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La especulación también arruina el sector turístico que nos iba a sacar de la crisis

Trabajadores de Orizonia se concentran frente al Ministerio contra el "saqueo" del grupo.

Antonio Ruiz del Árbol

La convulsión en Iberia, el desguace de Orizonia o las cuentas de Arturo Fernández llenan espacios en los medios de comunicación. La principal aerolínea española va a dejar en la calle a 3.800 personas tras estimar unas pérdidas de 280 millones en 2012. El tour operador radicado en Mallorca despedirá a 3.000 trabajadores después de presentar un preconcurso de acreedores con un pasivo estimado en 580 millones. El pozo de los balances del grupo de Arturo Fernández aún dará sorpresas.

La debacle en estas piezas emblemáticas del sector turístico español no coincide en el tiempo por casualidad. Durante los últimos cuatro años hemos contemplado con estupor cómo 20 compañías aéreas nacionales se hundían en la quiebra: Air Madrid, Air Comet, Futura, Aebal, Andalusair, Air Almería, South Atlantic, Regional Wings, Vising Operaciones, Air Asturias, Lagunair, Air Catalunya, Prima Air, LTE, Bravo Arlines, Gadair, Hola Airlines, Air Class Airways, Girjet, Spanair y ahora Orbest.

En el mundo de los turoperadores, hemos seguido a cámara lenta cómo el emporio de integración de paquetes vacacionales, Marsans, se colaba por el sumidero con el entonces presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, como mascarón de proa. Aguanta Globalia, de la familia Hidalgo, y ahora Barceló construye su propia estructura vertical con piezas del desguace de Orizonia.

En este lapso también han quedado al descubierto los grupos hoteleros que sufren por su exposición a la burbuja del ladrillo, a la vez que son víctimas de los impagos de la industria mayorista (70 millones les debe Orizonia). Emblemas del sector como Meliá, Barceló o NH aguantan el tipo por la vía de la consolidación de los más débiles y la expansión exterior.

En el sector de la restauración (14.500 cafeterías, 70.000 restaurantes, 240.000 bares) han muerto 13.000 establecimientos. No todos que resisten aplican los principios contables del aún vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández.

Buenas cifras macro

El último cuatrienio ha sido una etapa negra para la economía española y todos los responsables empresariales se escudan en sus ratios para justificar pérdidas y despidos masivos.

Pero durante este período, sorprendentemente, los viajeros europeos, sin dejar de mirar el estado de su bolsillo, han dado gusto a su afición por el sol de España, según los datos de Frontur. Quiza una de las razones sean las impactantes imágenes de los efectos colaterales de la Primavera Árabe. Lo cierto es que 2012 se ha convertido en un año récord (con 57,7 millones de turistas extranjeros, un 2,7% más que en 2011), solo superado por los registros históricos de 2007 (58,7 millones) y 2006 (58 millones).

Los emisores del Reino Unido, Francia, Alemania y Rusia impulsan los alentadores registros. El Banco de España calificó ya a 2011 como “un gran ejercicio” por la aportación del turismo a la balanza de pagos nacional con 43.026 millones. La cifra puede ser superada en 2012. La senda alentadora no puede sin embargo ocultar cambios significativos de tendencia: las entradas por avión cayeron el 4,1%, mientras que los viajes en coche se dispararon el 16%. El alojamiento hotelero disminuyó el 7% y el alojamiento no hotelero (alquileres, intercambio de viviendas, etc.) creció un 11,4%.

Incluso en los desplazamientos interiores de los turistas españoles, 2012 ha resultado también un año razonable si hacemos caso a las cifras de Familitur. Se contabilizaron 14,049 millones de viajes vacacionales, con un crecimiento del 12,2% en relación con el año anterior. Es cierto que las “visitas a familiares” crecieron un 33%, pero no resulta menos verdad que el alojamiento hotelero se mantuvo estable con un 0,4% de incremento. Los viajes al extranjero fueron los paganos de la crisis con una caída del 1,7% al contabilizar 1,2 millones de desplazamientos.

Subida de impuestos y tasas

Ante esta tendencia de recuperación, cabe hacerse una pregunta: ¿cómo es posible que buena parte del sector industrial del turismo en España se encuentre en la unidad de cuidados intensivos? Directivos que ejecutan despidos masivos sin que les tiemble el pulso ¿no han tenido en los aceptables datos macroeconómicos de fondo una base suficiente como para reutilizar los beneficios de tantos años de vacas gordas y producir reconversiones con el menor trauma posible?

En reiteradas intervenciones el ministro de Industria, José Manuel Soria, y la responsable en el Ejecutivo de los sistemas de transporte, Ana Pastor, afirman que el sector del turismo es una de las industrias que nos debe sacar de la crisis. Ponen como ejemplo la recuperación del atractivo de las Islas Canarias en los dos últimos años. En 2010 el número de visitantes españoles al archipiélago fue de 1,5 millones y el de turistas extranjeros se situó en 8,5 millones. El pasado año hubo un ligero recorte del turismo desde la Península (1,4 millones) pero se consiguió un fuerte incremento de los visitantes internacionales (10,1 millones).

Pero, ¿qué ha hecho el Gobierno para poner coto a la destrucción acelerada del tejido turístico nacional? La subida de dos puntos del 8% al 10% del IVA aplicado al sector turístico ha costado 2.010 millones al sector en el último tramo de 2012, según Excelur. La brutal subida de las tasas aeroportuarias de ese mismo ejercicio ha generado un sobrecoste por billete aéreo que oscila entre los 0,42 euros en los aeródromos pequeños y de 18,24 euros en El Prat y en Barajas.

Crisis de los grupos turísticos verticales

El hundimiento de Orizonia –igual que ocurrió con Viajes Marsans– ha puesto de manifiesto la crisis de los grupos turísticos verticales. Venden paquetes vacacionales, y para ello multiplican su estructura empresarial incorporando líneas aéreas, empresas de cruceros, la operación mayorista y minorista y hasta la oferta hotelera. El surgimiento del fenómeno de la desintermediación que ha provocado la venta de viajes por Internet, sumada al fenómeno aéreo de las low cost y de los alojamientos no hoteleros, han segado la hierba bajo los pies a estos grandes monstruos del turismo.

Sin embargo, ni en esta realidad tan evidente pueden encontrar escusa los malos empresarios: en 2012 los turistas que recurrieron al paquete vacacional crecieron un 1,2%, según datos de Frontur.

Empresas en riesgo

Iberia es una empresa que ha tenido mala prensa en España. Sin embargo, su historia de los tres últimos lustros, desde que en la década de los 90 encontró una línea de gestión razonable, le ha permitido acumular 13 años consecutivos de beneficios y conquistar una posición de liderazgo en los tráficos entre Latinoamérica y Europa que todavía conserva, pese a los tres últimos ejercicios de crisis.

Es difícil predecir el futuro de esta aerolínea clave para la conectividad de España con el mundo y pieza angular sobre la que se apoya cualquier justificación económica de los 13.000 millones de euros que se ha gastado AENA en construir y mejorar su red de aeropuertos. El brutal giro de timón para convertirla en una empresa low cost y ajuste laboral de 3.800 empleos planteado desde IAG se justifica en unas pérdidas que solo se han producido desde que sus actuales gestores, Antonio Vázquez y Rafael Sánchez Lozano, están a la cabeza de la aerolínea, tras firmar apresuradamente una “fusión entre iguales” con British Airways.

Sánchez Lozano tiene un sueldo de 632.000 euros anuales, más una aportación a su plan de pensiones de 136.000 euros. El día que sea despedido recibirá una indemnización de 1,7 millones de euros. Con estos incentivos se le podría exigir una política algo más creativa que justificar la supeditación de Iberia a los designios de IAG y poner en la calle a 3.800 familias.

Carlyle no es el salvador de Orizonia

En julio de 2006 el fondo estadounidense Carlyle entró por todo lo alto en la industria turística española. Tras comprar buena parte de los activos en este negocio de la familia Fluxá por 800 millones, impartió clases a sus competidores erigiéndose como el modernizador del sector con la creación de Orizonia. La historia posterior está escrita en los manuales de las empresas de capital riesgo. Sólo desembolsó 150 millones y para el resto acudió al endeudamiento con Santander, Société Générale o Bankia.

Carlyle incumplió el compromiso de invertir 350 millones en su nueva empresa, aunque cobró puntualmente todos los años 25 millones por gastos de gestión. Pese a facturar 2.351 millones en 2011 y ganar 17,5 millones en su red de agencias de viaje con una plantilla de 1.300 empleados, en los últimos meses ha terminado por arruinar la vida de al menos 3.000 trabajadores.

Ante el hundimiento del grupo, resulta sorprendente leer el texto que todavía figura en su página web: “Orizonia basa su éxito en la diversificación de sus actividades, en el alto grado de profesionalización de su staff, en la solidez de sus accionistas y en el firme compromiso de su equipo que integra más de 5.000 profesionales. En los últimos años, y pese a la coyuntura económica adversa, la facturación y la cifra de clientes del grupo han mantenido una evolución positiva, lo que avala la solidez del proyecto”.

Uno de los sectores estrella de la economía española, el turismo, que según el Gobierno nos debía de impulsar a salir de la crisis, se haya en plena debacle. Por el camino que vamos la actividad económica asociada a las vacaciones de media Europa en las playas nacionales se ve abocada a recuperar el modelo de explotación de los años 60 del pasado siglo: España pone sol, camareros y bailadoras; los emisores alemanes y británicos arramplan con lo demás.

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