lo ha tenido que hacer alguien, pero lo olvidamos”. Las consecuencias son compras que obvian las condiciones de sus productores, en el sector textil, por ejemplo, muy afectados por la explotación laboral.

De los 24,9 millones de personas que sufren explotación laboral en el mundo, según la OIT, uno de los ámbitos reconocidos por la organización como foco de este tipo de abusos son “las fábricas textiles en el sur de Asia”, donde hay muchos talleres de numerosas marcas que se comercializan en España.

Como alternativa, de nuevo, preguntar o mirar dónde se han producido los productos. Y si no tenemos garantías de sus métodos de producción, podemos acudir al comercio justo (con tiendas físicas y online) con certificadoras que aseguran que sus productos están libres de explotación laboral, ambiental y trabajo infantil. 

Cogemos bolsas y embalajes sin control

 En general estos días compraremos más, iremos a más tiendas, y en ellas nos darán multitud de bolsas, muchas de ellas de plástico. Las organizaciones contactadas recomiendan evitar en la medida de lo posible acumular bolsas y envoltorios, muchas veces innecesarios, por su alto coste ecológico.

Un simple gesto, como rechazar una bolsa y sumar productos de comercios diferentes en la misma o no comprar aquellos que estén envueltos en demasiados embalajes innecesarios (como algunos alimentos y productos cosméticos), contribuye a limitar el gran número de basuras que se genera en esta fecha.

Cuanto más lejos, más huella ecológica

Cada es es más frecuente realizar las compras por internet (según Deloitte, el 25% del presupuesto destinado para las compras navideñas de este año lo gastaremos a través de canales online, lo que supone un incremento de un 10% respecto al año pasado). Y, en ocasiones, recurrimos a productos de otros países que nos salen más económicos pedir online que comprar en España.

Las ONG piden que, además de pensar en quién produce lo que compramos, reflexionemos sobre el viaje de ese artículo hasta nuestras manos. Muchos de ellos van acompañados de una gran “huella de carbono”, recuerda Eneko Aierbe. Puede que sean más baratos, pero por el camino han dejado un coste medioambiental que no figura en el recibo y resiente el mundo que habitamos.

Hay regalos que no son materiales

Compramos muchos objetos y, a veces, hay regalos no materiales que pueden ser una experiencia más inolvidable, afirma Charo Morán, de Ecologistas en Acción. Un ejemplo recurrente de exceso de regalos materiales es el de los juguetes. Cuando vayamos a regalar a niños y niñas estas fiestas, podríamos hacernos una pregunta: ¿tiene sentido un juguete más? 

La cuestión no es no regalar, indica Morán, sino revisar nuestros valores a la hora de hacerlo. Una alternativa, en su opinión muy ligada a los principios tradicionales navideños, es “regalar tiempo, vivir juntos experiencias”. Hay muchas opciones, como una actividad cultural, una obra de teatro, ir a un museo, al campo o un taller que forme a la persona en alguna actividad que le guste. En Setem, por ejemplo, ofrecen talleres de reciclaje de prendas, “son regalos que no solo se quedan ahí sino que generan cambios y actividades de valor social”, destacan en la ONG.

Sustituimos cosas que aún tienen vida útil

Comprar un móvil nuevo cuando el que tenemos aún funciona. Es solo uno de los ejemplos observados por Ecologistas en Acción de estas fechas de una práctica que nos lleva a acumular cosas nuevas y olvidarnos de las que ya poseíamos, aunque estén en buen estado. Es una práctica muy recurrente en productos tecnológicos, donde todo parece quedarse obsoleto muy rápido. En este caso, Charo Morán recuerda el coste social y ambiental del coltán.

“Como muchas veces tenemos de todo, no sabemos qué comprar”, explica Morán. En esos casos, las entidades de consumo sostenible recuerdan que hay alternativas, que a veces solo pasan por respetar nuestros valores diarios. “Podemos tener una vida más austera en lo material y más rica en lo colectivo”, recuerdan en Ecologistas.

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